¿Por qué tanta exageración?

Sustituir el sentido crítico de las personas apelando a una sobre excitación emocional puede ser una receta que funcione en el corto plazo, pero en el mediano y en el largo término, termina por estallar en la cara de quienes abusan de ello

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El futbolista brasileño retirado Ronaldinho llega a la Fiscalía de Asunción para declarar después de su entrada irregular al país, en Asunción, Paraguay, el 5 de marzo de 2020. Foto AFP / Norberto Duarte

Por Carlos Mayora Re

2020-03-06 7:19:49

La prensa amarillista es un modo de hacer periodismo que presenta noticias con titulares escandalosos, encabezando informaciones exageradas… noticias que, por lo general, no cuentan con evidencia alguna (o escasa) ni con investigación ni fuentes confiables. Hasta hace poco, los medios amarillistas estaban bien identificados; sin embargo, la irrupción de la Internet (y otros factores relacionados) ha hecho ampliado considerablemente el espectro.
El sensacionalismo no es patrimonio exclusivo del periodismo, existe desde siempre y ha tenido múltiples cauces: desde los rumores promovidos por grupos de interés (político, económico, supremacista) hasta el puro y duro chisme. Sin embargo, parece que en la presentación escandalosa de las “noticias” como que hemos dado una vuelta más de tuerca: hemos saltado de los medios amarillistas de comunicación a foros como las redes sociales, los sitios web especializados en “información”, o la propaganda política (incluso la oficial).
La impresión y las emociones, lo sensacional, parece haber ido poco a poco usurpando el papel de la verdad en la comunicación; y por ese camino, en un mundo acostumbrado a creer a pie juntillas que la realidad, el mundo, es lo que ve en las pantallas, estamos llegando a una situación en la que se invierten los términos: ya no se informa de lo que pasa, ahora se habla de cualquier cosa -cuanto más impactante mejor-, y a fuerza de repetir tópicos, hipérboles y/o simples mentiras, por algún misterioso mecanismo mental, se termina por creer que es verdad lo que si se viera fríamente, hasta el menos pensante podría entender que es una burda patraña.
El amarillismo se caracteriza por tener una fuerte tendencia a la dramatización, la generalización, la exageración y la impaciencia. Empieza por distorsionar la verdad, y termina por prescindir de ella, quedándose con lo impactante.
Como botón de muestra traigo a colación lo que escribía un periodista deportivo el lunes después de que el Real Madrid le ganara el clásico al Barcelona: “Así, pues, al Barcelona sólo le queda el cartucho de la Champions para sacar adelante una temporada tan atípica como extraña. Con la Liga a un punto por debajo, que en realidad son dos si sumamos el gol average, la competición europea se le presenta como la única tabla de salvación”. Pensemos: ¿un punto de diferencia a doce partidos de terminar la liga condena al Barcelona al fracaso? Evidentemente, no. Pero aquí lo evidente viene sobrando, lo importante es… lo impactante.
Como este se podrían traer mil ejemplos: el tratamiento en redes del coronavirus; el recurso a la propaganda para convencer a los ciudadanos de que los diputados no solo desean, sino que promueven los asesinatos en el país; la casi divinización de ciertos deportistas de élite; los famélicos osos polares flotando a la deriva en minúsculos trozos de hielo, etc. En fin, exageraciones en lo catastrófico, en lo banal o lo simplemente tabú… ¿Por qué? Porque todo vale para potenciar las emociones y apelar a los impulsos pasionales.
En realidad, en un mundo impaciente y voraz de noticias impactantes, resulta difícil no caer en el sensacionalismo, pues -también en esto- una exageración potencia a la siguiente, ya que una vez el lector, el consumidor, el votante, se coloca en un estado de permanente excitación, el periodista, el comerciante, el político, tienen que alimentar las emociones en un crescendo de intensidad y cantidad, so pena de perder los favores de la gente.
Sustituir el sentido crítico de las personas apelando a una sobre excitación emocional puede ser una receta que funcione en el corto plazo, pero en el mediano y en el largo término, termina por estallar en la cara de quienes abusan de ello; simplemente porque su credibilidad —el principal recurso en un mundo cada vez más imbuido en la información— se disuelve.

Ingeniero. @carlosmayorare