“Ya vengo mamá”, dijo Pedro disponiéndose a salir de casa. Tenía en mente ir a la tienda de la esquina a comprar medio cartón de huevos por que se le habían acabado, y de paso ver a la Lupe, la bonita hija de la dueña de la tienda, que le hacía ojos colochos cada vez que iba a comprar churros.
Pero la intención de Pedro se vio frustrada cuando sintió un gran chancletazo en la espalda, lanzado de forma certera por su madre, acompañado del grito “¿y a dónde crees que vas, mono?, no ves que gran regañada que nos pegaron en la cadena por que solo pasas en la calle. Si te agarran ya dijeron que te van a doblar la mano y te van a llevar a Changallo”.
“Pero, mamá”, dijo Pedro, sobándose la espalda contra la esquina de la pared, “a Changallo se llevan los carros, no las personas; además, yo ni carro tengo. Tené en cuenta que la PNC no puede andarme ‘doblando las manos’, eso es tortura; ni que fuera la Guardia. Desde la Revolución Francesa la tortura ha quedado prohibida por los Tratados Internacionales de Derechos Humanos”. Y es que Pedro venía de España de estudiar su primer semestre de Derecho; no era abogado, pero se las picaba de leguleyo.
“Sí, pero ya dijo el Presi que no saliéramos, -ni-por-huevos-; es por nuestro bien ¡entendé! ya vez como se pasa el virus, va de vexo a vexo; y si no mira lo que está pasando en Nueva York y Ecuador; ahí dijeron en la cadena que preguntáramos a los parientes de allá y viéramos los videos. Ahí no hicieron caso y la situación es terrible”.
“Mamá, se dice ‘nexos’. Y pues si, la situación del virus es terrible en todo el mundo, pero también tenemos que pensar en la economía de las familias más pobres. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) hace poco lanzaron un llamado conjunto -a Pedro le gustaba hablar así, por que con lo poquito que había aprendido en la U, impresionaba a la bicha bonita de la tienda-, diciendo que la ‘vida’ de las personas no solo implica velar por su salud, sino también por los ingresos que necesitan para comer”.
“Esa -continúo hablando Pedro, mientras la mamá se volvía a poner la chancleta- es una realidad que entienden la mayoría de los salvadoreños, tengan educación o no. Y si no me crees, anda a date una vuelta por Soyapango o por el Mercado Central a ver si le hacen caso a la cuarentena ¡nambe! Si la mayoría vive con lo que ganan al día; entonces saben que deben guardar un balance entre ‘exponerse al virus’ y ‘morirse de hambre’; sino miranos a nosotros ¿desde cuando no abrís el puesto de venta de pan con chumpe?”
“Pues desde marzo que me ordenaron cerrarlo -contestó la mamá- Y pues, ahora ya con el dolor de mi alma, tuve que despachar a la Delmy que me ayudaba con la salsa y el curtido; ya no le compre verduras a Don Pancho, el del pickup, porque ya no tengo clientela. Eso sin contar que ya no le compro a la señora de los tamales, a la del pan dulce, al que me trae el chocolate… si sigo así, anantíos llego al 15 de abril. Menos mal que ya dijeron que no vamos a pagar ni alquiler, ni agua, ni luz, ni la cuota del banco”
“Pues si mamá, pero eso es FIADO, no es de choto, después vamos a tener que rebuscarnos para pagarlo. Por si no sabes -continuó Pedro- el 80% de las empresas son MIPYMES y el cash les alcanza para un par de semanas sin trabajar. Ahora que vamos a estar encuarentenados todo abril (de tantos Decretos que han sacado, yo ya perdí la cuenta de cuando se acaba la carambada), a saber cómo le vamos a hacer”. Acabo diciendo Pedro en tono sombrío.
“Bueno ‘mi’jo’ -suspiro la mamá de Pedro-, el pueblo salvadoreño si algo sabe hacer, es reponerse a las adversidades: ya pasamos guerras, terremotos, temporales y siempre salimos adelante. Pero para mientras, hace caso y quédate en casa”, dijo la mamá dándole un abrazo al cipote.
Abogado.