En su libro “Why Information Grows”, César Hidalgo, un profesor de MIT, compara el valor de un Bugatti Veyron apenas salido de su distribuidor con el valor de lo que quedaría después de chocarlo a 350 kilómetros por hora contra un sólido muro de piedra. En ese segundo estado, los átomos que habían estado organizados en un bello automóvil de $2.5 millones quedarían reducidos a un puñado de basura con un valor de cero dólares. La diferencia entre los valores de los dos conjuntos de átomos no sería atribuible al número o naturaleza de éstos, que serían los mismos, sino al orden en el que estarían arreglados — en el primer momento de una manera muy sofisticada, que al añadirle gasolina podría transportar a dos personas en estilo a 350 kilómetros por hora, y en el segundo momento de una manera totalmente caótica que no serviría para nada.
Este orden es lo que distingue al Veyron y es lo que le da el valor de $2.5 millones. Eso es lo que la Bugatti y sus suplidores (de acero, de cuero, de plástico, etc.) le dan a los átomos desordenados con los que empiezan a trabajar para hacer un carro. Ese orden es pura información (las puertas así y asá, el motor de esta manera, las llantas de este tipo, etc.), y esa información es producto del conocimiento. Realmente, lo que la Bugatti produce es información, generada por conocimiento, sobre cómo se diseña y se produce y se vende un carro. Eso es todo. Cualquier otra cosa la puede conseguir subcontratando a otros — las máquinas para producir el carro, los locales donde se producen y venden los carros, etc.—. Si todas estas cosas se destruyen, digamos, en una serie de bombardeos—como pasó con las fábricas alemanas y japonesas durante la Segunda Guerra Mundial— la Bugatti seguiría existiendo. En cambio, si ese núcleo de conocimientos es destruido, pero nada más, la Bugatti dejaría de existir. El conocimiento es la Bugatti, así como la Mercedes Benz era sus conocimientos, que quedaron vivos a pesar de que sus fábricas se destruyeron en la guerra.
De hecho, las empresas son esencialmente receptáculos de conocimientos para producir información para producir bienes y servicios. En las economías modernas, las empresas no hacen todo lo necesario para crear sus productos. Compran los productos de otras empresas, que es comprar los conocimientos de otros. Con el tiempo, se van formando grandes cadenas de conocimiento en el mundo entero, que benefician a unos y otros independientemente de donde están localizados. Estas cadenas forman como unos enormes supermercados de conocimientos, a los que todos pueden tener acceso en los merados internacionales. El beneficio de este acceso no se puede cuantificar, pero es enorme, porque cualquier empresa puede complementar sus conocimientos con los de cualquier otra empresa en el sistema para introducir nuevos productos, mejorar los existentes, entrar en nuevos mercados, y producir más eficientemente. Para producir motores, por ejemplo, no tenemos que producir inyectores, los podemos comprar de Alemania, ni asientos, los podemos comprar aquí, ni luces, las podemos comprar en Inglaterra, y así. La producción se ha vuelto una cooperación mundial.
En el mundo actual, no hay casi ningún conocimiento que no pueda conseguirse, en forma pura o convertido en productos, en todo el mundo. Ahora, es muy difícil también encontrar, aun en Estados Unidos, productos que descansan sólo en conocimientos producidos sólo localmente. Equipos de varios países y empresas participan en la invención de la mayor parte de las grandes innovaciones de nuestros días.
Por supuesto, el valor de lo que se intercambia está determinado por el conocimiento inyectado al sistema. Mientras mayor es este conocimiento, mayor es el valor agregado y el monto de la factura. Al tope están los conocimientos que muy pocos tienen, por los que cobran mucho, y en el fondo los que muchos pueden producir porque todos los tienen, y que por tanto se cobran baratos. Nosotros estamos bastante abajo, y estamos bajando con el tiempo porque nuestros conocimientos, nuestra educación, está avanzando menos que las de los países que nos aventajan, por lo que no debemos sorprendernos de que nuestra posición relativa a los demás se vaya haciendo cada vez peor. ¿Cuándo vamos a despertar a esas realidades y a entender que con la educación que tenemos no nos podemos desarrollar?
Máster en Economía
Northwestern University.