CRISIS POLITICA SIN AHORRO NI REMESAS

descripción de la imagen
El ministro de Hacienda, Nelson Fuentes, muestra un cuadro que resume los préstamos que ha negociado. Todos son con organismos multilaterales.

Por Napoleón Campos

2020-05-18 9:57:38

El 26 de febrero, cuando Noruega -una nación de un poco más de 5 millones de habitantes- aplicaba ya cientos de pruebas, una mujer dio positivo convirtiéndose en el primer caso confirmado de coronavirus. A la fecha, el país escandinavo ha proclamado el control estratégico sobre el COVID-19 tras 8 mil contagios y 232 fallecidos. En sus hospitales, a la fecha, permanecen únicamente 50 personas hospitalizadas, 20 de cierta gravedad.

En Noruega, no ha habido crisis constitucional ni institucional. Al contrario, al shock humano, económico y social, Noruega planifica la recuperación post-coronavirus con unidad nacional y ahorros. Su Fondo Soberano gestiona la riqueza derivada del petróleo. El primer yacimiento en Noruega se descubrió en el Mar del Norte en 1969 cuando en Centroamérica se libraba la guerra entre Honduras y El Salvador. Durante ciclos de altos petroprecios, Noruega recaudó hasta US$ 40 mil millones anuales. En 1990, fue creado el Fondo para garantizar las pensiones de los ciudadanos. El Fondo es un instrumento de ahorro de largo plazo. Al 2015, el valor de mercado del Fondo superó el millón de millones de dólares. Para la fase recuperación, los noruegos harán uso de “apenas” US$ 50 mil millones del Fondo. Así, no afectarán su presupuesto nacional y no contraerán deuda.

Centroamérica, y en particular El Salvador, sin ahorros, con un severo shock productivo y exportador, con cada vez con menos remesas, la reconstrucción post-coronavirus será cuesta arriba. Con crisis política, coronada con la usurpación de funciones legislativas perpetrada por Nayib Bukele a medianoche del 16/05/2020, el panorama se vuelve una situación-límite.

Centros de investigación, universidades, expertos, organizaciones de migrantes, han coincidido sobre los impactos más positivos que negativos tanto económicos como sociales y políticos en el corto y en el largo plazos para las familias, los países y regiones receptores de remesas.

El Banco Central de Reserva (BCR) reportó que las remesas a El Salvador del primer cuatrimestre 2020 no sólo han caído un 10% respecto al mismo cuatrimestre 2019 (US$ 175 millones menos), sino que de febrero a marzo 2020 cayeron US$ 10 millones y de marzo a abril US$ 152 millones. El efecto que advertíamos sobre la masiva destrucción de puestos de trabajo en EEUU desde nuestra primera colaboración 2020 en El Diario de Hoy (“Coronavirus. Globalización e Historia”, 04/04/2020), lamentablemente se hizo realidad: al 15/05/2020, EEUU ha perdido alrededor de 37 millones de empleos, casi un 25% de su población activa, destrucción sin parangón desde la Gran Depresión de 1929. Allí reside el shock sobre las plazas de trabajo para nuestros connacionales en ese país.

El 2019, antes del cambio de gobierno, fue publicada la “Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples 2018”. La Encuesta informó que en torno a 400 mil hogares salvadoreños eran receptores de remesas. Los datos exhiben la acumulación histórica del esfuerzo de nuestros compatriotas: tan sólo 3.22 % de los hogares receptores de remesas eran de pobreza extrema, 15.33 % de pobreza relativa y el 81.35 % eran no pobres; es decir, las remesas, diacrónicamente, han cumplido masivamente el doble rol de sacar de la pobreza a miles de familias y evitar que otras tantas no caigan en la pobreza.

Las remesas, mayoritariamente, son utilizadas para el consumo. Su flujo permanente y creciente, tras la recuperación de la crisis financiera de 2008 (ese año cayeron arriba del 9%), robusteció su calidad de fuente de divisas para pagar importaciones y cubrir el déficit de la balanza comercial (hasta en un 100%). Así, las remesas, según el año que se considere, equivalen entre el 15 % y el 20 % del PIB.

Este ensamblaje se desvaneció en días. El PIB caerá casi un 5 % este 2020. Según el BCR, las exportaciones salvadoreñas a abril 2020 sumaron US$ 1,682.3 millones, inferior en US$ 250.2 millones respecto al cierre del mismo período de 2019, con un crecimiento interanual negativo de -13 %. El cierre, con policías y soldados, de empresas exportadoras -que cumplían con las medidas sanitarias correspondientes- empeorará la perspectiva al corto plazo. A menos empleos y remesas en los hogares en El Salvador, habrá más hambre y desde el hambre no hay consumo. Para el Banco Mundial la caída de remesas superará el 19 %. El horizonte negativo se completa con el cuestionamiento en los portales más prestigiosos como Bloomberg (donde consultan inversionistas y tenedores de bonos internacionales) sobre el irresponsable endeudamiento ante el COVID-19 y el autoritarismo de Bukele.

Ciertamente, el COVID-19 desdibuja fronteras. Hoy, entre los países más golpeados en contagiados y fallecidos se cuentan a cuatro de las potencias con escaño permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas: EEUU, Rusia, Gran Bretaña, Francia. China, origen del virus, es la quinta potencia. Y, también es cierto que su combate efectivo o no, en cada colectividad, depende de las condiciones reinantes tanto políticas como económico-sociales, científicas y técnicas.

El “Pulgarcito de América” sufre la etapa más difícil de su evolución desde la guerra civil en los 80s. La crisis dejó de ser sanitaria para Bukele hace mucho, si es que alguna vez lo fue. Engullir la pandemia desde una estrategia política no tiene parangón. Constituye el epítome de la actual tragedia salvadoreña.