Desde pequeños hemos estado expuestos a diferentes cuentos, historias, narrativas, novelas y ahora en tiempos del internet a series de cable y pagadas donde se nos vende y promueve en América Latina que el hombre es el “dueño de ella”, por que venció una serie de obstáculos y termina siendo una especie de trofeo. “Ella” es una MUJER salvadoreña, lo que los escritores y grandes productores de estas series no nos exponen ni desarrollan es la “convivencia” de esa pareja, en otras palabras, cómo terminó esa historia, y definitivamente no fue una historia feliz.
Estos grandes productores de historias, para lograr millones de dólares, omiten contar y explicar cómo vivieron felices para siempre? La masculinidad es un comportamiento socialmente aceptado, que cosas me dijeron a mí desde niño que debo hacer para ser hombre y demostrarlo, los podemos definir como los “mandatos”, En El Salvador son entre los principales de una larga lista: los hombres no lloran, debemos ser fuertes siempre, no dejarse mandar por la mujer, tener las mujeres que quiera, siempre debemos ser atendidos, poner quieta a la mujer, salir cuando quiera, etc. Pero además se nos enseña “prohibiciones” como: el hombre no debe hacer oficio en la casa, no jugar con juguetes de niña, llorar, a no ser “débil” (pero en salvadoreño), cero cuidados de belleza, nadie te debe pegar por que si no te pego yo, expresar emociones, prohibidísimo renunciar a la venganza y otras.
Estos patrones de formación en casa y en el proceso de socialización en la comunidad y escuela hacen que las emociones de nosotros sean reprimidas, se convierten en una bomba de tiempo que comenzará a encenderse esa mecha en las relaciones con niñas, adolescentes y mujeres, y en noviazgo tóxicos para llegar a su clímax en la vida en pareja.
Hemos cumplido ya treinta días en cuarentena domiciliaria y hay muchos signos y síntomas de ese machismo en hogares salvadoreños a todo nivel social. Muchos hombres no pueden ya con el manejo del enojo, ira, ansiedad, emociones, y como se le ha enseñado que tiene prohibido hablar y expresarse busca las salidas en los consejos que sus grandes cheros, su papá, abuelo y sociedad le enseñaron: el alcohol u otras adicciones. Este “macho salvadoreño” vive una verdadera tortura, estar encerrado en su casa, escuchando día y noche a la que él denomina “su mujer” y los gritos de los niños que demandan atención. Por eso se ha dedicado a tomar licor, a ver partidos de fútbol, series favoritas que por su trabajo no las había podido observar, a dormir y para ello requiere que se sigan sus reglas para no ser interrumpido. Su principal víctima seguirá siendo su compañera de vida a quien ya maltrataba, sus hijos, y si vive con sus padres pasarán a la lista.
Muchos hombres y mujeres han decidido suicidarse en esta primera cuarentena ya sea por no poder manejar sus frustraciones, o ella cansada de tanto maltrato y violencia que durante las últimas semanas la obliga a permanecer con su victimario las veinticuatro horas.
La buena noticia es que hay esperanza de cambio. Primero, este hombre debe reconocer que necesita ayuda, que requiere desaprender estos mandatos y prohibiciones y ser enseñado en procesos de nuevas masculinidades. Un hombre liberado del machismo será un esposo y padre amoroso, menos violento, las tasas de delito bajarían de manera sorprendente porque son cometidas en un altísimo porcentaje por hombres y tendríamos una sociedad igualitaria.
Todos los hombres necesitamos buscar ayuda y mejorar, ser libres de machismo, aún es tiempo de restauración.
Experto en seguridad y criminología