San Juan nos dice que Jesús siendo Dios estaba junto al Padre, recibiendo la gloria, se hizo carne y habitó entre nosotros (cf. Jn 1, 1-14)
San Pablo nos escribe: “Cristo siendo de condición divina no codició el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo. Asumiendo semejanza humana y apareciendo en su parte como hombre” (Filipenses 2, 5-7)
Con estas palabras las Escrituras nos muestran la empatía de Dios que quiso tener un cuerpo como el de nosotros para sentir como nosotros y compadecerse de nuestras debilidades, nuestras flaquezas y nuestras limitaciones , sintió hambre, sed, cansancio, dolor y padeció la muerte. Quiso tener un corazón como el de nosotros para compartir nuestros sentimientos y emociones. Quiso estar inmerso como nosotros en las diversas vicisitudes de la historia.
Él nació, vivió y murió pobre, como la mayoría de los seres humanos; sintió miedo, tristeza y angustia; sufrió el rechazo, el desprecio, la traición, el abandono, la soledad; fue víctima de la injusticia, del maltrato y de la violencia irracional que procede de la maldad que hay en el corazón de los que se han olvidado que somos humanos.
Sin embargo, no permitió que su herido y maltratado corazón se llenara de odio, resentimiento ni deseo de venganza, por el contrario, se llenó de comparación, de perdón y de misericordia.
No hay ningún ser humano que pueda identificarse con otro ser humano como lo hizo Jesús y lo hizo precisamente para luego decirnos: “Les he dado ejemplo para que también ustedes hagan como yo he hecho con ustedes” (Jn 13, 15)
Cada vez que escuchemos “Navidad” meditemos que esa palabra nos habla de la Natividad, es decir, del Nacimiento de Jesús, que quiso nacer, vivir y sufrir como nosotros para enseñarnos a vivir como el vivió, servir como Él sirvió y amar como el amó. En pocas palabras, “nos enseñó a ser empáticos”, ya que la empatía es la capacidad que tiene una persona para entender y compartir los sentimientos, los sufrimientos de otros. Como se dice popularmente, “ponerse en los zapatos del otro”, eso fue lo que exactamente hizo Jesús al hacerse hombre como nosotros.
Para lograr esto, debemos tener la capacidad de salir de nuestra zona de confort, desinstalarnos, acortar las distancias e ir al encuentro de los que más necesitan de nuestra amistad, comprensión, solidaridad y así poner en práctica nuestra capacidad de amar y de servir.
San Pablo nos da un programa de vida diciéndonos: “Tengan entre ustedes los mismos sentimientos que tuvo Cristo” (Filipenses 2, 5).
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Les deseo una Feliz Navidad y un año nuevo lleno de bendiciones.
Predicador católico.