Falta poco para el mediodía y bajo un sol encandecente, una mujer de estatura mediana, con careta de soldador trabaja uniendo las partes de un marco de metal. Las chispas brotan de su electrodo y se reflejan en el águila estampada en su máscara de trabajo.
Su nombre es Karla Urrutia, tiene 20 años de edad, estudió bachillerato general y vive en el Barrio Candelaria, en San Salvador.
Ella asegura que la soldadura es algo que que trae en la sangre. Su padre es propietario de un taller, que funciona en su casa, desde hace 17 años, y asegura que al verlo heredó esa “pasión” por estañar el metal.
Karla recibió de Insaforp, pero su mayor sueño es cursar una carrera universitaria y estudiar ingeniería industrial.
“Desde chiquita me gustó, siempre le decía a mi papá: te ayudo a atornillar”, y recuerda que él le contestaba que su mamá la podía regañar. Sin embargo, con el tiempo y la edad, sus padres ya le permitieron dedicarse al oficio.
“Ya puedo hacer cuatro tipos de soldadura: TIG, MIG y eléctrica. La MAG aún no la termino porque el COVID no me lo permitió”, señala Karla.
En el 2019 comenzó a enrolarse en los cursos con los que ha aprendido, pero la experiencia la tiene gracias a las enseñanzas de su padre. Dice que no ha sido fácil, pues muchos la han visto de menos por el hecho de ser mujer.
Sin embargo, eso no la detiene, pues su vocación le hace ponerse la ropa de trabajo, agarrar la careta, el electrodo o la pulidora y practicar la famosa “obra de banco”, expresa y se trata de aquel trabajo que se hace sobre una superficie y no en el suelo.
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Es tanta su dedicación, que en sus tiempos libres estudia con los libros que también le heredó su padre y tratan sobre el tema de soldadura. Una autodidacta que utiliza la tecnología para desarrollarse mejor en este ámbito.
El sueño que busca cumplir es estudiar en la universidad, aún no decide en cuál. Sus amigos la motivan a que comience lo antes posible para lograr su principal objetivo.
“Me dicen que debo seguir adelante y yo digo que sí porque a mi esto me gusta. No es porque mi papá me ha inculcado, sino es porque desde siempre me ha gustado”, destaca.
Otro de sus “hobbies” es la cocina y la costura. Es una joven dedicada a su familia, pues ayuda a sus padres en los trabajos del hogar.
Su padre asegura que la apoya en todo, y no duda en escatimar la inversión de ir a la universidad, pues eso, según él, le servirá más adelante.
“Yo la admiro porque no tiene ni dos años de estar acá conmigo, y trato de guiarla para que entregue su trabajo responsablemente”, expresa Roger Urrutia, padre de Karla.
La pandemia ha afectado a su familia económicamente, pues los primeros dos meses fueron duros, pero luego de que abrieran las ferreterías ya lograron subsanar sus gastos. También aprovecharon para practicar nuevas técnicas de soldadura.
Ella incentiva a los demás jóvenes a cumplir con sus sueños, a no detenerse a pesar de los problemas que la sociedad impone por el estigma de hacer un trabajo “para hombres”.
“No importa lo que estudiemos, todos podemos cumplir nuestras metas”, recalcó Karla. “Y si hay más mujeres como yo, ejerciendo este trabajo, las felicito, porque no es fácil”, concluyó.