Jóvenes de Santa Marta aseguran la alimentación de su comunidad

Los agricultores producen cultivos con sistemas hidropónicos y organopónicos, con el objetivo de proveer, en primer lugar, alimentos a su comunidad ante la crisis Covid-19.

Por Jessica Guzmán

2020-05-02 9:30:22

Santa Marta, un pequeño cantón en Ciudad Victoria, Cabañas, nunca se ha detenido a pesar de las crisis que viene afrontando desde décadas atrás; los jóvenes están organizados para bien de su comunidad y ahora, ante la emergencia por el coronavirus o Covid-19, lo están demostrando una vez más.

Peter Nataren, quien es originario de ese cantón, tiene 32 años de edad y 16 de dedicarse a la agricultura; él y un grupo de 10 jóvenes decidieron tomar la iniciativa y crear un plan agrícola para prevenir una posible crisis alimentaria derivada de la pandemia que se vive a nivel mundial.

“Ahora esta etapa en la que estamos ya cambia la lógica de todo, por el momento de emergencia en el que estamos, decidimos la parte de investigación técnica y entrenamiento de nuestro proyecto en el invernadero y ahora hay que asegurar la alimentación de la comunidad, nuestra prioridad es la comunidad”, expresó Nataren, quien además es especialista en metodologías de ampliación de la agricultura orgánica en el Trópico.

“El Salvador no tiene seguridad alimentaria; la mayoría de vegetales se importa de otros países; entonces nuestro reto es que nuestra comunidad tenga seguridad alimentaria”, Peter Nataren, dirigente del proyecto en Santa Marta, Cabañas. Foto EDH / Menly Cortez

Para esto los muchachos cuentan con dos herramientas vitales, las ganas de hacerlo y el Inver (que es el proyecto denominado Innovación Vegetal Rural) en el que vienen aprendiendo y desarrollando técnicas de cultivos desde el 2003, con sistema hidropónico.

Entonces decidieron transformar ese sistema de cultivo, que para ellos es poco sostenible, en organopónico, basados en lo que aprendieron años atrás de un intercambio con agricultores de Cuba, para que las familias de la comunidad no solo puedan obtener productos cosechados del Inver, sino que tengan sus propios cultivos en espacios incluso muy reducidos en sus hogares.

“Se tiene que producir compostaje y echar a andar la producción; es pasar de lo hidropónico a organopónico y a partir de ahí enseñarle a la campesina, al campesino que ellos sí pueden producir; incluso usando tecnología de riego y con estos conocimientos lo vamos a lograr”, explica Nataren.

Los 11 jóvenes han asumido el reto de ampliar un 50 % el invernadero para sacar cosechas de pepinos, tomates, repollo, cilantro, berenjenas, rábanos, papas, espinaca, zanahoria, incluso kale que no es muy conocida, pero que tiene mucha proteína.

Para esto han ampliado el espacio de cultivo, lo están trabajando y pronto harán una convocatoria para que mujeres también se sumen al proyecto de cultivo y aprendan el proceso del compostaje, que es fertilizante orgánico.

El sistema hidropónico se está pasando al organopónico para que pueda aprovecharse, incluso en espacios pequeños. Foto EDH / Menly Cortez

Parte del proceso

El joven agricultor explicó que se debe trabajar la tierra negra y se le agrega estiércol de ganado, hongos de la montaña para que combatan otros hongos y a las bacterias dañinas.

Luego, en el área donde se cultivará, separa el suelo que no es nutritivo, con estopa de coco molida (estas estopas de coco las recogen en la carretera que botan los vendedores de coco), entonces cubre el área con la fibra de coco, luego se pone la capa de tierra preparada de unos 50 centímetro, rodeada de marcos de madera para mayor control de riego y cultivo.

Conocimiento y dedicación

Miguel Ayala, otro de los jóvenes que integran el proyecto, explica que se debe tener mucho cuidado con los sistemas de cultivo, ya que las plantas son delicadas y acechadas por el mal clima y las plagas.

“Cada planta merece un cuidado personal, aplicaciones de fertilizantes, pues se debe mantener el balance nutricional; estar pendiente del sistema ya que en cualquier momento faya y la planta no se desarrolla como debe ser”, explica Ayala, quien es técnico en Procesamiento de Lácteos y Carnes, pero tiene nueve años de ser parte del Inver.

Carlos P. es uno de los más jóvenes, tiene 16 años y apenas poco más de un mes de integrar la iniciativa; sin embargo, se muestra emocionado en el trabajo agrícola y asegura que le gusta.

“Me gusta venir a regar las hortalizas, verlas crecer y aprender aquí todo sobre los cultivos”, asegura el joven quien vive solo con su abuela, ya que su madre se fue a trabajar a Estados Unidos para sacarlos adelante, cuando él era un niño.

El Inver

Nataren señala que el Inver fue el primer invernadero industrial en El Salvador con tecnología de última generación en el año 2003; por una cooperación española para un proyecto de agricultura hidropónica en el país para entrenar estudiantes y agrónomos sobre ese sistema.

De ahí estos jóvenes han aprendido y aprovechado sus conocimientos, ya que aunque el proyecto quebró en el 2005 porque ya no había cooperación, tampoco ha recibido ayuda de ningún gobierno, un grupo de jóvenes de bachillerato, incluido Nataren, en el 2006 decidieron tomarlo.

El proyecto sigue con vida, ahora para combatir la pandemia que sufre el país.