El Salvador que el presidente Nayib Bukele vende en la ONU se parece poco al país que está construyendo

Ante la ONU, habló de un El Salvador que progresa al futuro y pidió ayuda para acelerar los cambios. Este progreso, sin embargo, riñe con la realidad de confrontación y desafío a la legalidad que protagoniza el Ejecutivo.

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Foto Twitter PresidenciaSV

Por Ricardo Avelar

2020-09-29 2:13:50

En su alocución virtual ante la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), el presidente Nayib Bukele habló por segunda vez de la importancia de la tecnología. El año pasado, llamó a las autoridades de la ONU a actualizar sus métodos para no quedar rezagados ante un mundo cambiante.

En este último discurso, Bukele se enfocó en destacar el poder de la tecnología y resaltar cómo ha ayudado, por ejemplo, en la pandemia. Asimismo, destacó algunos logros de su administración, como la reducción de los homicidios y una presunta transformación del sistema de salud que sigue en curso.

El Salvador está regenerándose, dijo Bukele, y llamó a los principales “pensadores y hacedores” del mundo a que ayuden a acelerar la construcción del milagro salvadoreño.

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Fue un discurso más “presidencial” que el de hace un año, donde no mencionó prácticamente nada sobre los retos que enfrentaba -y aún enfrenta- El Salvador. En esta ocasión, dio las gracias a la comunidad médica italiana por su apoyo en comprender y trabajar protocolos para pacientes COVID-19, y celebró algunas apuestas de su administración.

Fue un discurso que además contrasta con cada alocución que hace dentro del país, donde muestra un rostro menos conciliador y bastante más agresivo, especialmente hacia sus críticos. Pero no fue un discurso completamente basado en la realidad.

Sí, el Presidente llamó a los pensadores del mundo a unirse al proyecto de reconstruir El Salvador, pero en casa le ha cerrado la puerta a las voces que ofrecen críticas, pero también propuestas, para poder solucionar algunos de los problemas que tiene el país.

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En concreto, el presidente se ha peleado con el gremio médico que criticó algunas de sus medidas, con académicos que propusieron cercos inteligentes para pensar políticas a la medida de cómo el COVID-19 iba afectando al país, y otros sectores profesionales que le han emplazado cuando sus proyectos no tienen el sostén técnico, científico o legal.  Es decir, en la ONU muestra una apertura con poco asidero en la realidad.

El mandatario también habla de acelerar el paso a un futuro próspero, pero hay algunos aspectos concretos de la realidad que su gobierno construye que nublan ese optimista porvenir que ha pintado ante los líderes globales.

Por ejemplo, su presupuesto 2020 recortaba $79.6 millones el gasto social y en capital humano. Este rubro, si se emplea de manera efectiva, busca reducir la pobreza, pero también dotar de mayor autonomía y potencial de productividad a las personas para que hagan realidad su plan de vida y procuren un mejor futuro para las siguientes generaciones.

Con el impacto económico y fiscal que ha traído consigo la pandemia de COVID-19, esta situación se complicará aún más. Especialmente, en vista de que el Gobierno ha priorizado el gasto publicitario a inversiones de alto impacto.

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Otro punto que empaña la visión del mandatario es la falta de transparencia en su gestión. En un discurso puede lucir bien el gesto de solicitar ayuda a los líderes globales para acelerar los cambios, pero estos podrán no encontrarse cómodos con que a los medios de comunicación se les ha cerrado las puertas de ver las obras del hospital que el Gobierno ha ofrecido como el más grande de Latinoamérica, pero sigue estando a medias, sin lavandería o planta de tratamiento de aguas residuales.

A la comunidad internacional le gusta la efectividad y el ímpetu, tanto como el respeto a las reglas democráticas que traen estabilidad y previenen desastres como el venezolano o el nicaragüense. De sobra saben que hay grandes riesgos en dejar que un solo “iluminado” trace el destino de un país sin frenos o contrapesos.

Además, es probable que los “pensadores y hacedores” del mundo sean amigos de la libertad de prensa que permite conocer cómo se emplean los recursos públicos en programas de impacto a los cuales ellos dedican sus grandes ideas.  En El Salvador, esa es una de las asignaturas reprobadas por la administración actual.

Finalmente, a la comunidad internacional le gusta el respeto a los derechos humanos y el compromiso con la no repetición de grandes abusos del pasado. Con obstaculizar el acceso de un juez a los archivos militares y el desafío a una orden judicial, el Gobierno no manda el mejor mensaje. Mal haría el Presidente en creer que los “pensadores y hacedores” del mundo solo ven este discurso, cuando probablemente han sido testigos de las docenas de publicaciones, dentro y fuera de El Salvador, que advierten una incipiente pero peligrosa deriva autoritaria protagonizada precisamente por quien les invita a cooperar con El Salvador.

Nuevamente, su discurso del país soñado se pelea con la realidad. Como lo hizo en Doha, en diciembre de 2019, cuando habló de un país del futuro al tiempo que recortaba el gasto en educación. Como lo hizo en ese momento, cuando habló de un país listo para la globalización, pero que sigue tratando los cargos diplomáticos como un premio a la lealtad y no como una apuesta estratégica. Como lo hizo hace solo una semana, cuando en cadena nacional se dijo amigo de la libertad de prensa y minutos después atacó a periodistas críticos a su gestión.

El mundo ha observado incontables ejemplos de líderes “efectivos” que dieron la espalda a la democracia y sabe que esto, más temprano que tarde, desembocó en grandes violaciones a derechos humanos y estigmatización de grandes grupos.

Ese cinismo de ver el crecimiento e ignorar el comportamiento autoritario dio combustible e impulso a dictadores como Daniel Ortega. Por lo tanto, estos “pensadores y hacedores” puede que ya estén “advertidos”.

A un presidente no solo se le juzga por sus discursos, sino por sus conductas en el día a día. Y las de Nayib Bukele son, cuando menos, altamente preocupantes.