En un año, el autoritarismo de Bukele ha recibido duras condenas internacionales

En un año, el presidente logró desdibujar su imagen internacional al golpear democracia. Decenas de prestigiosos medios ahora dan cuenta de su desdén por la institucionalidad.

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Esta caricatura de Alecus, publicada en El Diario de Hoy el 10 de febrero, muestra a Bukele similar a Nicolás Maduro, quien también ha amenazado al Parlamento con militares.

Por Ricardo Avelar

2020-05-31 10:49:15

“El Salvador se enfrenta al COVID-19 con improvisación militarizada”. Ese fue el duro titular de una nota que el 31 de marzo publicó el prestigioso medio alemán Deutsche Welle.

Este titán del periodismo europeo fue de los primeros medios internacionales en advertir que lejos de escuchar a los científicos y aplicar todas las medidas sanitarias con respeto irrestricto por los derechos humanos y la institucionalidad para prevenir el avance del COVID-19, el presidente estaba echando mano de las fuerzas armadas y la represión de la ciudadanía.

Y como este titular, han llegado muchos más de diferentes partes del mundo que han destacado cómo el presidente salvadoreño está abandonando las formas democráticas y poco a poco muestra más su faceta autoritaria.

Esto se ha visto agravado por la crisis del COVID-19, la cual ha expuesto a su administración que toma decisiones atropelladas, pero no ha escatimado esfuerzos en consolidar poder y atacar de manera muy feroz a quienes le critican.

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La exposición mediática de estos excesos de poder supone un gran cambio en muy poco tiempo. Antes de estos duros señalamientos de la prensa internacional, en estos espacios la imagen de Bukele lucía “fresca” y periodistas de diferentes rincones del mundo aún confiaban en que en efecto se estaba pasando la página de la posguerra.

Pero el desencanto llegó y sus expresiones han sido notorias. El semanario británico The Economist fue más allá y aseveró que Bukele está convirtiéndose en el primer dictador millennial. Esta revista incluso ironizó que el estilo de gobierno, que depende mucho de una presencia constante en redes sociales, busca que sus funcionarios le digan “sus tuits son mis órdenes”.

Asimismo, en medio de la crisis sanitaria, el presidente experimentó un repunte de homicidios, al cual respondió con duras medidas en los centros penales e imágenes de cientos de reos hacinados y semidesnudos, en momentos en que se ha recomendado (y legalmente exigido) distanciamiento social.

Estas brutales imágenes le generaron una nueva ola de críticas al mandatario. Nuevamente la Deutsche Welle mostró su preocupación, con el titular: ¿Peligra, otra vez, la democracia en El Salvador?, y una nota que describía la posible debacle institucional de este país que tanto sangró por alcanzar una democracia respetuosa de derechos humanos.

El caricaturista mexicano Monero Rapé lo mostró como un monarca en su silla rodeado de los reos en la situación antes descrita (ver imagen en siguiente página).

Y más allá de los medios de comunicación, importantes instituciones como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Human Rights Watch y la misma comisionada para derechos humanos de la Organización de las Naciones Unidas, Michelle Bachelet, censuraron esta decisión, como inhumana.

“Vemos estas imágenes de privados de libertad en las cárceles de El Salvador con gran preocupación. Estas son escenas donde la gente está hacinada de manera humillante y deshumanizante”, manifestó Amnistía Internacional, que colocó la imagen que la misma presidencia circuló, acaso de manera “triunfal”, pero que le resultó dañina en su imagen internacional.

El infame 9F

Antes incluso del avance del COVID-19, el mandatario salvadoreño ya daba de qué hablar por sus actitudes poco democráticas. La militarización del Congreso el 9 de febrero, lógicamente, le ha traído durísimas críticas porque exhibió no solo un incipiente carácter autoritario sino su actitud frente al disenso y al balance de poderes, pilar de la democracia.

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El titular más elocuente vino del editorial del Washington Post que el 19 de febrero afirmó que “El presidente de El Salvador viola de manera alarmante las normas democráticas”.

Consciente de esto, Bukele gestionó un espacio en la sección de opinión del Miami Herald. En este, intentó elucubrar excusas e hizo al menos una docena de comentarios inexactos o abiertamente falsos para defender lo indefendible.

La prensa internacional, sin embargo, no ha terminado de sucumbir a su aparato de comunicación, y los titulares duros y las condenas siguen llegando.

No solo los medios lo denuncian

Las actitudes del presidente ya llegaron a los círculos más altos de toma de decisiones en Estados Unidos, el socio más importante de El Salvador.

Congresistas opositores han denunciado su desdén por la democracia y le exigen retomar la senda institucional. Esto no es poca cosa, pues estos tienen influencia en la cooperación que El Salvador recibe y necesita.

Y su principal aliado, la administración Trump, ya no puede defenderlo ciegamente. En su última certificación al país ya da cuenta de debilitamiento democrático e intentos de silenciar a la prensa libre.

Si bien Bukele ha recalcado que el documento reciente del Departamento de Estado exonera a su gobierno y recomienda seguir cooperando con él, la marca ya está ahí: su aliado más cercano lo identifica como un presidente alérgico a la crítica y los controles.

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