Es noble y una tarea imperiosa proteger y defender como sociedad a las personas más vulnerables, aquellas que no puede valerse por sí mismas o las menos calificadas para resistir un daño o una herida además de ser las menos visibles. Son muchos los grupos de personas que pueden caer en esta categoría, pero solo uno está siendo atacado deliberadamente: los no nacidos, el niño o niña que está creciendo y nutriéndose en el vientre de su madre.
El Salvador es uno de los pocos países en el mundo que aún protegen la vida desde el momento de la concepción. Éstos son contados con los dedos de una mano y me hace sentir profundamente orgulloso, ya que lejos de ser muestra de retraso o fracaso cultural como muchos pensarían, es un verdadero triunfo moral en un mundo en el que cada vez más se ha ido perdiendo el “norte moral”, lo cual trae consecuencias graves e irreparables a nuestra juventud.
Vivimos en una sociedad altamente polarizada y politizada. Constantemente atribuimos nuestros problemas a la falta de justicia social en todas sus dimensiones y surge, por ejemplo, la lucha por los derechos civiles, específicamente el de las mujeres al control de su cuerpo. Demás está decir que la anterior es una lucha totalmente legítima y que todos los ciudadanos de nuestro país gozamos de esta y muchas otras libertades plasmadas y garantizadas en la Constitución. Lo complicado comienza cuando este derecho se entrelaza directamente con el de otro que por ser muchísimo más joven y de menor capacidad en todo sentido, erróneamente, se le puede considerar menos digno o menos valioso, pero que en la realidad goza de los mismos derechos. En esta lucha no es la injusticia social la enemiga; acá hay que pensar en términos de pobreza o riqueza espiritual. La riqueza material puede o no venir después, pero no es garantía del bienestar moral ni mental de los ciudadanos; por el contrario, creo que el periodo de embarazo generalmente de nueve meses es la ejemplificación perfecta de sociedad viable, ya que el convivir y compartir recursos a un nivel tan íntimo instruye la conciencia para una vida de tolerancia y cooperación.
Habrá muchas personas o factores que pudieran dañar a esta pequeña niña o niño, pero los más perversos son los que confunden la mente y tuercen la conciencia de la mujer con artimañas como “tu cuerpo, tu decisión” o “nadie te ayudará cuando este niño nazca”, y con estrategias de infundir miedo a los futuros compromisos de la vida o de no poder ejercer sus derechos individuales. Ante esto surge con más importancia la figura de Madre, la persona llamada a cuidar y a proteger a su hijo (a). La joven embarazada que, a pesar de toda adversidad y bombardeo de la actual cultura, dice SÍ a la vida. Ella nos enseña el verdadero significado de entrega y amor más contundentes que podemos presenciar. A esta Heroína y a su hijo o hija no nacidos le debemos como sociedad todo nuestro incondicional apoyo.
La ciencia (la que muchos parecen profesar casi con religiosa reverencia) es la que ahora nos revela más claramente a través de los sonogramas y otras técnicas, que la vida al interior del vientre es real y completa en toda su composición celular y genética. No le falta nada más que tiempo para adaptarse y nutrientes para fortalecerse, al igual que todos los que ya salimos del vientre: tiempo de adaptación y nutrientes.
Pido a todos los salvadoreños de buena fe que no cedamos ante la corriente populachera o “modernista” de ser como los demás países. Si hemos de imitar algo, que sea lo bueno. Pidamos a nuestros políticos que defiendan nuestra Constitución, ya que en ella se plasman los derechos a la vida y a la integridad física y moral que tenemos todos y que no nos los ha dado ningún hombre sino nuestro Creador. Entendamos que los hombres no damos derechos, solo los defendemos.
El Salvador somos sus habitantes, y nuestro existir se justifica en el bienestar integral de la siguiente generación.
Empresario.