Los perros Furst y Rex alertaron ayer, tarde, en cuatro ocasiones, sobre la posibilidad que en una zona de la quebrada Los Angelitos pudiese estar enterrado el cuerpo de Miguel Ángel Maldonado, de 58 años, quien es el única persona que aún se encuentra desaparecida, tras el deslave ocurrido la noche del jueves pasado en Nejapa.
Las alertas de los caninos hicieron que las brigadas de búsqueda concentraran los esfuerzos en ese sector, donde se supone que se encuentra su cadáver.
Hasta las 6:00 de la tarde, las labores de búsqueda seguían, pero todavía no habían localizado el cuerpo.
Si se recupera el cuerpo de Maldonado, entonces las víctimas mortales del deslave ascenderían a diez, entre ellas dos menores de edad, según las autoridades.
En medio de los esfuerzos de búsqueda de Miguel Ángel, Protección Civil decretó ayer, por la tarde, la alerta verde ante la llegada de una depresión tropical ubicada en el Mar Caribe y con altas probabilidades de desarrollo ciclónico. La alerta comenzaría a partir del lunes próximo.
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Las autoridades confirmaron que nueve personas fueron las que murieron a raíz del deslave. Hubo ocho lesionados, pero uno fue dado de alta y siete siguen hospitalizados.
La cifra provisional de 35 desaparecidos, según las autoridades, se redujo a uno, Miguel Ángel, luego de que muchos de los residentes en la zona de la tragedia evacuaran preventivamente y luego se reportaran en buen estado de salud.
El subdirector de la Policía Rural, Pedro González, aseguró que la mayoría de esas personas fueron halladas en casas de familiares.
Protección Civil informó que “la acumulación de agua en los suelos y las intensas lluvias provocaron el colapso de tierra en la zona de El Picacho en el volcán de San Salvador”.
Pobladores de la zona del deslave aseguraron que antes de la tragedia hubo cuatro días seguidos en los que cayeron fuertes tormentas en la zona y eso pudo saturar el suelo de humedad.
Creen que la tierra que habrían lanzado a la quebrada, por parte de los propietarios de un terreno cercano, habría provocado que se hiciera un tapón y eso causara el deslave.
“Nunca había pasado algo así, ni en las peores tormentas”
Siete de las víctimas del deslave, que causó la muerte de nueve personas en Nejapa, fueron sepultadas durante la tarde del sábado en el Cementerio General de ese Municipio. Entre ellos se encuentra Valeria Chiliceo Muñoz, de siete años de edad, quien murió junto a sus padres, Héctor Chiliceo y Dinora Muñoz.
Los tres dormían en la primera casa que fue impactada por alud de tierra que bajó por la quebrada Los Conacastes, la noche del pasado 29 de octubre.
“Nunca había pasado algo así, ni en las peores tormentas o huracanes”, dice Renata, madre de Dinora. Ella vive en el lugar, en donde sucedió el desastre, desde hace 28 años y su casa, junto a la casa de su hija, se salvó “de milagro”, cómo ella misma relata. Además de la familia de Valeria, también fueron sepultados Maximiliano Cristosomo, Lucía Sánchez y Sandro Sánchez.
Víctor Mauricio Erroa Hernández, de nueve meses de edad, murió luego que la casa, en donde vivía junto a su familia, fuera arrastrada por la corriente, durante el deslave que golpeó a la comunidad El Angelito II, en Nejapa.
Los padres del menor están en estado crítico en el hospital, según Sara Palacios, abuela del menor.
“Por la misericordia de Dios estoy vivo”
Los raspones, heridas y golpes de sus piernas y brazos son las marcas que le dejó el deslave que lo arrastró por unos 60 metros. Herberth Barrios Cortéz, tiene 38 años de edad y lo que vivió la noche del jueves es el peor desafío a la muerte que ha enfrentado en su vida.
Pero el golpe más duro que recibió fue haber perdido a su madre, Esperanza Torres Barrios, de 55 años, y su hermano, Sandro Vladimir Erroa Silva , de 16. Su padrastro, Miguel Ángel Maldonado, de 58 años, aún se encuentra desaparecido.
Herberth, quien está albergado en la iglesia evangélica Siloe en Nejapa, relató que por el ruido de los truenos, que se confundía con el bullicio de la lluvia, no pudo percatarse que venía el deslave. “Fue una lluvia bien misteriosa, como que Dios nos quería decir algo”, dijo Herberth.
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Relató que de repente escuchó los gritos de su madre y él se levantó para ver que era lo que le pasaba, pero al tratar de abrir la puerta de su cuarto, sintió la fuerza del agua por la espalda. “Fue tremendo, terrible, la correntada me arrastró, quizás unos 60 metros río abajo, fueron los momentos más difíciles de mi vida. Cuando iba golpeándome con cuanta cosa me encontraba a mi paso, solo pensaba en mi madre y en Dios”, contó Herberth.
“Lo que más me afligía era en que me podía golpear con algo más grande como una roca y que me hubiera quebrado alguna pierna. Uno en esos momentos se vuelve indefenso, sin fuerzas, solo por la misericordia de Dios es que estoy vivo”, relató.
Añadió que sintió que la correntada lo contraminó contra un cerco y como pudo logró tomarse de algo que no identificó y luego se agarró a un árbol de mango. “Yo quedé enmedio de las dos crecientes (del deslave), sujeto como podía y así pasé como unos 15 minutos hasta que una de las crecientes bajó su nivel y me puse a salvo”, recuerda.