Lilliam Armijo es una escritora de la diáspora salvadoreña con mucho talento, tal vez heredado de su abuelo Roberto Armijo, también literato.
El año pasado ganó los Juegos Florales en la rama de poesía por su libro “Al borde del día”, que describe temas de realidad social.
La autora, de 35 años, participó por primera vez en el certamen nacional y explicó que solo empezó a dedicarse a la escritura seriamente hace dos años, además de la facilidad para crear poesía para adultos hace narrativa infantil.
“La poesía para adultos la escribo sin que me cueste. No siempre debe ser romántica, tiene otras aristas”, aseguró. Sin embargo, le es un poco complicado aterrizar a un público pequeño en edad. “Hay cosas que salen, otras no. En el futuro quiero seguir participando a nivel internacional”, agregó.
“Al borde del día” se divide en dos partes: la primera es “La isla”, donde plasma sus sentimientos como extranjera que anhela su país; la segunda parte es “La sombra” en la que trata temas de la violencia, maternidad, migración, cambio climático y derechos de las mujeres. Esta obra se publicará a mediados de este año.
El primer libro que lanzó fue “Maia y las luciérnagas”, una narrativa para niños que aborda el tema de la migración. Lo costeó ella misma y este año espera generar más ediciones.
Sus influencias literarias son muchas. A nivel nacional admira a Roxana Méndez, Tania Pleitez, Carmen González Huguet, Claribel Alegría y Claudia Lars, como quien soñaba ser de pequeña. De las letras internacionales siente apego hacia el trabajo de Maya Angelou, Silvia Platz y T.S. Elliot.
Pero sin duda, el mayor ejemplo a seguir ha sido su abuelo Roberto Armijo. “Yo leía sus poemas. Creo que influyó mucho en mí. Era una persona muy dedicada. Pasaba leyendo, estaba obsesionado en mejorar sus técnicas y se ponía retos solo”, comentó.
Recuerda que la única vez que lo vio fue cuando tenía 10 años. “Todo el mundo lo quería conocer y para mí fue como ver a un gran escritor”, subrayó.
Cuando él murió, Lilliam viajó a su apartamento en Francia donde guardaba una colección de 3,000 libros. “Toda la casa estaba llena de ellos: la cocina, el baño y tenía una cama de libros, solo había puesto un colchón encima”, describió.
El hermano menor del afamado escritor se encargaba de guardar su patrimonio literario. “Él me ordenó que transcribiera todos los poemas de mi abuelo a máquina y fue así como leí todos sus versos, varios eran inéditos. Fue una gran influencia. Estuve haciendo eso como seis meses”, contó.
Armijo también es familiar por el lado materno del escritor Álvaro Menéndez Leal y está muy orgullosa de llevar ese talento en la sangre. Por otro lado, forma parte de la Gremial de Escritores de Literatura Infanto-Juvenil Salvadoreña (Grelisal), con quien trabaja desde la distancia y se apoya constantemente.