Una nueva lucha

Una vez más se comprueba que la negación, o la relativización del sexo biológico acaba perjudicando a las todos (especialmente a las mujeres) y destruyendo desde lo profundo el feminismo

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Dos ciudadanos caminaban el 14 de junio en Santa Tecla, luego de la cuarentena obligatoria por COVID-19 que paralizó el país. Foto: Yessica Hompanera

Por Carlos Mayora Re

2020-07-03 7:51:03

Históricamente los movimientos de izquierda —debido a sus fundamentos teóricos enraizados en la contradicción, la oposición, y en la defensa de los derechos de las minorías— nunca han podido ser monolíticos. Con poco que se repase, uno se encuentra luchas entre revolucionarios y socialdemócratas, leninistas y trotskistas, comunistas y anarquistas… Los  tiempos que corren,  en los que internacionalmente los movimientos de izquierda han abrazado la bandera del feminismo y de la lucha por los derechos de las personas que no son heterosexuales, no son la excepción.

Ha sonado con fuerza la expulsión del Partido Feminista de España de la coalición de Izquierda Unida, debido a su oposición a firmar un documento que trata sobre los derechos de las personas transgénero. Concretamente, porque las feministas no aceptan que se permita acceder a tratamientos hormonales y a cirugía para cambiar de sexo a los menores transgénero,  ni que los adultos transgénero tengan “derecho” a acudir a dichos procedimientos, sin pasar por la consulta o la asesoría de un profesional de la medicina.

Su vocera, Lidia Falcón, explica la oposición de su partido diciendo que si “han desaparecido las categorías hombre y mujer. Si no hay mujeres, el movimiento feminista no es necesario”.

Algo similar está pasando en Inglaterra, donde el colectivo que aglutina a las personas trans se presenta como minoría discriminada, y se dedica a imponer sus ideas intentando silenciar —boicoteando conferencias en foros académicos, atacando en redes sociales a los medios de comunicación que no publiquen lo que ellos quieren, etc.— a cualquiera que se les oponga.

Los grupos feministas, y los luchadores por los derechos de los no heterosexuales, utilizan la manida práctica de llamar “discurso de odio” a cualquier argumento que se oponga a sus ideas. Lo nuevo es que están endilgando la etiqueta, y expulsando de su seno, a cualquiera que dentro de sus organizaciones tenga un discurso opuesto, como por ejemplo “Woman’s Place UK” y “LGB Alliance”, organizaciones que defienden los derechos de las mujeres, incluidas las mujeres lesbianas.

Lo que está sucediendo, en el fondo, es que el feminismo se siente amenazado por una ideología que invade su territorio: una forma de pensar basada en criterios culturales, de corrientes de opinión, arbitraria y, en último término, impuesta por argumentos de poder.

El activismo trans es una manera de pensar que hace caso omiso de criterios objetivos, y que basa la diferenciación entre hombre y mujer en lo que se ha dado en llamar la ley del deseo, que como escribe un analista ha tenido una evolución comprobable a lo largo de los últimos años: “al principio se hablaba de transexuales que querían cambiar de sexo con hormonas y cirugía. Luego se quiso “despatologizar” el cambio, con el reconocimiento de que uno podía cambiar de sexo con una mera declaración performativa, que le transformaba por la mera fuerza de las palabras. Y después “mujer trans” se ha transformado en un término global que ampara a cualquiera que siente que es mujer”.

Un punto en el que, por supuesto, no están de acuerdo los colectivos coherentes de feministas, quienes cada vez más se apoyan en la realidad del sexo y no en la auto percepción del género de cada uno/a, para defender unos derechos que ven amenazados.

En corto: después de tantos años luchando por defender los derechos de las mujeres por ocupar espacios injustamente reservados a los hombres, ahora resulta que se encuentran con individuos nacidos varones que aseguran ser mujeres, y que quieren desplazarlas y disputarles espacios que ha costado años de activismo conquistar. Con lo que una vez más se comprueba que la negación, o la relativización del sexo biológico acaba perjudicando a las todos (especialmente a las mujeres) y destruyendo desde lo profundo el feminismo, pues donde impera la ideología, la realidad -simplemente-, no cuenta.

 

Ingeniero @carlosmayorare