“Los bombardeos abundaron aquí, destruyeron todo, mataron a mucha gente. Tenemos la prueba, ahí hay tres bombas que por la gracias de Dios no explotaron, esas bombas causaban mucho daño, muerte, dolor”, dice Carmelo Pantaleón Noyola.
Noyola tenía 13 años cuando le dieron un fusil. Desde entonces dejó de dormir en una cama para dormir en el monte, la comida en su casa nunca abundó, pero andando con la guerrilla fue aún peor porque pasaba días sin probar bocado, asegura.
Ahora es alcalde de Cinquera, tiene cicatrices de varios impactos de bala en su cuerpo. Él fue uno de los muchos excombatientes de la guerrilla que fueron heridos en combate y mandados a Cuba para recibir atención médica. Dice estar orgulloso del desarrollo actual de Cinquera porque ha sido un esfuerzo de todos, asegura que cada rincón del municipio tiene una historia que contar, recuerdos que atesoran y transmiten a las nuevas generaciones para evitar que se de una guerra como la que terminó hace 28 años con la firma de los Acuerdos de Paz.
Cuando se llega al pueblo es inevitable no acercarse al parque y fotografiar la cola de un helicóptero que está sobre una columna de concreto y a su vez rodeada con una reja, cuya decoración no se encuentra en cualquier lado. En los hierros de la reja, carcomidos por el moho y el tiempo, están soldados algunos fusiles AK4, M 16, AR15 y Carabina M1. Ahora lucen viejos, inservibles, pero durante el conflicto armado fueron usados en combate.