El paisaje era desolador: rocas, pedazos de paredes, lodo, una densa neblina y tres ataúdes en una habitación oscura. Eso quedó en el cantón Las Granadillas, del municipio de San Juan Opico, en La Libertad, después de que una avalancha de lodo y piedras a arrasara con todo a su paso, incluyendo varias casas.
Los residentes de ese lejano caserío enquistado en el volcán de San Salvador, comenzaron a escuchar “unos estruendos” en medio de la tormenta, pero no fue has que el sol salió que se dieron cuenta de todos los estragos y de que varios de sus vecinos habían muerto.
“Cuando salí, vi a mi tío que pedía auxilio gritando mientas buscaba entre los escombros a mis primos”, relata uno de los sobrevivientes
Aquel estruendo no fue otra cosa que el sonido del deslave destruyendo la casa en donde residía la familia Renderos Pérez y otra casa aledaña, de la familia Melara.
Esta última familia no sufrió daños a pesar de que su vivienda también fue, prácticamente, arrasada por la avalancha que bajó de las faldas del volcán.
La avalancha acabó con la vida de los hermanos Remberto y Óscar Renderos Pérez, de 16 y 25 años, y de la compañera de vida de Óscar, Marisel Rodríguez, de 30 años.
Los dos jóvenes eran estudiantes; además, el menor, ayudaba a su padre en tareas agrícolas, mientras que el mayo, trabajaba en una maquila, en una zona franca de Ciudad Arce, indicaron familiares. Marisel era ama de casa y ayudaba eventualmente a su pareja.
Los tres murieron soterrados y no fue hasta en horas de la mañana que sus cuerpos fueron rescatados. En el caso de Remberto, un familiar dijo que cuando lo rescataron bajo los escombros de la casa, aún estaba vivo, por lo que intentaron llevarlo a un hospital; sin embargo, falleció en el trayecto.
Al deslave sobrevivieron Remberto Renderos García, de 54 años, y María Luz Pérez, padres de Remberto y Óscar. También sobrevivieron otros dos hijos de la pareja, de 11 y 14 años.
Relato de los sobrevivientes
Ricardo García, uno de los sobrevivientes de la avalancha, recuerda cómo en la madrugada la lluvia caía sin parar. “Creo que nadie ha dormido toda la noche. Yo tenía presentimiento de que algo podía pasar”, dice.
Fue alrededor de las cinco de la madrugada cuando Ricardo comenzó a escuchar “grandes estruendos”: el sonido de rocas chocando entre sí y la corriente de agua y lodo que se abría pasó con fuerza en la ladera de la montaña, relata.
El ruido se hizo cada vez más fuerte y Ricardo no encontró otra alternativa que quedarse dentro de su casa y no abrir la puerta hasta que hubiese algo de luz para investigar de donde procedían los estruendos.
Fue hasta las seis de la mañana que salió de su hogar y se enteró que la casa de sus vecinos ya no existía y que Remberto y María Luz buscaban desesperadamente sus hijos entre los escombros.
Fueron los vecinos y familiares de las víctimas quienes realizaron la búsqueda y el rescate. Ellos afirman que, en la zona, nunca había sucedido algo similar.