Fabio Castillo, doctor en derecho y con especialidad en constitucionalismo, no oculta su alarma ante la retórica y las acciones del presidente Nayib Bukele, quien abiertamente acepta desconocer fallos de la Sala de lo Constitucional y desafía a la institucionalidad. Esto, dijo en una plática con El Diario de Hoy, puede llevarnos a romper la democracia.
Asimismo, lamentó que el presidente no tenga un equipo jurídico competente y rechazó que los derechos fundamentales sean obstáculos para combatir amenazas como el COVID-19 o la violencia de pandillas. Esto es lo que conversamos:
Hay quienes ven que la democracia es una posible víctima de la pandemia actual. ¿Comparte esta apreciación?
La democracia no está en riesgo en los estados de derecho, está en riesgo en este país. Y no es que vaya a sufrir, ya la democracia sufrió algunas heridas en el tiempo de emergencia y el inmediato anterior. El 9 de febrero fue antes de la emergencia.
Sin embargo, yo tengo mucha fe en dos personas que están en el círculo del presidente: Carolina Recinos, que es brillante, sensata y tiene capacidad ejecutiva. Espero que tenga la suficiente cercanía con el presidente para hacerlo entrar en razón.
Y el otro es el vicepresidente Félix Ulloa, mi gran amigo. Es un jurista consumado, que en el periodo de Funes y Sánchez Cerén abogó por el respeto a las sentencias de la Sala de lo Constitucional y debe estar desconcertado con las declaraciones y actuaciones del presidente. Félix tiene un prestigio enorme y si le expresa su opinión al presidente, le hará ver lo inadecuado de sus declaraciones.
¿Qué tanta responsabilidad del declive democrático cae en el presidente?
Toda. Toda en él. Los asesores de él son en general mediocres, algunos serviles. No creo que le hayan expresado otra opinión, sino decirle “tiene razón señor presidente” y buscar justificaciones a veces estúpidas para las palabras y los actos del presidente.
¿Dónde se nota más esta incapacidad?
Yo soy abogado. Lamento decirlo pero en el círculo del presidente no hay ninguna capacidad jurídica y si la hay, quien la tiene no tiene la valentía de decirle al señor presidente “eso no se puede hacer”. Esa es el área en que puedo opinar.
No sé si están bien las medidas sanitarias y espero estén bien, pero en el área jurídica sí veo incapacidad y poca valentía para expresarle opiniones correctas que le puedan contradecir.
¿Había visto antes un Gobierno que se comportara así?
El presidente ha demostrado cosas muy buenas, como que sabe mandar y en efecto manda. En este momento, ningún salvadoreño hubiera tenido esa capacidad de decidir. Pero tampoco hay salvadoreños con la incapacidad de rectificar que ha demostrado él, toma decisiones pero no corrige, ni enmienda, ni revoca en caso no den resultado, se mantiene en la decisión que tomó. Tiene una inhabilidad para corregir y eso es grave.
Yo no discuto las medidas, doy por cierto que han sido las atinadas, pero en muchas de ellas ya se notó que hay que modificarlas o aplicarlas y él no sale de lo que ya decidió.
Una herramienta para rectificar es la Sala de lo Constitucional, pero él la ha desafiado. ¿Qué señal da esto?
Vemos la actitud más antidemocrática en este país desde la firma de los Acuerdos de Paz. Nadie nunca se atrevió a decir que desobedecería a la Sala. Los gobiernos del Frente expresaron inconformidad con lo resuelto, pero cumplieron todo lo que la Sala dijo. A mí me preocupa el argumento del presidente: “No es posible que cinco personas atenten contra la vida de los salvadoreños”. Pero parece que él cree que una persona, es decir él, puede atentar contra la democracia del país y eso no debe ser.
Ese es uno de los aspectos que más me duelen. Yo defendí en los gobiernos del frente que debían cumplir las resoluciones de la Sala, lo dije públicamente. Hice ver que las resoluciones de la Sala se cumplen, pues esta está para decirle al Ejecutivo y al Legislativo “¡No, eso no está bien!”
Hay cosas que le critican al presidente pero están dentro de sus atribuciones. Podemos estar en desacuerdo con sus vetos, pero es su atribución. Él tampoco tiene por qué criticar a la Sala por dictar sentencias de obligatoriedad general, ni a la Asamblea porque apruebe leyes o las ratifique después de haberlas vetado.
Esta actitud pasa poco después del 9F. ¿Es un patrón repetido de desafiar la separación de poderes?
El 9 de febrero se dio el intento fallido de golpe de estado o, como lo llamo yo, la violación a las normas constitucionales. Después de eso ha habido explicaciones tan absurdas sobre su llegada a la Asamblea, como que era la escolta presidencial la que fue, la cual me parece algo excesiva. Luego se dijo algo más absurdo: que los militares llegaron a proteger a los diputados. ¿De quién? Ahí estaban el gabinete y las personas que el presidente había convocado para un asomo de insurrección. Entonces dice que envía militares a reprimir a quienes él mismo había convocado.
