En los últimos días se han podido leer varios reportajes sobre múltiples hallazgos de diversas especies animales silvestres, incluyendo culebras, dentro de viviendas urbanas, vehículos, roperos y cocinas, de los cuales llamaron la atención: una boa constrictor en San Rafael Cedros, la muda de una serpiente sobre el techo de una casa en Antiguo Cuscatlán, “una zumbadora” (serpiente Drymarchon melanurus), un tamagás (serpiente Porthidium ophryomegas), una venenosa Agkistrodon bileneatus (“castellana”) de metro y medio sobre la almohada de una cama. También se ha reportado una señora que creyendo auxiliar un perro atropellado, resultó que se trataba de un coyote; no obstante, los visitantes más frecuentes son los tacuazines.
De acuerdo con los científicos, la zarigüeya común o tlacuache o tacuazín es una especie de marsupial propio del sureste de América hasta Tierra de Fuego. Son omnívoros, es decir, comen de todo, por lo que tienen gran adaptabilidad en las áreas urbanas, inclusive comiendo alimentos para mascotas y basura; y muy inteligentes y cautos, por lo que se mueven lentamente para no alertar a depredadores.
Muchas personas les temen dada su apariencia similar al ratón, su hocico largo con dientes afilados y sus pelos ralos y parados, sin embargo son inofensivos a menos que se les obligue a defenderse (como cualquiera). Se refugian en cualquier lugar seco y seguro como el entretecho o el sótano, no obstante tienden a ser nómadas.
Cuando se sienten apresados, fingen que están muertos y exhalan un desagradable olor, como mecanismo de defensa, que emana de una glándula bajos sus colas.
Más allá de estas características, estas zarigüeyas, como todo en la naturaleza, contribuyen al equilibrio ecológico, porque tienen un papel en la dispersión de semillas y eliminan plagas de roedores, serpientes, insectos y desperdicios. En países nórdicos ya los están adoptando como mascotas por su temperamento pacífico.
Pero, ¿qué está causando la presencia de estas especies en nuestras zonas urbanas? Son dos cosas: vivienda y alimento, ya que sus hábitats han desaparecido debido a la tala excesiva de árboles que se está dando desde hace varios años para la construcción de infraestructura.
Refiere el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN) en su Informe INEMA 2017, apartado 5.2.3 “Introducción de especies invasoras altamente competitivas”, cómo en El Salvador, el cambio en el equilibrio del ecosistema crea un impacto negativo gracias a la eliminación de los depredadores naturales de los hábitat como los tacuazines, zorros y serpientes; sumado a esto el extremo calor que se genera por la pérdida de vegetación en la mayoría de meses del año en estos últimos cinco años.
Es irónico que una de las recomendaciones para evitar la presencia de tacuazines y serpientes en las casas sea cortar los arbustos y las ramas de los árboles, es decir, incrementar la eliminación de la flora; en un país donde las ranas y los sapos son ya parte de las 10 especies en peligro de extinción, que hace 30 años apenas, las veían comúnmente en calles y jardines.
Ojalá se incentivara, por parte del Estado, la construcción de nueva infraestructura donde ya existe otra, que no sea patrimonio cultural; para detener la destrucción de zonas de vegetación y la fauna, como ya algunas empresas constructoras lo están haciendo.
En lo personal, suelen pasar por casa con cierta frecuencia; no nos incomoda, al contrario, es un privilegio que no sé cuánto tiempo durará y así mis hijos podrán decir a futuro que han visto “Un tacuazín entre nosotros”. ¡Hasta la próxima!
Médica, nutrióloga y abogada.