Roberto Alfaro, de 47 años, conocido en el mundo artístico como Cocolito, lleva cuatro meses sin subirse a una tarima y dos en los que su circo ubicado en Quezaltepeque permanece con las puertas cerradas.
Debido a la cuarentena domiciliar y a la suspensión de los espectáculos públicos, el artista se quedó sin un ingreso fijo para su hogar el cual comparte con su esposa, sus tres hijos de 16, 19 y 21 años, y dos de sus compañeros quienes también tienen un número artístico en su circo.
Debido a los pocos ingresos y a la escasez de alimentos, desde ayer decidió instalar su propia venta de verduras y frutas en las afueras del centro comercial Campos Elíseos, de Ciudad Versalles, frente a la iglesia católica, lugar en el que reside desde hace diez años.
“El artista que dice que se está muriendo de hambre es porque es haragán, porque hay mucho como salir adelante, Dios nos dio la fuerza, la sabiduría y las amistades para poder montar la venta”, indicó el artista.
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Antes de poner el negocio, el comediante salvadoreño confesó que se sostuvo gracias a unos ahorros, donaciones de sus amistades y los $300 del bono otorgado por el Gobierno.