La verdadera explicación la dio (en una entrevista): fue para presionar a la Asamblea, que es una clara violación a la separación de poderes. No es posible que se utilice así la fuerza. Se puede presionar de otras formas, con argumentación, pero no con militares.
Y está jugando con fuego porque las insurrecciones no se dan normalmente contra la Corte o la Asamblea, sino contra el Ejecutivo, y él hace que las fuerzas militares vuelvan a tener un rol que tenían incluso antes del conflicto civil. Eso es sumamente peligroso, empoderar a la Fuerza Armada con facultades que no tiene.
Del lado del ciudadano está la ley. Del presidente, las armas. ¿Qué tan desprotegidos estamos ante potenciales abusos del poder?
Es una pregunta difícil. El presidente goza de una popularidad alta. Uno debe acudir al pueblo, pero en este caso no nos protegería, es claro que tiene a las fuerzas públicas de su parte, pero también al pueblo, y no quisiera que nuestra historia nos llevara a hacer algo terrible: que no sea el gobierno el antidemocrático, sino nuestro pueblo. Eso es doloroso. Y él provoca al pueblo para que este tome esas actitudes.
La Sala advirtió que en estas violaciones no opera el principio de obediencia debida. ¿Qué puede significar para el presidente y su equipo?
No es posible que uno se ampare en haber recibido una orden para justificar un atropello a los derechos de los ciudadanos.
Pero nosotros tenemos además la referencia de San Romero de América, que hizo un llamado a las fuerzas armadas a no obedecer órdenes de reprimir al pueblo. Eso debería quedar claro para todos: nadie está obligado a obedecer órdenes que impliquen la violación a una ley, constitución, o los derechos humanos.
El presidente dice que quienes lo adversan están del lado de la muerte o las pandillas. ¿Cómo actuar cuando él pone al “pueblo” contra sus críticos?
Ese es un error grave que está cometiendo. Es como si dijéramos que él odia a los trabajadores de la salud porque no sancionó el decreto que los asegura. Me parece mal que use esos argumentos tan poco racionales de decir que si usted defiende los derechos de un mareo se está a favor de que las maras gobiernen el país. Ningún salvadoreño decente está a favor de las maras, pero tampoco de que se les extermine a balazos.
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Hay quienes miran en los derechos humanos obstáculos…
Es peligrosísimo. La humanidad ha tardado milenios para ponerle freno a los gobernantes para hacer ciertas cosas. Hace menos de dos siglos, aún había esclavitud, por ejemplo. Pero la humanidad luchó contra eso, y lo logró. Y ha luchado contra muchas cosas. No podemos decir que esos logros son obstáculos.
Son obstáculos para convertirse en un tirano, por eso son obstáculos correctos. Ocupar ese argumento es peligroso.
¿Ve en el camino del presidente Bukele la aspiración a ser un tirano?
Esa no puede ser una aspiración, o en todo caso un deseo malsano. Yo he dicho que aprecio, respeto e incluso le tengo cariño al presidente, pero desde el inicio dije que él tiene grandes cualidades pero un defecto: se salta las trancas. Eso sería agudizado porque no solo se las salta, sino que no reconoce que existen. Ese es un peligro serio para la vida democrática y como no hay nadie que se lo haga ver, sino que la inmensa mayoría de su entorno es servil que le dice “qué bien, señor presidente, qué atinada su medida”.
Ahora bien, yo he dicho que tenemos como sociedad dos enfermedades: Bukelefobia y Bukelefilia. Bukelefobia es quienes se oponen cerrada y absurdamente a todo lo que el presidente haga o diga real o supuestamente. Y Bukelefilia, que es la gente que aprueba cualquier cosa que diga el presidente. Lo sensato es que la Asamblea controle, sin estorbar, las medidas del presidente.
Ya se pronunció Amnistía Internacional, la comisionada Bachelet y otros gobiernos condenando la deriva autoritaria del presidente. ¿A quién sí va a escuchar el señor presidente?
Influencia sobre el presidente tuvo su padre, que era brillantemente inteligente y verticalmente correcto, pero ya murió. Influencia tendrá Layla, pero aún no habla. El único que puede tener influencia es su hermano Karim, que es más inteligente que el presidente pero tiene un único defecto: le da “carrete” al presidente, lo entusiasma para una serie de cuestiones. Y llegamos a un punto que me gustaría mencionar: el gobierno de El Salvador no solo ha dado muestras de no ser democrático sino que ha confirmado que es de carácter tribal. Los hermanos del presidente, los tres del grupo Bukele Ortez, tienen una influencia increíble en los asuntos del estado que no deberían tener.
En los asuntos del Estado la gente le dice a uno que ya habló con alguno de los hermanos. Eso no puede ser. En las delegaciones oficiales ha ido Karim en ocasiones como jefe, a veces por encima de la ministra de Relaciones Exteriores.
Eso, desde la época de los Meléndez, no había pasado en el país, ni siquiera en el gobierno de los militares, que uno hablaba con los parientes del presidente y conseguía lo que quería. Es un gobierno tribal como el de Arabia Saudí. Eso atenta contra la democracia.