En medio de los plásticos, latas y láminas que caracterizan los puestos de decenas de vendedores en el Centro de San Salvador, desde hace unas semanas sobresale un colorido mural de nueve metros de altura. Es tan alto y disruptivo, que las personas que transitan por la zona, que antes caminaban a paso veloz, ahora se detienen por un instante a contemplar la llamativa obra que, sin duda, se convertirá en un referente de la calle Delgado, a un costado del Mercado ex Cuartel.
Los niños son los más curiosos, algunos piden permiso a sus padres para acercarse a la pintura, mientras que los mayores sacan sus celulares y hacen fotografías. “Esto es un regalo para los salvadoreños”, dice Rodolfo Díaz, autor del mural de nueve metros en una de las paredes de la zona y también de los coloridos diseños sobre 200 metros del pavimento de la Calle Delgado. Fueron más de cuatro meses los que este joven de 28 años dedicó al imponente proyecto. Su intención, dice, es renovar el rostro de esa zona y contribuir a atraer turistas y clientes para los vendedores y negocios que los necesitan durante la apertura económica.
“Este es uno de mis trabajos más representativos porque tiene el portencial de ayudar a otras personas”, reflexiona el artista plástico. El realce de los vendedores que se ganan la vida en los puestos y calles aledañas es el tema central de la obra que, además, se complementa con otro ambiciosos proyecto. En este caso no en una pared sino en los suelos del centro capitalino. Rodolfo también llenó de formas y colores el pavimento de la calle Delgado. 2oo metros planos que recuerdan a las vistosas alfombras que suelen elaborarse para las actividades religiosas de la Semana Santa.
“No fue tarea fácil”, confiesa el pintor, y explica que el proyecto inició hace varias semanas y que las lluvias de la tormenta Amanda fueron un problema, causando que la obra se paralizara y deteriorando los avances que hubo hasta esa fecha. Sin embargo, eso no detuvo la determinación de Rodolfo, quien continuó trabajando a pesar de tener que hacerlo casi desde cero.
“Tocaba trabajar hasta 12 horas seguidas”, recuerda, y hace énfasis en que pintar murales es uno de los procesos más lentos pero más “satisfactorios” que ha experimentado en su carrera como artista. Este, en particular, no es el primero. La obra de Rodolfo abarca ya 35 murales que personalmente ha diseñado y pintado en diferentes zonas del Gran San Salvador, desde 2017. El que más recuerda está ubicado en el pasaje Guevara, en las inmediaciones de la alameda Juan Pablo II.
El regalo de una madre
Rodolfo Díaz atribuye sus conocimientos a su madre, Berta Gutiérrez, quien es psicóloga de profesión. En 2014, la familia del artista enfrentó graves problemas económicos que los llevó a buscar ingresos en los lugares menos esperados. “Eso de que las piedras se venden nos tocó vivirlo en carne propia”, relata y recuerda que en más de una ocasión acompañó a su madre a diferentes playas de La Libertad a recolectar rocas para pintarlas y comerciar con ellas.
Fue entre piedras, lápices, pinceles y cubetas de pintura como madre e hijo encontraron la forma de salir adelante. Aunque los años han pasado, Rodolfo expresa que siguen pintando y ayudándose el uno al otro. “Hay oportunidades, solo hay que trabajar mucho”, reflexiona el joven artista y hace la invitación a todos aquellos salvadoreños que sientan pasión por el arte para que busquen la forma de seguir adelante y se conviertan en soporte para otros que atraviesen un momento difícil, “porque un lugar que antes era ocupado como un basurero ahora puede convertirse en una obra de arte”, concluye.
El proyecto fue acompañado por Glasswing, USAID y la alcaldía de San Salvador.