Por generaciones, los salvadoreños han aprendido en las aulas que el primer movimiento insurreccional en suelo salvadoreño ocurrió el 5 de noviembre de 1811, fecha en que José Matías Delgado habría tocado las campanas del templo católico de La Merced, pero más bien habría sido José Manuel Arce quien tuvo el protagonismo.
Sin embargo, gracias a las continuas investigaciones realizadas por historiadores y estudiosos se ha llegado a asegurar que ese día el reconocido presbítero no estaba en San Salvador y por lo tanto no pudo tocar las campanas. El intelectual Carlos Cañas Dinarte afirma que la única campana que sonó ese día de 1811 fue la que se encontraba en uno de los pasillos del cabildo de San Salvador, ubicado al sur, frente a la actual plaza Libertad. Además, el templo de la Merced no era considerado importante y no se encontraba entre los límites del centro de la ciudad.
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A ello, el historiador salvadoreño residente en Barcelona afirma en uno de los videos de su canal de YouTube dedicados a la Independencia que este suceso no fue en realidad el primer grito de independencia en suelo cuscatleco. “A ese primer grito que se ha promulgado por años, hay que agregarle un primerísimo grito”.
El mes de mayo de 1810, en la zona conocida como Queiquín, hoy San Alejo, La Unión, un grupo de personajes se alzaron en armas en contra del gobierno de Guatemala. ¿Qué los motivó a alzarse en armas?, ¿cuántas personas fueron?, ¿solo participaron hombres, y fueron solo criollos?, ¿hubo indígenas, afrodescendientes o mujeres? “Aún no se sabe con certeza, hay que investigar más”, enfatiza el estudioso.
Lo cierto es que Justo Pastor Zaldívar y Valentín Porras se alzaron en armas en mayo de 1810. En la actualidad, algunos afirman que solo fue un simple motín y otros, que fue un movimiento insurreccional que se extendió por el oriente de lo que hoy entendemos como El Salvador. Cañas Dinarte detalla que aquel “simple motín” no fue visto con indiferencia por la Intendencia y Provincia de San Salvador. Fue tan fuerte, que se desplazó a soldados hacia el oriente, incluso desde la zona sur de Honduras.
Tuvo que viajar el mismísimo intendente José Gregorio Tinoco de Contreras para aplastar el supuesto motín. Él y su tropa lograron capturar a los dos líderes del alzamiento cuando ambos huían de las autoridades de San Miguel.
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Ambos revoltosos fueron recluídos en el Castillo de Omoa, en Honduras, donde Porras falleció. Por su parte, Zaldívar fue liberado cuando cesó la función del Tribunal de Fidelidad de Guatemala, que los había condenado el 9 de junio de 1810 por haber encabezado aquel movimiento.
Meses más tarde, en noviembre y diciembre de 1811, Justo Pastor Zaldívar y otros patriotas de la zona centro-occidental de San Salvador apoyaron al movimiento independentista del 5 de noviembre de 1811, liderado por la familia Arce.
Gregorio Melara, Juan José Mariona, Francisco y Manuel Morales, Carlos Fajardo y otros más se unieron a esa nueva intentona. En esa ocasión, Zaldívar también fue capturado por haber participado en el movimiento golpista. Lo irónico, expresa Cañas Dinarte, es que quienes lideraron el alzamiento en San Salvador no fueron perseguidos, pero los que apoyaron en el oriente del territorio sí fueron fusilados, encarcelados y torturados por años.
Justo Pastor Zaldívar y Gregorio Melara fueron a parar a la cárcel pública de San Miguel y el castillo de Omoa respectivamente. Melara murió preso en Honduras. Zaldívar también falleció, pero en 1820 torturado y encarcelado, totalmente alejado del movimiento de la independencia.
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De aquellos primeros hombres que se rebelaron contra el gobierno de Guatemala, solo a Gregorio Melara se le rinde cierto homenaje con una calle que ostenta su nombre en Usulután. Pero tal vez la razón de ese tributo sea que él fue el abuelo de Eloísa Guandique y, por tanto, el bisabuelo materno del escritor e intelectual Francisco Gavidia. Tal vez por eso su rastro no se perdió del todo. Del resto, hay mucho que investigar para poder visibilizarlos y darles el lugar que les corresponde en la historia independentista de Centroamérica. “Honor a quién honor merece”.