Gracias al ambiente creado por el decreto constituyente del 23 de febrero de 1880, el ministro de Hacienda Pedro Meléndez y José Francisco Medina Salazar (Chinandega, 1842, Londres, ¿?) firmaron un contrato que autorizaba la creación del Banco Internacional del Salvador.
Como resultado de ese acto legal -efectuado el 5 de abril-, el 20 de agosto de ese mismo año fue inaugurado ese primer banco de El Salvador, cuya apertura en la ciudad capital se constituyó en un evento de trascendencia para el sector más alto de la economía salvadoreña. Esa entidad de crédito era una extensión del Banco Internacional de Guatemala, abierto tres años.
El soporte intelectual y financiero de esa primera institución bancaria formal de El Salvador fue proporcionado por la familia Medina-Salazar, nicaragu??enses de origen argentino, quienes ya poseían experiencia previa en el desarrollo de actividades financieras en Costa Rica, Nicaragua y Guatemala, a la vez que mantenían fuertes vínculos con Estados Unidos e Inglaterra, donde tenían sucursales de sus diferentes negocios bancarios y de exportación. Es claro que quienes inauguraron la banca en El Salvador no eran personas carentes de experiencia en el ramo, sino profesionales con profundas relaciones en el ámbito internacional, lo cual permitía prever un adecuado funcionamiento de todas sus operaciones financieras.
La importancia de la contribución de José Francisco Medina en el establecimiento de la banca en El Salvador fue prevista y reconocida en un artículo publicado en el Diario Oficial del 27 de agosto de 1880: “No podemos menos que tributar, a nombre de la sociedad, un voto público de agradecimiento y simpatía al apreciable señor don J. Francisco Medina, por su activa cooperación en todos los pasos previos que sido preciso dar para la realización del proyecto [de fundación del primer banco salvadoreño]. La intervención del señor Medina y su puesto en el directorio son una garantía para el prestigio del establecimiento, pues sus profundos conocimientos en la materia y su notoria honradez y caballerosidad los empleará provechosamente en el engrandecimiento del banco” .
Esa primera institución financiera de El Salvador contaba con una junta de inversionistas y otra de directores, cuyos miembros propietarios eran el oftalmólogo y caficultor Dr. Manuel Gallardo, Manuel Bustamante y el empresario francés Auguste Buineau, mientras que como suplentes figuraban L. Goens y el británico Arthur J. Soundy.
A ella se sumaba una comisión de vigilancia (compuesta por los comisarios propietarios R. Duke, el médico y cirujano Dr. Tomás García Palomo, al igual que por los suplentes Eugenio Aguilar h. y Rafael Guirola Duke), directores ejecutivos (Encarnación Mejía y Nicolás Angulo), un gerente interino (Arnoldo Sutter, quien luego fue reemplazado por el gerente propietario, el inglés Walter Edmundo Coldwell Pratt) y un cajero (Daniel Domínguez).
Todo ese personal laboraba en la oficina central del banco, en la calle de Colón, contigua a la casa de Manuel Ruperto Trigueros y en la manzana al occidente del Palacio Municipal, ahora ocupada por el Centro Comercial Libertad, erigido a inicios del siglo XXI frente a la esquina suroeste del parque Libertad, una zona bastante afectada por los terremotos de 1986 y 2001.
El Banco Internacional del Salvador inició sus operaciones con un capital suscrito de 1.5 millones de pesos, distribuidos en capital llamado (750 mil pesos), fondo de reserva (200 mil pesos), fondo extraordinario (33,209.16 pesos) y fondo para dividendos (75 mil pesos), pero con una significativa cifra sobrante cuyo destino no fue especificado.
A ese banco se le otorgaron facilidades para que fuera constituido con capitales nacionales y extranjeros, donde estos últimos quedaron exentos “de toda contribución o impuesto ordinario o extraordinario de cualquiera naturaleza que sea y no quedarán sujetos a represalias en caso de guerra”. Además, se le otorgaron exenciones para la importación de las cajas de hierro y enseres de escritorio y los metales en barra o acuñados exportados o importados por el Banco, aparte de que se le concedió uso libre de los telégrafos de la República para sus negocios y a los empleados del Banco la exención de todo servicio obligatorio militar o civil.
Desde su apertura, el Banco Internacional del Salvador ofreció a un público muy restringido los siguientes servicios bancarios: (i) recepción de depósitos, (ii) otorgamiento de créditos, (iii) descuentos de documentos de comercio, (iv) emisión de vales al portador y (v) compra y venta de letras.
Además, en forma explícita se le otorgó la exclusividad monopólica de la emisión monetaria por 25 años, por una cuantía igual a dos veces su capital suscrito. Los billetes emitidos debían ser pagaderos al portador a la vista, por lo cual al banco se le exigió mantener un respaldo en metálico en las cajas, sucursales y agencias que tenía en el país, en una proporción de por lo menos 40 por ciento del total de billetes en circulación. Además, se estableció que todos los billetes emitidos debían ser aceptados por las oficinas del gobierno a la par del metálico. Con la concesión monopólica para este banco de emisión, se inició un corto período de concentración de la emisión privada de billetes fiduciarios en El Salvador.
En menos de cinco años, el banco abrió sucursales en diferentes puntos estratégicos del país, como Santa Ana (gerenciada por el inglés J. W. Paine), Sonsonate (que contó con Rafael Montis como director y con L. Posse como gerente) y San Miguel (dirigida por M. Calvo y gerenciada por V. G. Durán), Suchitoto y los puertos de La Unión y La Libertad.
El Banco Internacional del Salvador fue adquirido el 11 de mayo de 1898 por el Banco Salvadoreño, fundado el 17 de septiembre de 1894 y que ya para entonces llevaba tres años de haberse fusionado con el Banco Particular del Salvador, fundado el 5 de enero de 1885 y que fue el segundo banco establecido en el territorio nacional. El Banco Salvadoreño perdió la concesión de emitir billetes privados en 1934, con la fundación del Banco Central de Reserva.
En febrero de 2006, el Banco Salvadoreño pasó a ser parte del conglomerado financiero internacional Banistmo, de capital panameño. Pocos meses más tarde, en julio de ese mismo año, Banistmo fue adquirido por HSBC Holdings. En febrero de 2012, el Banco Salvadoreño-HSBC fue comprado por la entidad financiera colombiana Davivienda, que también adquirió las demás representaciones del HSBC en otros países centroamericanos.
Aunque sea de manera simbólica, cada vez que una persona ingresa ahora a una sucursal de Davivienda, en realidad lo hace a la historia simultánea de las tres primeras instituciones bancarias que funcionaron en El Salvador.