OPINIÓN: El gobierno del tuit y del terror

Bukele y la mayoría de sus lugartenientes son enemigos de la República y no están dispuestos a permitir que ese sistema se proteja

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Miguel Fortín Magaña. EDH Jorge Reyes

Por José Miguel Fortín Magaña

2020-04-27 9:13:57

Se dice que durante las crisis se conoce la verdadera naturaleza del hombre. Delante de las catástrofes, los grandes estadistas lo demuestran y los tiranos emergen en medio de la muchedumbre necesaria para aplaudir los caprichos del dictador. Cuando un barco brega contra la tempestad, un espectador ajeno podrá ver a los marinos valientes por un lado y a los cobardes por el otro buscando escudarse en órdenes superiores, aunque estas sean absurdas y contradigan al bien común o la ley.

En los juicios de Núremberg se estableció que la defensa alemana sobre la obediencia a los superiores no era suficiente y que si había un crimen en la orden, obedecerla también constituía un acto criminal, por lo que muchos nazis fueron ahorcados al haber cometido delitos contra la humanidad, a pesar de que adujeron que fue el mismo Hitler quien se los ordenó.

El mundo hoy, delante de la epidemia del coronavirus, empieza a notar diferentes tipos de liderazgo y qué tanto cada uno, respeta los derechos individuales y las leyes. Así vemos gobiernos que, como el de Guatemala, establecen los correctos parámetros para la contención de la enfermedad, manteniendo el respeto a los Derechos Humanos; o el de su vecino, El Salvador, en donde la actitud dictatorial del presidente lo ha mantenido totalmente distante de su Pueblo, simplemente expresándose a través de tuits, usualmente ofensivos y cargados de odio, en donde insulta a todo el que lo contradice o incomoda, desoyendo las sentencias judiciales.

Muchos pensamos sinceramente que no estuvo en el país durante las últimas 2 semanas, aun cuando todo parece indicar que finalmente ha arribado a las tierras cuscatlecas —no sabemos si solo, o acompañado por su familia— pero lo que de verdad quisiéramos ver es que salga de palacio, se enrolle las mangas (no tema que nadie se burlará de sus brazos) y con mascarilla, pero decisión, vaya a los hospitales a visitar a los enfermos; o a los campos de confinamiento, para que se percate de las condiciones infrahumanas en las que tiene encarcelados a cientos de compatriotas y cambie de una vez por todas ese sistema, que no contiene la pandemia, sino que sirve de contagio para quienes allí siguen obligados a mantenerse.

El gran problema de este funcionario es que no habiendo sido nunca un demócrata, la crisis ha revelado su verdadera identidad, la que es totalmente autocrática, contraria a la crítica e insensible a la sugerencia. Y sus mensajes se han vuelto carentes de toda sinceridad, llegando más bien a ser verdaderas proclamas absolutistas, en donde ordena desde la represión hasta la muerte de los que le desagraden, como el reciente, en donde le dice al ministro que proceda a usar “la fuerza letal”, eufemismo de matar; o el empleo de tuits para destruir la democracia representativa, como cuando se inventó, para evitar que el Congreso sobrepasara su veto, que el virus estaba presente en la Asamblea y pidió que suspendiera la sesión.

La situación es tan grave que ya, hacia afuera, revistas completamente serias como “The Economist” lo sitúan a la par de dictadores como el de Hungría, Serbia o Turquía, y “The Wall Street Journal” lo encara como a un populista quien no es amigo de los Estados Unidos y peligroso para la democracia.

La verdad es que estas publicaciones han empezado a notar lo que desde acá muchos ya sabíamos: que Bukele y la mayoría de sus lugartenientes son enemigos de la República y no están dispuestos a permitir que ese sistema se proteja (de hecho, en otro tuit se burló de esto), por lo que hoy más que nunca debemos mantenernos vigilantes y reportar hacia el exterior los desmanes del dictador, gritando, con más fuerza, ¡Dios, Unión, Libertad!

Médico siquiatra