Desde desempleados hasta personas con discapacidad a las que no les importó la distancia o dificultad para movilizarse, todos querían que se les incluyera en el beneficio de $300. La mayoría de ellos regresó decepcionada.
“Esta ayuda era mi última esperanza que me quedaba”
Ernesto Guerra Elías, un joven de 27 años, asegura que desde que inició la emergencia, la empresa donde trabajaba les dio de baja a todos sus empleados, por ello ahora se dedica al comercio informal.
Vive con su madre, su esposa y sus dos hijos, uno de cinco y el otro de siete años de edad. Su esposa también se dedica al comercio informal. Ingresaron sus números de DUI a la base de datos que habilitó el gobierno, pero ningún miembro de su familia fue beneficiado.
“Vine hoy temprano porque esta era la última esperanza que me quedaba, porque no podemos salir a trabajar, porque es un riesgo el exponerse”, expresó Elías.
No ha podido pagar los últimos recibos de los servicios básicos por priorizar su comida y la de sus hijos. Pero a estas alturas ya no cuentan con nada aunque no pierde la esperanza de que el gobierno pueda ayudarle.