Taxista lleva desaparecido un año y su familia fue expulsada por pandillas

Encima de enfrentar la desaparición de su compañero de vida, la familia ha tenido que huir tras ser amenazada.

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Carlos Emilio Reynosa Platero está desaparecido desde el 14 de noviembre de 2018. Su familia ha acudido a diversas instituciones para buscar apoyo en la búsqueda. Foto EDH / cortesía

Por Gadiel Castillo

2019-11-14 6:45:52

Sofía Palacios (nombre cambiado) aún espera la llamada que Carlos Emilio Reynosa Platero, su compañero de vida, le realizaría la noche de aquel 14 de noviembre de 2018 al completar la primera carrera de su turno como taxista. Sin embargo, esa llamada no llegó y el señor de 44 años nunca regresó a su hogar. Desde ese día se encuentra desaparecido.

La familia asegura que han sido 365 noches en las que el conciliar el sueño se ha vuelto un tormento y su vida cambió de manera radical. Sofía cuenta que la ansiedad, el insomnio, la migraña y otros padecimientos aparecieron luego de no saber de su compañero de vida, sumado a que tuvieron que abandonar su vivienda y ahora la madre junto con sus dos hijos deben cambiar de casa cada semana.

Emilio es solo una de las historias de desaparecidos en El Salvador donde solo en este año la Fiscalía General de la República reporta 2,718 denuncias de estos casos.

“Un año cumplimos y nuestra vida ha cambiado radicalmente. Yo no tengo donde vivir, vivo una semana en un lugar y la siguiente en otro. Yo y mis hijos de 6 y 19 años. Los tres estamos a la deriva, sobrevivimos porque Dios es grande”, manifiesta Sofía.

La señora recuerda que el día de la desaparición, Carlos Emilio salió de su casa a eso de las 6:55 de la noche rumbo a su punto de trabajo que estaba ubicado a un costado de Metrocentro. Pero de acuerdo con sus compañeros de trabajo, el señor nunca llegó al destino. La hija de la víctima detalla que la última conexión en whatsapp fue a las 7:33 de la noche del 14 de noviembre.

Sofía narra que ese día pensó que al señor se le había olvidado llamarla y se fue a acostar, detalla que Carlos Emilio solía regresar a casa, entre las 2:00 a 3:00 de la madrugada y ella acostumbraba despertar para recibirlo. “Yo me desperté bien asustada esa madrugada porque no llegó, me quedé sentada en la sala, no le pude llamar porque no tenía saldo y me preocupé”, relata la compañera de vida del taxista.

Datos y cifras

2,716

Es la cantidad de personas que han sido reportadas como desaparecidas del 1 de enero al 5 de noviembre de este año. El año pasado en el periodo: 2,961.

Al día siguiente, cuenta que comenzó la angustia pues Carlos Emilio no volvió más y como ella no tenía saldo decidió ir a la casa de su hija para llamar al celular de la víctima. “Le llamamos un montón de veces y el celular estaba apagado, le llamé una y otra vez, y nada que contestó. Comenzamos a imaginarnos lo peor”, narra.

Sofía y su hija cuentan que fueron a interponer la denuncia a la delegación policial de Zacamil, junto con el dueño del taxi que manejaba la víctima. “El detective que nos asignaron estaba de licencia jueves y viernes. Sábado y domingo no trabajaba. En nuestra desesperación fuimos a la delegación de Ciudad Delgado y nos volvieron a preguntar ¿cuándo fue la última vez que lo vimos, qué ropa usaba, tipo de zapatos?, y nada más”.

Los familiares de la víctima contaron que no habían recibido ningún tipo de amenaza, solo recuerdan que como dos meses antes de la desaparición, Carlos Emilio les contó que cuando regresaba a casa del trabajo escuchó unos disparos cerca de la colonia y que luego vio a unos hombres vestidos de negro que huían del lugar.

“A la mañana siguiente escuchamos que habían matado a alguien, pero ni sabíamos quién era. Esos fueron los balazos que oyó. Eso fue lo más raro que mi padre pudo tener, ya ve que ahora solo por ver y pasar donde no debe le hacen daño”, detalla la hija de la víctima.

La señora indica que a partir de ese día ha vivido un verdadero “calvario”, realizando visitas al Instituto de Medicina Legal, diversas delegaciones policiales, oficinas de la Fiscalía General de la República, Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, Tutela Legal de El Salvador, el Centro Judicial Isidro Menéndez, sin encontrar una respuesta favorable.

Sofía lamenta el nulo avance en la investigación y cuenta que una vez el detective asignado hasta le pidió que no llorara frente a él. “Nunca me dieron información, cuando le hablaba al detective él me dijo que cada vez que llegara donde él que no llorara porque no le parecía porque eso era su trabajo y en lo que él podía me iba a ayudar”, detalla.

Ocho salvadoreños desaparecen cada día

De acuerdo con los registros de la Fiscalía General de la República, reciben un promedio de ocho denuncias de personas desaparecidas por día. Hasta el pasado 5 de noviembre, el total de denuncias sumaba 2,716, una cifra inferior respecto de los 2,961 que fueron reportados en el mismo período del año pasado. Aunque las autoridades de la Policía Nacional Civil sostienen que el 80 por ciento de los que son reportados como desapa-recidos, regresan o son ubicados.

