Un país sin fiscal ni ley, pero con rey

El aprendiz de dictador y sus secuaces han llegado a implantar ya la ley de la selva, donde los matones se jactan de serlo

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Ministro de Hacienda, Eduardo Zelaya. Foto EDH/Archivo

Por José Miguel Fortín Magaña

2020-09-28 7:51:37

El mundo se divide en dos: entre quienes son congruentes y como tal, enfrentan sus miedos y viven según sus principios, y los oportunistas, que se inclinan ante los poderosos y traicionan patria y fe, si eso les conviene. Esos últimos siempre serán más y con frecuencia serán aplaudidos y se les ofrecerá puestos, oro y embajadas; pero aunque los que actúan honorablemente en la vida, sean vilipendiados o perseguidos por la turba que se regocija delante del tirano, al final del camino, serán los que encuentren un sitial en la memoria de los justos.
Recientemente, los salvadoreños volvieron a escuchar otro discurso interminable (iba a decir, oímos, pero yo no pierdo mi tiempo delante de un enajenado que se ha enamorado de sí mismo) y la novela incluyó insultos como siempre, pero además el nombramiento de la flamante embajadora ante los Estados Unidos y no sé si ahí mismo, los representantes ante España y Marruecos, Suecia y la República Mexicana. El presidente, que a mi juicio —y hablo como psiquiatra— ya perdió la cordura plenamente, insultó a propios y extraños, dirigiéndose con desprecio hacia los congresistas estadounidenses que recientemente le increparon y contra la prensa independiente.
Lo que sí resulta inquietante, o mejor dicho, transgresor de la ley salvadoreña, es la repetida desobediencia a mandato judicial que una incontable cantidad de miembros del Ejecutivo hace diariamente, empezando por el primer empleado de la Nación, quien recientemente volvió a colocarse al margen de la legalidad al incumplir una orden directa de la Sala Constitucional. El aprendiz de dictador y sus secuaces han llegado a implantar ya la ley de la selva, donde los matones se jactan de serlo, insultan, maldicen y amenazan en tanto los demás no podemos sino ver la indiferencia de aquellos que por mandato están llamados a pararlos, como el fiscal, la policía y, en última instancia, el ejército; pero en esta tierra de locos, en donde el sinvergüenza es aplaudido y el honesto despreciado, cada patán que siga al tirano será ensalzado.
En 1971 Philippe Zimbardo, psiquiatra social, demostró que la mayoría de los humanos tienen obediencia automática y siguen a la mayoría, imitando la conducta de la masa; y solo unos pocos se separan de ese comportamiento, manteniendo la individualidad y rehusándose a actuar en contra de sus principios. Zimbardo llamó a estas personas “héroes” y sugirió que eran quienes a lo largo de la historia cambiarían al mundo. Hoy en El Salvador gobierna el más horrendo populismo, debido a que en el Poder se encuentra un individuo que no conoce límites, más allá de su propio hedonismo y que todavía conserva popularidad. Sin contrapesos, corrompe todo lo que le rodea y hace callar por miedo las pocas voces que se le oponen. Se desplaza como un emperador oriental, en una decena de vehículos blindados, último modelo, rodeado de docenas de policías motorizados, helicópteros y soldados; y así, creyéndose una especie de semidiós pagano, se burla del Pueblo que sufre hambre y calamidad, mientras le ha ordenado a sus esbirros que no paguen los salarios de los empleados y funcionarios que le incomodan.
En este escenario, el fiscal general ha decidido desoír también la orden del máximo tribunal, quien ha certificado el incumplimiento del mandato judicial sobre las aduanas por parte del Ejecutivo. Olvida el licenciado Melara que aunque el califa le haya prometido la reelección, para eso deberá terminar el actual período y siempre necesitaría de 56 votos, que no conseguirá, ya que además podría estar a punto de ser destituido, si se resiste a cumplir con su deber. Por eso, fiscal, si no por heroísmo, cumpla con la palabra empeñada, por inteligencia. Recuerde la frase bíblica en donde Dios advierte que a los tibios los vomitará.

Médico Psiquiatra.