Twitter se ha convertido en la moderna plaza de discusión pública. Un “lugar” en el que uno se puede encontrar diversidad de voces, debates más o menos encendidos, personalidades a quienes de otro modo sería imposible acceder, información en tiempo real, abundancia de noticias falsas (y verdaderas), tendencias, noticias en desarrollo, etc. ¿Como en la vida real? Pues no… no exactamente como en la vida real, aunque las interacciones posibilitadas por el pajarito azul —como muestran cada vez más estudios— la imitan bastante bien.
Para hacer justicia habría que decir que hay dos realidades: la de la calle y la de Twitter. Y que, precisamente el éxito, es hacer creer a los usuarios que tienen en la pantalla todo lo que “está pasando”, cuando —con un poco que se piense—, lo que se refleja en las interacciones mediadas por Twitter es, en rigor, lo que está pasando en Twitter, pero no lo que sucede en el mundo real.
Esto se refuerza más cuando se comprende que, por una parte, los usuarios de la red social tienen un universo delimitado por aquellas personas a quienes “siguen” y los que les “siguen”, es decir, un mundo mental claramente limitado y encasillado en unos criterios mentales específicos. Mientras, por otro lado, la tecnología permite que las tendencias que se presentan a los usuarios, las sugerencias de personas a seguir, la propaganda y promoción de ideas que se encuentra uno en Twitter, vienen a ser una especie de “más de lo mismo”, pues los medios tecnológicos posibilitan que propongan a las personas, precisamente, las realidades que “quieren” ver.
Así, por ejemplo, si los medios tecnológicos que analizan qué ve cada quién, a quien sigue, qué tipos de tuits provocan un “me gusta” o un “retuit”, poco a poco, por el simple análisis de todos los datos el “mundo de cada uno”, la “realidad” que le presenta la red social se va pareciendo cada vez más a lo que quiere ver, esa donde se siente cómodo.
Veamos algunos diferenciadores entre la red social y el mundo real: los usuarios de Twitter, señalan las investigaciones, suelen ser jóvenes, con tendencias más colectivistas que liberales, con un nivel de educación superior al promedio, y con ingresos económicos significativamente mejores en relación a la mayoría de las personas.
Otra de sus características es que la ilusión de que en Twitter “cualquiera tiene acceso a expresarse” no es exacta. De hecho, la extra grande mayoría de tuits es posteada por una minoría de tuiteros. En números: el 80% de los tuits está posteado por el 10% de los usuarios, mientras que el 90% del resto de personas sólo tuitea el 20% de las entradas.
Como consecuencia, Twitter se ha convertido en una excelente plataforma para difundir propaganda, especialmente propaganda política. Con el agravante de que muchas personas parecen pensar que una tendencia creada por una minoría y coreada por una mayoría de seguidores y medios tecnológicos es verdadera, simplemente, porque está en Twitter… y no porque se corresponda con lo que sucede en el mundo real.
Otro punto interesante es que las personas que tuitean más frecuentemente (esos que producen el 80% de los tuits) suelen sostener puntos de vista y defender valores diferentes de los que tiene la población en general, tanto en temas políticos como económicos y morales. Un punto que refuerza la idea de que mientras Twitter va por un lado, la realidad suele ir por otro.
Por lo dicho, quedaría un punto muy importante: si se acepta que la red social no es la realidad, sino que la imita bastante bien ¿hasta qué punto la conforma, hasta qué punto la minoría tuitera termina por convencer a la mayoría dentro y —más importante— fuera de Twitter? Un tema que, por su amplitud, queda para una próxima ocasión.
Ingeniero/@carlosmayorare