Todos estamos interconectados

Todos, ricos y pobres, estamos interconectados y esa consciencia nos debe hacer reflexionar respecto a que tenemos que buscar negociaciones en donde todos perdamos un poco ahora, en espera de “volver a ganar” cuando la crisis pase

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El mediocampista de México Jonathan dos Santos (C) celebra después de anotar contra Estados Unidos durante la segunda mitad de la final de la Copa de Oro Concacaf 2019 entre Estados Unidos y México el 7 de julio de 2019 en el estadio Soldier Field en Chicago, Illinois. AFP / Kamil Krzaczynski

Por Max Mojica

2020-03-22 5:18:58

Más allá de las intensas suspicacias que generaron los decretos legislativos que concedieron amplios poderes al presidente, así como de su particular estilo de gobernanza, que se traduce en dar órdenes públicas “por goteo” utilizando las redes sociales (cada día anuncia una restricción o medida nuevas), considero que el gobierno actuó con prudencia al inicio de la crisis al habernos aislado como país y al haber decretado medidas de cuarentena social. Seguramente eso “aplanará” la curva de contagios, lo cual probablemente permitirá que nuestro paupérrimo sistema de salud pueda atender mejor la crisis.
Claro que se pudo haber hecho mejor y de forma más organizada. Pero no obstante las duras limitantes que experimentan los encuarentenados, la medida tomada es lógica, prudente y consecuente; habida cuenta las terribles experiencias que viven otros países, los cuales, aún con sus avances médicos, económicos y sociales, no pudieron detener la explosión virulenta de la enfermedad y sus nefastas consecuencias segando vidas humanas.
El problema ahora es que el gobierno central ha tomado medidas que son más que cuestionables desde la perspectiva de económica: clausura de restaurantes, maquilas y call centers; junto con la moratoria en el pago de servicios básicos y alquileres, emitiendo finalmente, una orden de cuarentena domiciliar para los ciudadanos, quienes -al menos al momento en que escribía estas líneas- no tenemos claro cómo la tenemos que cumplir.
La pregunta que todos nos hacemos es ¿cómo van a subsistir las personas que obtienen su ingreso vía salario de las empresas clausuradas? ¿Cómo van a sobrevivir por “treinta días” aquellos que viven de su ingreso diario como comerciantes informales o prestadores de servicios domésticos? ¿Cómo le vamos a hacer todos los salvadoreños que vivimos “coyol quebrado, coyol comido”, que dependemos de nuestros ingresos por el ejercicio de nuestra profesión o por los salarios? Y otra pregunta que se asocia a estas ¿cómo se puede obligar a los empresarios a pagar salarios, proveedores e impuestos si las empresas no tienen ingresos para cubrirlos?
Todos nosotros, y el gobierno en especial, debemos tomar conciencia de los nefastos efectos económicos que traerá el virus y el histerismo social desencadenado por este. Las primeras golpeadas fueron las líneas aéreas y a todo aquella empresa relacionada con el turismo: hoteles, agencias de viaje, bares y restaurantes; los siguientes en línea son los arrendantes, bancos, prestadores de servicios esenciales (agua, electricidad, comunicaciones), call centers y maquilas, pero ahora, con la cuarentena decretada, el coletazo económico nos golpeará a todos por igual.
A pesar de que soy un férreo defensor de la libertad individual y empresarial, así como del concepto de que el gobierno debe mantener sus manos fuera de los negocios privados; aplaudo la iniciativa de CAPRES y la reacción favorable de la Asamblea Legislativa por las medidas de salvataje económico decretadas a favor de las personas y empresas afectadas. Queda pendiente el analizarlas para ver si son suficientes o el Estado deberá procurar medidas adicionales para evitar un colapso económico.
Ahora todos tenemos que hacer nuestra parte, caso contrario, el efecto derivado del cierre de empresas y subsecuente ola de despidos, generará un caos social más allá de lo que nos imaginamos. Nadie, ni los bancos ni los otros diversos acreedores, ganarán nada si todos sus clientes quiebran. El sector patronal no ganará nada si todos sus empleados son cesados; ni el sector obrero ganará nada si hace quebrar al patrono. Y, por su puesto, el gobierno tampoco ganará nada con que todos los contribuyentes cierren operaciones.
Todos, ricos y pobres, estamos interconectados y esa consciencia nos debe hacer reflexionar respecto a que tenemos que buscar negociaciones en donde todos perdamos un poco ahora, en espera de “volver a ganar” cuando la crisis pase. La clase política del país debe a su vez tomar conciencia de lo anterior, dejando a un lado oportunismos, evitando sacar “raja política” de la situación. Ahora es el momento de unirnos como sociedad y, principalmente, de que el gobierno de muestras de prudencia y sabiduría, ya que hacer uso de su “músculo” político para imponer su “criterio de emergencia” en detrimento económico de amplios sectores sociales, le pasará una factura política que dudo pueda calibrar bajo las circunstancias.

Abogado, master en leyes/ @MaxMojica