Bajo un limonero o en la comodidad de un sillón en la sala, Andrea Molina y Matthew Tovar practican con esmero las notas del Himno Nacional con su instrumento favorito: el melófono. Las ensayos que antes se hacían en su salón de clases ahora los ven en una pantalla en su casa.
Andrea y Matthew, de 17 y 16 años, tuvieron que resignarse a que este año no saldrían a desfilar debido a que los eventos cívicos de septiembre fueron suspendidos para evitar el contagio de COVID-19.
Desde sus casas solo se imaginan lo que pudo haber sido lucir los pulcros trajes de la banda y sus instrumentos brillantes. A pesar de todo, tuvieron que ingeniárselas para no dejar de aprender las notas de todas las canciones de fervor cívico.
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Son las dos de la tarde del miércoles 2 de septiembre. Es la hora de la clase y ambos músicos se preparan para entrar a la aplicación donde Saúl Pérez, instructor de la Banda Municipal de Santa Tecla, los espera. Afinan el instrumento y aflojan los labios para poder entonar la escala musical una y otra vez. Se acomodan en la silla y le dan aceptar a la jornada.
“¿Me escucha profesor?”, es la pregunta que ambos hacen una vez abierta la clase en línea. Son tres horas de práctica y esta tarde pretenden mejorar la interpretación del himno nacional compuesto y escrito por el General Juan José Cañas y el compositor italiano Juan Aberle en 1879.
“No es muy difícil porque como ya nos sabemos de memoria la entonación del himno, solo tenemos que ejecutarlo”, señala Andrea quien comenzó su vida en la música a los seis años de edad. Mientras que Mathew inició a los nueve años. El melófono no fue el primer instrumento que pasó las manos de los jóvenes. Güiro (percusión), trombón y trompeta forman parte de la lista.
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Toman aire y este comienza a circular por tres válvulas que componen el instrumento. El primero en comenzar es Saúl, quien dicta las notas y ellos las ejecutan un segundo después. Con la práctica han ido mejorando, pero durante la clase se van sumando problemas que impiden seguir con la sesión.
La mala conexión de Internet y la fidelidad del sonido se pierde en la red. Estos son factores que influyen en la clase que empezaron en modalidad virtual desde mediados de marzo. El instructor Pérez explica que debe de repetir varias ocasiones el sonido de la nota musical para que sus estudiantes la memoricen, sin embargo, no siempre sale como se planea.
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“Tocar así en grupo se siente mejor porque se logra escuchar con más fidelidad la armonía de todos los instrumentos y se convive con el resto se los compañeros. Pero de manera virtual es más complicado porque no se logra la verdadera entonación de las notas. Pero a lo largo de estos meses hemos aprendido mucho y lograrlo nos hace sentir bien”, señala Andrea.
El sonido de sus instrumentos, sus madres corriendo para hidratarlos y el sol de un 15 de septiembre son algunas de las cosas que estos músicos extrañan de las fiestas patrias de años anteriores. Con mucha nostalgia recuerdan esos días y comentan que tenían esperanzas de volverlo a hacer este mes, pero el estado de la pandemia ahogo sus expectativas.
“Da una gran melancolía porque sabemos que no se va a poder tocar en las calles y demostrar lo que hemos aprendido. Me gustaba sentir esa emoción con mi melófono y lucirme con mi uniforme. Además, podía convivir y conocer a más personas”, comenta Andrea con entusiasmo.
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El instructor de la banda musical les advirtió sobre el impacto que el coronavirus tendría en su vida artística, pero nunca dejó de enseñarles. La primera y única presentación que tuvieron como banda de paz, después de cinco meses sin aparecer en público, fue durante la inauguración del mes cívico organizado por la alcaldía de Santa Tecla en donde entonaron el Himno Nacional ante un reducido número de personal de la comuna.
“Siempre está la ilusión de poder salir a tocar. Tengo las esperanzas de poder tocar nuestros instrumentos y juntarnos con nuestros compañeros. Así se aprende mucho más y fortalecemos nuestros conocimientos”, concluyó.
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