Últimamente he estado publicando cosas que he escrito. Algunas, las escribí hace tiempo, otras, como lo que publico hoy, son más recientes.
¿Por qué escribo? Pues porque creo que todavía habemos quienes pensamos que leyendo se puede comprender a otros, y de paso, quizás hasta enriquecemos nuestras posturas.
Cada vez que publico algo acerca de la realidad nacional, de lo que veo y siento que pasa en nuestro país, ya sea en una columna o hasta en un tuit, hay posiciones encontradas.
Eso es bueno. Muy bueno. Se llama democracia y libertad de expresión, dos conceptos que damos por sentados.
Algunos de los críticos de lo que escribo, comentan con puntos válidos y desde el respeto. Uno aprende de ellos. Otros, en mayor cantidad que los anteriores, lo hacen con insultos. Y hay otros, una mayoría, que defienden al gobierno actual diciendo que antes cuando hacían lo mismo, nadie decía nada, y que por eso hoy, este gobierno tiene derecho a hacer las mismas cosas que se hicieron antes.
Estos últimos son los que más me preocupan.
Me preocupan porque no les importa que se estén cometiendo los mismos abusos (o peores) que antes, porque los está haciendo alguien distinto. Alguien a quien apoyan. Alguien por quienes ellos votaron.
No les importa ver a funcionarios en jets privados. No les importa el ilegal nepotismo. No les importan las dobles plazas. No les importa que se otorguen contratos millonarios entre ellos mismos. No les importa que se pongan encima de la ley.
Pareciera que lo único que les importa es la venganza.
Vengarse de quienes lo hicieron antes, de quienes sienten, en muchos casos con razón, que los traicionaron y que se burlaron de ellos… de todos nosotros. Y no se dan cuenta de que ese sentimiento de venganza que muchos tienen hoy empezó cuando otros actuaron como ellos lo hacen hoy.
Y así no se rompe un círculo vicioso, solo se profundiza.
Creo que si en algo estamos todos de acuerdo es en que queremos un mejor país.
Entonces cambiemos nosotros. Porque un país es, al final, su gente, toda su gente.
Y si se quieren vengar, pues hagámoslo como dijo hace casi dos mil años Marco Aurelio, filósofo y emperador romano: “La mejor manera de vengarse de un enemigo es no parecérsele.”
Viéndolo así, el problema que yo veo hoy es que el gobierno de turno y muchos de sus simpatizantes no solo se están pareciendo mucho a “los mismos de siempre” que tanto critican, sino que por su sed de venganza, los están superando.
Publicista y cineasta salvadoreño.