Llegó otro septiembre, el primero en la modalidad pandemia COVID-19, y más allá de la alegría que para muchos salvadoreños representa la famosa promoción del 2×1, el Mes Patrio debe representar la exaltación de las gestas heroicas de los Próceres de la Independencia que con estoicismo y amor patrio nos legaron una tierra en libertad.
Este 15 de septiembre se cumplirá el Centésimo Nonagésimo Noveno Aniversario de la independencia y como salvadoreños bien nacidos debemos sentirnos orgullosos de nuestro legado y de nuestras raíces. Es tiempo de vestir a la Patria de azul y blanco en nuestras casas, automóviles, lugares de trabajo y escuelas. Demostremos nuestro fervor cívico por todo lo largo y ancho del país y más allá de las fronteras. Es lo menos que podemos hacer como buenos hijos de Cuscatlán en el mes del cumpleaños de la Patria querida; pero les pido, compatriotas, que no llevemos el azul y blanco a flor de piel únicamente durante los 30 días de septiembre para luego engavetar nuestro patriotismo junto con los pósters de los Próceres, los gallardetes, la Oración a la Bandera, como todos los años sucede, porque eso, hermanos, es civismo a medias.
Civismo, según la segunda acepción del diccionario de la RAE, “es el comportamiento respetuoso del ciudadano con las normas de convivencia pública”. Los exhorto a que practiquemos en nuestro día a día ese comportamiento respetuoso que describe la definición de civismo y contribuyamos con nuestro aporte individual, a bajar los altos niveles de estrés y de intolerancia que lamentablemente, hoy por hoy, caracterizan a nuestra sociedad. Eso es hacer patria, estimados lectores; eso también es demostrar el profundo amor y respeto que le debemos profesar a esta tierra bendita llamada El Salvador.
Como ciudadanos agradecidos del sistema de libertades que hoy gozamos y comprometidos con los valores más preciados de una sociedad —honestidad, igualdad, colaboración, respeto— debemos actuar en la procura del bien común, del pleno desarrollo de todos los sectores del país, en especial, aquellos sectores más vulnerables. No dejemos todo en manos de las autoridades. Los ciudadanos también debemos aportar desde nuestro entorno para que las cosas fluyan positivamente. Los invito este mes y durante todo el año, a cantar a todo pulmón el Himno Nacional, a recitar con fervor la Oración a la Bandera, a exaltar la figura de nuestro glorioso Escudo Nacional, a enarbolar con hidalguía el Pabellón Nacional; es justo reconocer y aceptar nuestro gen náhuatl a través de emblemas que han ido forjando nuestra idiosincrasia: las pupusas, la flor de izote, el torogoz, el maquilishuat o el bálsamo…
Cierro este artículo recordando a un ilustre salvadoreño, el profesor Francisco Espinosa, quien a mi criterio resumió perfectamente el sentimiento del ser salvadoreño reflejado en el Pabellón Nacional a través de las siguientes palabras: “La Bandera es la enseña genuina de la Patria, es el estandarte de la virtud y el símbolo más preciado de la dignidad nacional”. ¡Loor a la Patria!
Licenciado en Relaciones Públicas y Comunicaciones.
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