Durante más de cuatro décadas, la famosa muñeca de ojos azules fue la preferida de los salvadoreños. Miles de niñas la tuvieron en sus brazos y junto a ella vivieron momentos de ilusión y fantasía.
Entrar a la fábrica de muñecas Roxana era entrar a un mundo de fantasía y magia. Ahí, hombres y mujeres laboriosos —como duendes de Santa Claus en su taller— creaban con avidez las hermosas muñecas y los juguetes llamados “mordelones”.
Cabezas, troncos, manos y piernas de vinil, ojos mecánicos, cabellos sintéticos en diversas tonalidades, vestidos multicolores y zapatitos de plástico eran ensamblados con mucho cuidado por los colaboradores de la factoría para darles forma a los hermosos juguetes.
Las muñecas Roxana eran elaboradas por manos salvadoreñas. Era el juguete preferido de muchas niñas. Foto EDH / Archivo
De esa fábrica surgían v arios tipos de muñecas, entre ellas, Natasha, Pamela, Sofía, Andrea y Nicole, así como también los “bebés” y los simpáticos “Chiquis”. Cada uno de ellos era elaborado con productos de primera calidad, que en su mayoría se importaban de países como China, Colombia, Italia y Estados Unidos.
Todo este trabajo se llevaba a cabo frente a la mirada atenta de doña Irma Charud, propietaria de aquella empresa.
La marca Roxana nació en 1970 bajo la dirección de Tacoplast, S. A. de C.V, pero en 2001 prescindió de esta marca y de la administración, que en su mayor parte era familiar; se concentró en fundar una nueva empresa denominada Industrias Roxana, S.A de C.V. Fue nombrada así en honor a la hija de la propietaria.
Las operarias le ponían esmero a los detalles de cada muñeca. Foto EDH / Archivo
Durante varias décadas, la factoría centró sus esfuerzos para mejorar la calidad de los productos y recuperar el mercado. Era la única compañía que producía muñecas y mordelones a nivel centroamericano.
Pero mantener al frente esta empresa no fue tarea fácil. Tuvo que enfrentar a la competencia de las empresas de China, que eran las que más exportaban muñecas a El Salvador.
Los famosos muñecos Chiquis también se elaboraban en la fábrica. Foto EDH / Archivo
La producción de las muñecas que se vendían en la época navideña iniciaba en agosto y finalizaba en diciembre. Durante ese tiempo se elaboraban mil figuras diarias.
Pese a los esfuerzos, Industrias Roxana tuvo que ponerle un alto a sus operaciones. Con mucha tristeza, sus obreros dejaron de producir aquellas muñecas de finos cabellos, ojos hermosos y de buen vestir, las cuales le brindaron alegría y hacían realidad los sueños de miles de niños salvadoreños.
La factoría tenía su área de costura, donde se confeccionaban los bonitos vestidos. Foto EDH / Archivo
Así se fabricaban
En un enorme galera, los hacendosos trabajadores participaban en el proceso de elaboración de las muñecas, que se realizaba de forma artesanal, ya que las herramientas y la maquinaria eran manuales. El departamento de muñecas era el que trabaja con más delicadeza, tacto y creatividad.
– El proceso de elaboración de las muñecas, entre ellas Sofía, Valeria y Nicole (nombres dados en honor a las nietas de doña Irma, la propietaria), iniciaba con la selección y la mezcla de la materia prima con que se preparaba el vinil.
– Posteriormente se rellenaban con esa mezcla los moldes de las diferentes partes del cuerpo, que luego eran sometidas a altas temperaturas dentro de un horno.
– Extraídas las piezas del horno y luego remojadas en agua, se limpiaban para dar inicio a la transformación.
– Algunas operarias se dedicaban a ponerles el fino cabello a las calvas cabezas (enraizar), otras les colocaban los ojos y otras las peinaban.
Algunas trabajadoras se dedicaban a ponerles el pelo a las muñecas. Foto EDH / Archivo
– Luego se procedía a maquillarlas. Esta parte del proceso se hacía a mano y una por una; para ello empleaban pinturas duraderas y no tóxicas.
– Después se unía todas las partes de las muñecas y se procedía a vestirlas. Todas las bonitas prendas se hacían en el taller de costura de la empresa.
– Por último, se introducían en cajas o bolsas, se empacaban y se sometían a una revisión rigurosa de control de calidad.
El maquillaje de todas las muñecas se hacía a mano. Foto EDH / Archivo