La discapacidad y desempleo no detienen a José Benítez: vende llaveros para ganarse el sustento de su familia

Benítez, de 30 años, trabajaba como masajista, pero a raíz de la pandemia perdió su empleo. Ahora hace centros de mesa y llaveros en el cantón Santa Isabel, de San Ramón.

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“Para los tapetes usamos lana de varios colores y un marco con clavos alrededor. Primero se llena el marco y de ahí quedan un montón de cuadritos y a esos cuadritos les hago doble nudo y de ahí se les corta para que queden los mechoncitos" asegura Nelson. Foto EDH/ Jessica Orellana

Por María Navidad

2020-09-02 4:30:35

Desde hace siete años que José Nelson Benítez, quien tiene una discapacidad visual, se dedica hacer masajes a domicilio, pero debido a la pandemia por COVID-19 perdió su trabajo. José no se quedó de brazos cruzados y le apostó a las manualidades, ahora hace centros de mesa y llaveros en el cantón Santa Isabel de San Ramón, en Cuscatlán.

“Por la pandemia no pude seguir haciendo masajes a domicilio porque nosotros no podemos ponernos guantes en nuestras manos para hacer los masajes, necesitamos estar tocando el cuerpo de la persona para deshacer el estrés y quitar el rendimiento”, comentó Benitez.

Sin embargo, hasta la fecha, no ha logrado vender sus productos, pues debido a su condición y el temor a contagiarse se le ha hecho imposible salir a ofrecer los llaveros y tapetes.

“Para nosotros ha sido dura esta pandemia, más que todo para traer ingresos a la casa. Desde los últimos días de enero ya no pude hacer masajes porque se vino la gran buya de que que habían casos. Yo tuve miedo porque dije: ‘mi esposa está embarazada, mi hija viene con mucha alegría y no  es justo que por andar vendiendo los vaya a contagiar y vaya a perder la vida mi esposa o mi hija’, contó Nelson.

Nelson Benitez, su esposa Mirian y su hija Mirian Josabeth salen adelante con la venta de tapetes y llaveros artesanales que los esposos hacen. Foto EDH/ Jessica Orellana

 

Nelson ha aprendido hacer oficios con los que le ayuda a sus esposa, ayuda con la lavada de la ropa de la pequeña Mirian, la de su esposa y la de él así salen adelante compartiendo los oficios varios. Foto EDH/ Jessica Orellana

Para Nelson, la salud de su esposa Miriam siempre ha sido lo primero, pues también tiene una discapacidad. Hace tres años, debido a un cáncer, le tuvieron que amputar una pierna. Además se encontraba en los últimos meses de su embarazo, el cual era de alto riesgo.

“Antes logramos vender cuando íbamos a las citas porque cuando íbamos en los buses ellos nos decían vendame tanto como ahí los andábamos guindaditos. Eso es lo que hemos resentido ahora, porque hay veces solo nos íbamos con el pasaje, pero cuando ya veníamos con lo que vendíamos pasamos trayendo alguito para comer y ahora con todo esto si que nos hace falta”, señaló Miriam.

Nelson, de 36 años, y Miriam, de 40, venden los centros de mesa, hechos de lana, a $7 y los llaveros a $1. Aunque aseguran que la ganancia es poca, prefieren ofrecerlos a bajo precio para venderlos rápido.

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“Para los tapetes usamos lana de varios colores y un marco con clavos alrededor. Primero se llena el marco y de ahí quedan un montón de cuadritos y a esos cuadritos les hago doble nudo y de ahí se les corta para que queden los mechoncitos. Esto toma bastante tiempo, pero con la práctica que tengo lo hago en 3 horas y media”, dijo Nelson.

Las mezclas de colores para la lana y el diseño de los llaveros los pone Mirian. “Yo me dedico a la costura, pero como ya no hay mucho trabajo de eso me pongo ayudarle a elegir los colores y prepararle la mesa y la silla para que él los haga”, añadió Mirian. Foto EDH/ Jessica Orellana

Las mezclas de colores para la lana y el diseño de los llaveros los pone Miriam. “Yo me dedico a la costura, pero como ya no hay mucho trabajo de eso me pongo ayudarle a elegir los colores y prepararle la mesa y la silla para que él los haga”, añadió Miriam.

“A pesar de la discapacidad que nosotros tenemos no nos quedamos acostados viendo que se hace. Nosotros nos mantenemos haciendo las manualidades para pagar los gastos y mantener a nuestra bebé de 3 meses”, indicó Nelson.

Al conocer su situación, un amigo cercano a la familia le tomó una foto con sus productos para ofrecerlos en redes sociales, pero ya pasaron tres semanas de la publicación y nadie los ha llamado.

“Quisiéramos encontrar personas de buen corazón que nos ayuden con un lugar para poder vender los tapetes y los llaveros, porque donde vivimos está retirado de la calle principal.   Nosotros queremos vender nuestro producto porque es de aquí donde nosotros hacemos ingresos al hogar”, comentó Nelson.

La pareja de emprendedores también piden ayuda al Gobierno, pues no cuentan con un espacio ideal para comercializar sus productos.“Yo he tratado de seguir adelante, a pesar  de mi discapacidad, pero con el virus no se puede. Antes que miraba con el 50% anduve trabajando en camiones, vendiendo paletas, pero ya cuando perdí la vista en 2012 fue que se me hizo más difícil, porque solo me quede andar vendiendo dulces con un palito de escoba porque no tenía bastón.
Entonces con ese mismo palito me dirigía por las calles”, recordó.

Tras perder la vista en 2012, José Nelson, quien es originario del cantón Olomega en el municipio El Carmen, jurisdicción de La Unión, se inscribió en el Centro de Rehabilitación de Ciegos “Eugenia de Dueñas”, ubicado en San Salvador.

Fue ahí donde aprendió a trasladarse por sí solo y hacer las manualidades que vende.“La meta de nosotros es seguir trabajando para sacar adelante a la familia. De aquí me puedo seguir trasladando para salir a vender o conseguir un empleo fijo”, expresó el emprendedor.

Si quiere ayudar a esta familia puede hacerlo llamando al número 7914-0148.

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