Un gobierno de mentirosos

La lista abarca prácticamente a todo el gabinete y casi todos ellos recurren al engaño para justificar sus acciones, al punto que han perdido, para muchos, la credibilidad.

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Según las autoridades, los pandilleros se reunían en la vivienda para planificar homicidios, robos, extorsiones. Foto cortesía

Por José Miguel Fortín Magaña

2020-07-27 7:31:32

Se dice que un humano promedio miente una docena de veces al día, entre mentiras blandas y piadosas, o grandes falsedades. Unas doce veces serían, pues, lo común; pero los funcionarios de este gobierno no escatiman esfuerzos en reinventarse cada día y empezando por el presidente, pero seguido muy de cerca por sus ministros y familiares      (cosa que hoy ya no es excluyente), son, casi sin excepción,  verdaderos farsantes.

No se trata de las promesas de campaña que hiciera el candidato Bukele a la población y que para cualquier conocedor eran un conjunto de fantasías que nunca se cumplirían. No estamos hablando de la ya olvidada seguridad con la que dijo que construiría 20 obras por día, promesa que fue descartada mucho antes que apareciera la pandemia y que evidentemente fue producto de la personalidad egocéntrica y paranoica del gobernante. Ni se trata de una que otra exageración en los discursos de las interminables cadenas de radio y televisión. Acá estamos delante de una forma sistemática de gobernar, en donde siguiendo el libreto goebbeliano, el actual gobierno miente en prácticamente todo lo que dice, sin ningún problema.

En psiquiatría se llama mitomanía o pseudología fantástica a la enfermedad de mentir. Quienes la padecen, al final no logran siquiera percatarse de que están diciendo falsedades y su vida pierde credibilidad delante de quienes les conocen; pero cuando las mentiras se ejecutan para conseguir un propósito político es claro que se trata de una campaña comunicacional, ejecutada por un conjunto de sociópatas, para quienes el fin sí justifica los medios; y ese insano comportamiento es lo que vemos en este gobierno.

Pareciera ser que todos han recibido la orden de falsear la verdad; pero lo grave es que lo obedecen sin ningún miramiento. El presidente lo mismo se inventa que los italianos están matando sistemáticamente a sus ancianos, o que los costarricenses están ocultando datos o que los ecuatorianos dejan tirados los cadáveres en las calles, pero oculta información sobre los muertos salvadoreños e inaugura a medias un hospital con insumos prestados o manda a publicar una encuesta amañada, si una legítima como la de la UCA evidencia que ha caído fuertemente su popularidad.

Detrás del gobernante le siguen sus ministros y parientes, quienes mienten viendo a los ojos de quienes los cuestionan, y dicen que hacen su trabajo ad honorem o que no han violado ley alguna al otorgar contratos y licitaciones a sus familiares, a un precio mucho mayor del que se compra un producto en el Mercado. El más descarado —por lo evidente del engaño— en estos días ha sido el señor Alabí, quien se ha rehusado dar información pertinente sobre la pandemia; y siendo Ministro de Salud, es el responsable directo por la carencia de medicamento y por el pésimo manejo de la enfermedad, que ha resultado en demasiadas muertes de pacientes, médicos y personal de Salud.

Pero la lista abarca prácticamente a todo el gabinete y casi todos ellos recurren al engaño para justificar sus acciones, al punto que han perdido, para muchos, la credibilidad. Otro ejemplo es la licenciada Hill, Canciller de la República, quien descaradamente dijo en la Asamblea que el gobierno había gastado no sé cuántos millones en traer a los salvadoreños varados. ¡Qué falsedad! Cualquiera que tenga a un familiar fuera o que haya estado en esa lamentable situación sabe que todos o casi todos han viajado con su propio dinero para repatriarse, a regañadientes del Ejecutivo que se rehusaba.

Cada día en las noticias me sorprendo más delante de un gobierno central que ha hecho de la mentira su modus operandi; y que no le importa otra cosa más que estar bien posicionado en las encuestas, gastando fortunas en publicidad engañosa o apropiándose de las buenas ideas de otros, destruyendo la reputación de sus adversarios. Quiera Dios que quienes creemos en la verdad y en la integridad nunca callemos por miedo a esas mentiras, porque el mal llega hasta donde el bien lo permite.

 

Médico Psiquiatra.