Bukele no es amigo de EE.UU., advierte Mary Anastasia O’Grady, periodista de The Wall Street Journal

La veterana periodista y editorialista estadounidense aborda la resistencia del gobernante salvadoreño a acatar las sentencias de la Sala de lo Constitucional, como el cese de las detenciones arbitrarias.

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La Policía y Fuerza Armada incrementaron los retenes luego de que Bukele ordenara ser más rígidos con quienes incumplen la cuarentena. Foto EDH

Por Mario González

2020-04-28 6:00:53

“Los gobiernos que respaldan la política de inmigración de Trump y se ponen del lado de la política estadounidense sobre Venezuela pueden parecer aliados. Pero cuando simultáneamente socavan la democracia en casa, como lo está haciendo Bukele, están trabajando en contra de los intereses de Estados Unidos”.

Esa es la sentencia que lanza Mary Anastasia O’Grady, veterana periodista y editorialista del influyente periódico estadounidense The Wall Street Journal, miembro de su Consejo Editorial y conocedora de la realidad salvadoreña.

Para respaldar su señalamiento en la columna “El presidente Bukele no es amigo de Estados Unidos”, O’Grady enumera una serie de acciones del gobernante, contrarias a los principios y tradiciones que defiende Estados Unidos y que son cuestionadas dentro y fuera de El Salvador por considerarse autoritarias y antidemocráticas.

Resistencia a órdenes judiciales

La editorialista comienza citando la resistencia del gobernante a acatar las sentencias de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia.

Por ejemplo, a mediados de abril, Bukele anunció que no cumpliría resoluciones que le prohíben a la fuerza pública las detenciones arbitrarias de personas que violan la cuarentena y que han sido llevadas por la fuerza a centros de contención sin clasificaciones ni distanciamientos sanitarios.

O’Grady recuerda que el 8 de abril el máximo tribunal ordenó el cese de detenciones arbitrarias y le dijo a la Asamblea que redactara una ley sobre cuarentena que evitara que se violaran los derechos constitucionales de los salvadoreños, pero Bukele de inmediato anunció que vetaría ese proyecto de ley.

Pese a la orden de la Corte de que no puede haber detenciones arbitrarias y sin respaldo legal y sanitario, “el ejército y la policía continúan deteniendo a personas” por violar la cuarentena ordenada a mediados de marzo, señala O’Grady.

“Estos centros no están configurados para proteger a las personas sanas de quienes portan el virus. Esto significa que podrían convertirse en centros de propagación de la enfermedad, y eso ha aterrorizado a los salvadoreños”, dice la publicación.

O’Grady denuncia que “los esfuerzos de la prensa para investigar las condiciones se han encontrado con amenazas del gobierno de que se podrían agregar periodistas entrometidos a su colección de infractores de normas”.

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Intento de frustrar plenaria

O’Grady advierte que “no es la primera vez que Bukele se mete con la independencia de las instituciones democráticas” de El Salvador, sino que “ha desafiado repetidamente los controles institucionales de su poder”. “Bukele es popular y no es tímido sobre sus reclamos de acción independiente. Sus adversarios, dice, son corruptos y solo él es lo suficientemente honesto como para defender los intereses del pueblo salvadoreño. El coronavirus es su última excusa para edictos absolutistas”, advierte.

En seguida, reseña que en la plenaria del jueves anterior los diputados estaban consiguiendo los votos para anular varios vetos presidenciales, cuando el presidente lanzó un tuit en el que decía que había una “significativa sospecha” de la presencia del COVID-19 en el Salón Azul, el hemiciclo del Congreso, lo cual llevó a cerrar posteriormente la sesión.

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Similar a Fidel Castro y la epidemia del SIDA

O’Grady reseña cómo Fidel Castro se enfrentó a la epidemia de SIDA en la década de 1980. La dictadura probó ampliamente a la población y encerró a los infectados. Se jactó de que su política de bloqueo ralentizó la propagación de la enfermedad. Pero como informó el Chicago Tribune en 1989, el “encierro similar a una prisión” hasta la muerte exigió un alto precio a los detenidos.

“El punto es que incluso en una crisis de salud pública hay libertades civiles. Los populistas que exigen cheques en blanco con el pretexto de proteger la vida rara vez se detienen allí”, reflexiona el artículo de la columnista Mary Anastasia O’Grady.

 

Foto EDH / Cortesía