Agrega que en su desesperación, siguió el consejo de una persona que le recomendó buscar respuestas en el fiscal asignado al caso.

La hija de la víctima, expresa que hace dos semanas buscó al fiscal y éste no les dio mayor referencia. “Las respuestas del fiscal fueron preguntas , ¿usted no sabe nada, nadie le ha dicho nada, no se ha enterado para que me cuente? Eso fue con lo que me recibieron”, dice entre llantos la hija de Carlos Emilio.

Los familiares de la víctima aseguran que no se le ha dado la importancia debida a la desaparición, detallan que el fiscal pidió al detective todos los movimientos migratorios de Carlos Emilio, bitácora de llamada y otras diligencias. Cuentan que para agilizar, ellas tuvieron que realizar todos esos trámites en 15 días y hasta compraron otro chip con el número de la víctima para el respaldo de las conversaciones del Whatsapp.

“Yo le digo que es bastante frustrante yo sé que el país está desbordado, pero es un ser humano y ellos no se si no dan abasto o son incompetentes. Yo estoy pidiendo auxilio, yo estoy pidiendo socorro, yo quiero que me ayuden. Sé que soy una estadística más. Siento que el sistema no está funcionando como debe de funcionar”, relata entre llantos, Sofía.

Desplazamiento forzado

Sofía y su familia fueron parte de las 1,742 personas que, de acuerdo con un estudio de Cristosal, tuvieron que desplazarse forzosamente durante 2018. La señora cuenta que a un mes de la desaparición de su compañero de vida recibió una llamada en la que la obligaron a abandonar su vivienda.

“Nos llamaron por teléfono cuando el cumplió un mes. El 14 de diciembre recibí una llamada como a eso de las 9:30 de la noche y me preguntaban ¿qué hacíamos ahí, que esperábamos para irnos? Además me dijeron que no buscáramos nada, que no íbamos a encontrar nada”, fueron las palabras de la persona que llamó, dice la señora.

Sofía recuerda que al día siguiente salieron de su casa y pidieron posada en la vivienda de su hija y de su hermana. Agrega que la estrategia que implementaron fue no estar en un solo lugar, por eso cada semana cambian de lugar de habitación. La señora dice que la situación es complicada por la inestabilidad que genera el problema.

“Es difícil porque yo no estoy estable, me da mucho miedo. Ahora me pone mal porque cuando mi hijo llega a la casa de mi hija, los muchachos (pandilleros) le preguntan por él, lo mismo pasa en casa de mi hermana, a mi cuñado también ya lo cuestionaron del porque mi hijo mayor llega a la zona”, lamenta.

Problemas de salud

Sofía cuenta que antes de la desaparición de su pareja llevaba una vida normal, sin enfermedades, se encargaba de sus hijos, de los quehaceres del hogar y no tenía que preocuparse por la economía, pues Carlos Emilio estaba a cargo de esa área. “Nosotros éramos su prioridad, él trabajaba para nosotros. Yo era una personas feliz, se me tomaba en cuenta y mi opinión valía”.

La señora cuenta que el problema trajo una serie de enfermedades por lo que las autoridades le recomendaron que se pusiera en tratamiento. Sofía relata que cada vez que iba a preguntar por su caso al departamento de Criminología en el Instituto de Medicina Legal se ponía mal y fue así que un día una de las trabajadoras que la atendía la refirió con la psicóloga de la institución.

“La psicóloga me dijo que tenía que ir al psiquiatra, no lo acepté y no fui, luego me recomendó que me fuera al programa de la Cruz Roja”, cuenta.

La señora afirma que días después buscó ayuda en la Unidad psicosocial a víctimas de Cruz Roja Salvadoreña donde recibe terapia cada 15 días junto a su hijo de seis años, mientras que el de 19 años recibe la atención psicológica en Insaforp.

Sofía relata que su el niño de seis años le dijo un día que cuando fuera grande iba a aprender a manejar un avión y salir de la tierra para buscar a su padre. “Hasta allá no han buscado a mi papito, verdad mami”, fueron las palabras del menor de edad.

Vanesa Cerritos junto con otros seis psicólogos y otros voluntarios trabaja en la unidad de Cruz Roja que atiende a Sofía y a otros familiares de personas desaparecidas. Cerritos comenta que trabajan en terapia individual y grupal. “Las personas nos buscan para la asistencia. El tratamiento depende de las necesidades individuales de cada afectado”.

Sofía comenta que su psicólogo le sugirió que haga la terapia de forma grupal “pero yo no quiero porque suficiente con lo mío y ahora escuchar a otros ya es mucho”, dice.

La señora comenta que desde hace un año su vida ha cambiado mucho, pues de ser una persona amigable y platicadora, pasó a ser una mujer callada y paranoica. “Cuando yo salgo prefiero dejar al niño en casa con mi hija o con mi hermana, hoy siento el no querer entablar una conversación con nadie, no quiero tener amistad”, detalla.

Por el momento, la familia debe afrontar todas las adversidades generadas por la desaparición: los problemas económicos, la falta de hogar, la inseguridad, entre otras cosas.

“Pido a las autoridades que sean más eficientes y que pongan empeño en cada víctima desaparecida y es un ser humano y ellos no saben la agonía y sufrimiento que vivimos los familiares de los desaparecidos”, enfatiza la señora.