“Trabajó duro hasta el día en que murió”, dice el hijo de la doctora Ana Vilma García
Las razones son muchas, pero estas tres historias relatan algunos de los temores con que viven las personas que salieron de sus casas y se formaron por horas, bajo el sol, para hacerse la prueba del COVID-19 en la plaza a El Salvador del Mundo.
Desde las cuatro de la madrugada, decenas de personas acudieron provenientes de diferentes partes del país para realizarse la prueba de COVID-19 en las cabinas móviles que el gobierno dispuso, por segundo día consecutivo, en la plaza al Divino Salvador del Mundo de San Salvador. Como durante el primer día, se formaron largas filas y predominó un fuerte tráfico vehicular.
Las razones y motivos que los llevaron a formarse por dos horas, bajo un intenso sol, son tan diversas y comunes a la vez. Diversas porque en la fila se encontraban médicos, maestros, amas de casa, jóvenes, ancianos, mujeres y hombres provenientes de realidades y circunstancias distintas. En común, todos llegaron cargando un temor: el de haber sido contagiados de COVID-19. Algunos, incluso, tenían historias más comunes de lo que pensaban.
Joseph Figueroa recién sepultó a su madre, una trabajadora de primera línea, quien falleció bajo sospechas de COVID-19 el pasado miércoles 22 de julio. Ana Vilma García, madre de Joseph, trabajó por más de 30 años como médico en San Salvador. Su hijo señala que, sin importar el cansancio, siempre estuvo dispuesta a servir los demás.
“Trabajó duro hasta el día en que murió”, agrega. Ana atendía a cerca de 60 pacientes en primera línea y su hijo denuncia que no le proporcionaron ni transporte ni equipo necesario para que ella y su familias estuvieran seguros de no padecer la enfermedad.