José Miguel Vivanco: “En su primer año, Bukele ha revelado una tendencia autoritaria preocupante”
El director para las Américas de Human Rights Watch ve un significativo esfuerzo por desmantelar las instituciones democráticas por parte del presidente de El Salvador y advierte que este no es un buen aliado para los demócratas del mundo.
Como se ha advertido anteriormente, Nayib Bukele está siguiendo un peligroso libreto que en otros rincones del hemisferio y el mundo ha llevado al debilitamiento casi completo de los sistemas democráticos.
Este experto ve con miedo las políticas del joven mandatario pero destaca que en el país aún hay cortes valientes y una defensa de la institucionalidad, sin las cuales, considera, habría un panorama mucho más gris.
Finalmente, en esta, que califica como una de las entrevistas más duras que ha dado, advierte que el presidente salvadoreño no es un socio confiable para los demócratas del mundo, quienes al acercarse a él ponen en entredicho su credibilidad. De esto conversamos:
Cada vez es más recurrente destacar elementos que muestran a Nayib Bukele como un líder autoritario. ¿Sigue compartiendo esas visiones?
La mayoría de los autócratas ejecutan un libreto similar para socavar o debilitar la democracia. Mantienen una retórica anti-establishment, estigmatizan constantemente a los partidos políticos, el Congreso y el Poder Judicial. Se posicionan como los únicos y verdaderos intérpretes “del interés y necesidades del pueblo”, y tildan a los opositores y críticos de enemigos de la patria o de un pueblo supuestamente inerme. Además emplean mecanismos despóticos para concentrar el poder, militarizan la gestión gubernamental, atacan violentamente a quienes los cuestionan, especialmente a los medios de comunicación independientes y a las organizaciones de la sociedad civil, así pueden avanzar en la construcción de una sociedad sin estado de derecho, para perpetuarse en el poder.
Bukele sigue al pie de la letra el libreto del populista mesiánico y, en muy poco tiempo, se ha convertido en una excelente caricatura de este fenómeno. La operación militar del pasado 9 de febrero contra la Asamblea Legislativa, fue la primera y más reveladora muestra de su carácter autoritario, que probablemente terminará sellando su suerte. Para qué hablar del manejo de la pandemia, plagado de arbitrariedades y opacidad, con descarado desacato a los fallos de la Corte Suprema y acusando a medio mundo de “asesinos” por criticar sus excesos.
“La comunidad internacional evalúa a Bukele no por sus promesas de campaña ni características personales, sino por cómo gobierna El Salvador. Su imagen hoy en día es distinta y el país ha pasado a ser uno de los focos de preocupación regional”.
José Miguel Vivanco,
Antes de asumir la presidencia, parecía haber una fascinación por Bukele fuera del país. ¿Considera que se está desinflando esta historia fuera de El Salvador?
Creo que Bukele llamó la atención por una serie de características personales como su juventud, el intenso uso de las redes sociales como plataforma de campaña, sus promesas de cambio y modernización del país. Además, sorprendió por derrotar estrepitosamente, después de 30 años de gobierno, a los dos conglomerados principales, el FMLN y ARENA. Bukele hizo campaña como un “outsider” (candidato de afuera del sistema), un líder que venía con una nueva impronta para gobernar el país. Su aparato propagandístico fue muy exitoso y logró vender esa imagen, especialmente si uno sabe que había sido alcalde de la capital por el FMLN, es decir que “outsider” no era.
Ninguna de estas cualidades personales advertía cómo Bukele iba a gobernar el país. Lo que está ocurriendo ahora, es que la comunidad internacional lo evalúa no ya por sus promesas de campaña ni características personales, sino por cómo gobierna El Salvador. Medido con esa vara, la imagen de Bukele hoy día es muy distinta y el país ha pasado a ser uno de los focos de preocupación regional.
¿Comparte la apreciación de The Economist de qué busca ser el primer dictador millennial o es exagerado usar la palabra dictador?
La comparto. No es una exageración. El país está sufriendo graves retrocesos en materia de derechos humanos, libertad de expresión, respeto a la separación de poderes, etc. En tal sentido hay consenso internacional que en su primer año Bukele ha revelado una tendencia autoritaria preocupante que continúa agravándose con el paso del tiempo. La cantidad de abusos que hemos registrado a raíz de la emergencia de COVID-19 es alarmante. Miles de personas confinadas, sin recursos para defenderse, en centros de contagio de manera arbitraria e ilegal por violar la cuarentena, pese a las sentencias de la Corte Suprema que lo prohíben, acompañado de sistemáticos ataques a medios de comunicación y organizaciones de la sociedad civil que denuncian estas violaciones a los derechos fundamentales.
Si a lo anterior, usted le suma que ya el gobierno está hablando de modificar la Constitución, con el evidente objetivo de permitir la reelección de Bukele, creo que hay suficientes razones para preocuparse y encender todas las alarmas. Esta película la hemos visto mucha veces en América Latina con las dictaduras de Ortega, en Nicaragua, Correa en Ecuador, Fujimori en Perú, Chávez en Venezuela, etc. El reto es defender la democracia salvadoreña y apoyar a aquellos sectores e instituciones que están dando la pelea para impedir que Bukele se salga con la suya y termine imponiendo una dictadura en El Salvador. No será fácil pero no tenemos opción.
¿Será oportuno o es más bien prematuro colocar al presidente salvadoreño junto a autócratas de la talla de Erdogan u Orban (líderes autoritarios de Turquía y Hungría, respectivamente)?
La gran diferencia entre lo que vemos en El Salvador y lo que ocurre en Turquía y Hungría radica principalmente en que, en El Salvador, afortunadamente existe independencia de los órganos de control, tanto el legislativo como el judicial. En El Salvador, la Asamblea Legislativa y, en forma muy especial, la Corte Suprema, han demostrado un fuerte compromiso con la Constitución para resistir la demagogia populista y las frecuentes embestidas de Bukele. Lo mismo ocurre con la prensa independiente y las organizaciones de la sociedad civil, que cumplen un rol clave al denunciar y controlar las políticas del ejecutivo, muchas veces bajo amenazas e intimidación. En otras palabras a diferencia de Hungría y Turquía, en El Salvador las instituciones democráticas no son de fachada, son genuinas.