Los integrantes del gabinete de gobierno y los opinadores profesionales que parecen estar asesorándolos, o, por lo menos, celebran todo lo que éstos hacen sin dejar espacio para el respeto propio, conforman un grupo peculiar. Colectivamente, presentan características muy similares a las que he observado en el típico grupo de trabajo universitario. Esto le está pasando una factura a nuestro país cuyo costo es incalculable.
En las clases que imparto para el programa de licenciatura en criminología de la universidad he observado que los estudiantes muy raras veces conforman sus grupos de trabajo considerando qué puede contribuir cada integrante para maximizar las probabilidades de obtener una buena nota. Aunque hay excepciones, la regla general es que mis alumnos basan la selección de sus compañeros de grupo en criterios como la simpatía y la amistad. Así, los grupos de trabajo casi siempre terminan conformándose entre amigos.
El problema con esta dinámica es que los estudiantes no buscan a los mejores candidatos para desempeñar las tareas del trabajo, sino armar un grupo con gente que les cae bien. Hace unos meses, por ejemplo, dejé un ejercicio sobre técnicas estadísticas para el análisis criminal que mis alumnos tenían que resolver durante la clase. Como era de esperarse, la mayoría de la clase buscó armar su grupo con amigos y no con los que se habían sacado 10 en el parcial. Aunque todos los grupos pusieron a cargo de resolver el ejercicio al integrante del grupo con las mejores habilidades matemáticas, en algunos casos esta persona era alguien que se sacó 6 en el parcial, ya que los demás miembros del grupo lo aplazaron. Indiscutiblemente, esto tiene un impacto sobre la calidad del trabajo que entregaron al final.
Es muy fácil anticipar cómo este criterio de selección de los integrantes de un grupo de trabajo se convierte en un problema mucho más grave cuando se utiliza en otro contexto, donde las consecuencias van mucho más allá que una mala nota. Muchos expertos señalan, por ejemplo, que uno de los principales riesgos que corren las empresas familiares es precisamente dejar los negocios en manos de parientes sin la preparación o trayectoria profesional necesaria. Esto rápidamente se traduce en decisiones poco inteligentes y, con mucha frecuencia, en errores que llevan a que la empresa familiar quiebre.
Basta con revisar las trayectorias de los integrantes del gabinete de gobierno para identificar que, en la mayoría de los puestos, no se buscó reclutar a los mejores profesionales y que, probablemente, el criterio de selección que se utilizó para escogerlos fue su nivel de afinidad y amistad con el presidente. Lastimosamente, esto ha llevado a que se cometan errores gravísimos en distintos frentes que le costarán al país mucho. Sin duda, armar una red de opinadores profesionales es un paso ineludible para dar falso sustento a los desaciertos.
Sin embargo, este escenario ha producido algo positivo. La gravedad de los errores ha motivado a muchos profesionales con respetables trayectorias y preparación ofrezcan su opinión públicamente y de forma gratuita. Los distintos espacios de opinión están llenos de posturas críticas formuladas por personas con el conocimiento y la experiencia necesaria. La brújula del gobierno deben ser sus críticos. Cada crítica conlleva una oportunidad de mejora. Es de mediocres y lentos verlas como ataques y no como consejos.
Criminólogo.