El uso desmedido de plásticos, falta de educación y ausencia de regulaciones sobre el tema siguen minando la costa salvadoreña y sus ecosistemas. Es lo que evidencia un nuevo estudio que el equipo del Laboratorio de Toxinas Marinas (Labtox) de la Universidad de El Salvador realizó de 2018 a 2019 en cuatro playas del país y el cual sacó a luz recientemente.
Óscar Armando Amaya, físico que dirige el Labtox, manifestó que esta investigación, recientemente ganadora de un premio Conacyt, se enfocó en la Barra de Santiago, ubicada en Ahuachapán; Majahual, en La Libertad; El Espino en Usulután, y Punta Chiquirín, de La Unión.
Identificaron en la arena de estos puntos costeros la presencia de microplásticos (partículas de plástico inferiores a 5 milímetros), en forma de fibras/filamentos, fragmentos, goma espumosa, de láminas, pellets (combustible a base de madera) y esponjosas.
Según Amaya, durante el proceso el equipo conformado también por biólogos, químicos y estudiantes, analizó alrededor de 100 kilogramos de arena proveniente de estos sitios.
El químico Gerardo Ruiz Rodríguez dijo que tras lo que ellos denominaron “Investigación pionera de la contaminación por microplásticos en playas de El Salvador, empleando microscopía óptica”, se estableció también que estos microplásticos son de distintos materiales, tal es el caso del poliestireno (durapax), el polietileno (plástico por lo general usado para fabricar bolsas y botellas) y polipropileno (que se usa para en la fabricación de recipientes plásticos resistentes para comida o multiusos).
“Las fibras en particular, no se logró determinar en su totalidad cuál es su composición, debido al tamaño de la muestra, ya que eran fibras muy pequeñas, pero se puede inferir, aunque no confirmar, que provienen específicamente de la industria textil, en ese caso pueden ser poliésteres o poliamidas”, detalló.
Ruiz Rodríguez subrayó que la situación “es muy preocupante, desde el punto de vista de que muchos de los plásticos que nosotros podemos encontrar en pequeñas cantidades, así como en macro, como la basura marina, es específicamente plástico de un solo uso”, resultado de prácticas de consumo predominantes entre la población, debido a que siempre se busca la solución más fácil y “barata”.
Según lo externado por el químico, la situación es más delicada si se considera que el proceso de reutilización o reciclaje de algunos de estos productos plásticos, como los fabricados de durapax, se vuelven más complejos cuando tienen contacto con los alimentos.
En tanto, la bióloga Jennifer Guerra expresó que en donde hubo representatividad de todas las seis formas de microplástico que se clasificaron y en mayor cantidad fue, en primer lugar, en Majahual; en segundo en El Espino, tercero en Punta Chiquirín y cuarto en la Barra de Santiago.
Guerra precisó que todos los productos plásticos no se convierten en partículas microscópicas por un proceso natural propio, sino como resultado del constante choque contra las rocas.
Óscar Amaya, director del Laboratorio, expuso que la investigación sobre microplásticos en playas se replicó, de manera simultánea, en 14 naciones que integran una red y su importancia estriba en que no solo servirá de base para nuevos estudios que ese laboratorio tiene en puertas, sino que sobre todo puede servir como un insumo para que los tomadores de decisiones en el Gobierno y el Legislativo establezcan medidas para frenar el problema.
El equipo del Labtox considera que en el país se debe pensar en qué consecuencias puede tener este tipo de contaminación en la vida marina, tomando en cuenta que muchas de esas especies son parte de la cadena alimenticia y a la larga se puede traducir en problemas de salud en los humanos.
La bióloga del equipo subrayó que en otros países ya se detectó microplásticos en la sal de mesa, de ahí que en las próximas investigaciones que ellos hagan se contempla establecer el impacto en las especies.
Este esfuerzo del Laboratorio de Toxinas Marinas de la UES de poner en la palestra el problema de la contaminación por plástico en la zona costera se suma al que, en los últimos años, ha hecho Enrique Barraza, biólogo marino salvadoreño, que en 2016 presentó un estudio en el cual identificó la presencia de partículas de entre 2 y 10 milímetros en otras seis playas del país.
En enero de este año, Barraza también dio a conocer una investigación en la que ya evidenciaba la presencia de microplástico en el organismo de peces de la zona alta del país, como el Bute.