Esperanza tiene seis años de ser policía y es madre de dos hijos. La mayor tiene nueve años y el menor tiene dos. El deber de cumplir con su papel como policía la ha obligado a separarse de sus hijos. Por encontrarse destacada en una delegación policial del oriente de San Salvador se le dificulta cumplir con su papel de madre en estos tiempos de emergencia nacional por la pandemia del COVID-19.
Desde que el sábado pasado, el presidente Nayib Bukele decretara la cuarentena domiciliar, ella vive temporalmente en la delegación policial y le ha impedido ir a su casa para abrazar y disfrutar a sus hijos porque tiene que cumplir su responsabilidad como agente de la Policía Nacional Civil (PNC).
El impacto familiar que ha enfrentado, asegura Esperanza, ha sido bastante duro porque no deja de pensar en ellos y con mucha frecuencia se pregunta, cómo estarán sus hijos.
“Lo complicado es que ellos quedan solos, desprotegidos prácticamente. A pesar de que mi madre los cuida, pero no es lo mismo. Es duro, porque a la vez de servirle a nuestra gente, a nuestro pueblo, también no hay que olvidarse que hay que hacer el rol de papá y mamá”, señala Esperanza.
Pero lo que complica más la situación de esta servidora pública es que está casada con un agente de la Policía. “Él también tiene que estar trabajando y ninguno de los dos está en la casa cuidando a los niños”, dijo Esperanza con voz entrecortada y con los ojos llorosos.
“Cuando nos recibimos como policías sabíamos todos los problemas que íbamos a enfrentar, los pro y los contra de lo que podíamos enfrentar, pero a pesar de todo, aquí seguimos haciéndole frente a nuestro trabajo y sirviéndole a la ciudadanía”, dice la agente policial.
A pesar de que está lejos de sus hijos, al igual que su esposo, dice que siguen motivados en desempeñar sus funciones como policías de la mejor manera en aras de “servir y proteger” a la gente, tal como lo dice el emblema de la PNC.
“Ahí seguimos con todo, echándole ganas con todo ese deseo de servir y ayudar a los demás”, dice Esperanza.
Las ventajas de la tecnología moderna les ha facilitado el acercamiento con sus hijos, aunque sea de manera virtual, eso la consuela y la da un gran alivio de que sus hijos se encuentran bien.
“Ellos, cuando me ven a través de videollamadas o me llaman por teléfono, me preguntan: ‘¿cuándo vas a venir?, ya llevas tantos días trabajando, ya te toca venir’, me dicen ellos”, cuenta Esperanza. Entonces es cuando ella les responde: ‘sí hijos, ya vamos a llegar por ahí’, pero eso es duro”.
Lo más duro para esta funcionaria es cuando el niño menor se pone a llorar y se pone triste al verla. Ahí ella tiene que sacar las fuerzas necesarias para enfrentar tan difícil situación porque a veces siente que se va a doblegar. “Es bien duro verlos así, uno trata de sacar palabras de aliento, que los reconforte, y decirles que ya vamos a llegar, ya va ser la hora de estar con ellos, que primero Dios ya vamos a estar con ellos y es ahí que ya se quedan tranquilos”, señala la agente.
No lo piensa dos veces al decir que al llegar a su casa lo primero que hará será abrazarlos lo más fuerte posible y darles tantos besos como nunca se los ha dado, porque estar varios días alejados de ellos es bien duro. “Buscaré recuperar los días que no estuve con ellos”, dice Esperanza con una leve sonrisa.
No se arrepiente de haber sido policía
Los sacrificios familiares, los riesgos, la apatía de algunos ciudadanos hacia los agentes de la Policía son situaciones adversas que cada agente tiene que enfrentar a diario y en circunstancias especiales como la actual emergencia por la pandemia COVID-19 que los ha obligado a mantenerse acuartelados.
Sin embargo, esas situaciones no son motivos para Esperanza para querer renunciar a la policía ni mucho menos arrepentirse de haber escogido esta sacrificada carrera.
“En ningún momento me arrepiento de haberme decidido por esta carrera, de servirle a la población, pero a ratos se siente triste uno por los hijos que están alejados temporalmente de uno, pero no me arrepiento haber elegido ser policía”, dijo Esperanza con mucha convicción.
Ese deseo de servirle, de proteger y orientar a la gente en estos momentos difíciles es el antídoto perfecto de esta agente para vencer ese cansancio que le provoca el estar más de cuatro días en la sede policial y por las condiciones que ahí son limitadas, diferentes a las de casa. Y aunque no esté en la comodidad de su hogar, los ánimos por hacer su trabajo siguen altos.
Ser policía es uno de los orgullos más grande de su vida, asegura. “Porque desde el momento en el que decidí serlo, estoy orgullosa y siempre lo voy a seguir siendo”, dice motivada.
“Tratamos de concientizar a la gente a que respete la cuarentena para el bien suyo y de todos”, expresa. También es para ella motivante ver que las personas estén cumpliendo la cuarentena domiciliar, porque la situación se podrá resolver en el tiempo menos esperado.
Cuando intervienen a las personas que aparentemente tienen autorización para circular, lo primero que hace es concientizarlas de que tomen las medidas de precaución e higiene para evitar el contagio de la pandemia COVID-19. “Siempre les hacemos conciencia que en la medida de lo posible cumplan con la cuarentena domiciliar, porque el bien es para todos nosotros”, recalca.
Asegura que la mayoría de las personas a las que ella ha intervenido ha justificado que van a comprar sus alimentos o a realizar alguna transacción bancaria. Dice que busca ser lo más amable posible, lo que le ha evitado tener algún altercado con alguien que se resiste a ser retenido por incumplir con la cuarentena.