Con dos títulos consecutivos en Alianza y otros dos con Marte, Hernán Carrasco Vivanco era el candidato ideal para tomar las riendas de la Selecta en 1970, tras el despido de Gregorio Bundio. Pero había un pequeño gran problema: tendría menos de dos meses para confeccionar y preparar el equipo para cumplir un honroso papel en su primera Copa del Mundo.
Carrasco ya había dirigido a la Selección a su llegada al país en 1965. Por aquellos días ya figuraban Salvador Flamenco Cabezas, Roberto Rivas, Jorge Vásquez, Alberto Villalta, “Ruso” Quintanilla”, Mauricio Rodríguez, Elmer Acevedo, “Mon” Martínez, Sergio Méndez y Gualberto Fernández, que fueron la base de la Selección olímpica de México 1968.
A dos meses del Mundial, el entonces presidente de la República, Fidel Sánchez Hernández, le pidió personalmente a Carrasco que se hiciera cargo de la Selección, aunque lógicamente el chileno tenía sus dudas y hasta declinó dos veces dicha propuesta.
“Tuve que hacerme cargo de una selección que a cualquier técnico tenía que tenerle muy preocupado y muy nervioso, por tanto problema que tuvo. (…) Tuve que hacerme cargo después de varios momentos de decir que no quería, porque faltaban a dos meses antes del mundial y había que ir a una gira de fogueos a Perú. No estábamos preparados, pero me comprometí con el señor presidente”, confiesa.
Aquella Selecta vivió los meses previos al torneo sumido en una gran tensión: jugadores eran apartados del equipo por reclamar viáticos y premios por la clasificación, imposición de otros jugadores que no habían participado siquiera en la eliminatoria y muchas tensiones entre Carrasco y el entonces presidente de la Fesfut, el coronel Mario Guerrero, quien incluso casi obliga a bajar del avión rumbo a México al portero Raúl Magaña “porque había dicho que (los dirigentes) se habían quedado con los uniformes” que usaría el equipo en Mundial. “Yo no podía dejar afuera a todos esos jugadores que habían clasificado”, afirma el extimonel.