En Apopa, sin pensarlo, se forjó una pasión que llegó a ser realidad. Inesperada la práctica de lo que parecía ser un pasatiempo se convirtió en una carrera que ya va sobre cinco años, incluyendo su etapa federada. Eso vivió Javier Alas, quien disfruta jugar bádminton.
El salvadoreño se entrena a diario en El Polvorín, después de su formación académica a la mañana, y sus competencias están dando frutos. Esos que, cuando comenzó en su colonia, no los imaginó.
“Conocí el bádminton por un amigo (Ismael Alvarenga). Él comenzó a trabajar en la Federación como juez de línea, y -como éramos bastantes niños en la colonia- pidió material para llevarnos y que nosotros pasáramos entretenidos. Y ahí conocí el bádminton, cuando solo tenía 13 años”, cuenta.
Su rendimiento lo llevó a ser federado desde 2018. Y su amor por esta disciplina es fiel. “El bádminton es súper importante en mi vida, porque me ha abierto muchas puertas. Me ha dado impulso ya que gracias al deporte obtuve una beca de estudios en Fesa, y se convirtió en una parte importante de mi vida”, relata este diestro jugador, quien reconoce que su fortaleza “es el ataque”.
Con sus 16 años, ya ha subido al podio en distintos eventos, alcanzando el grado de campeón nacional en Junior y Open, y convirtiéndose en ganador de la Espiga Dorada como “Atleta Integral”, en 2019.
“El evento que más me ha gustado es el de la medalla de bronce en el Futures Series de Guatemala, porque es un torneo fuerte y la mayoría que participa es de gran experiencia, fuerte. Hice pareja con Uriel (Canjura) y en cuartos de final nos tocó un partido difícil contra Guate y nos fuimos al tercer set, ganando. Fue súper emocionante, costó la medalla. Al subir al podio, me sentí feliz”, manifestó Alas, quien admira al japonés Kento Momota y sus materias preferidas son inglés y matemáticas y la que menos le agrada es química.