Hacerse la víctima consiste en “quejarse excesivamente buscando la compasión de los demás”, según el diccionario de la Real Academia Española, pero las quejas son solo la punta del iceberg del victimismo, un rasgo de la personalidad que abarca una variada gama de comportamientos no adaptados a la realidad.
“El rol de víctima o hacerse pasar por tal, cuando no hay motivos para serlo, puede venir por dos vías: la primera consiste en que la persona haya escogido esa estrategia para conseguir un impacto en su entorno a través de ese rol”, explicó la psicóloga Pilar Conde.
“La segunda vía de este comportamiento, entendido como la tendencia a considerarse alguien vulnerable o a hacerse pasar por eso, es la de aquella persona que piensa realmente que sus emociones vienen determinadas por las circunstancias de la vida o por los demás”, según la psicóloga.
Asimismo, señaló que “no creen tener control sobre sí mismos ni de lo que sucede a su alrededor, por eso se sienten en cierta manera indefensos, esperando que las cosas mejoren sin tomar las riendas de su propia vida.
Las ventajas psicológicas que surgen a raíz de esta actitud están enfocadas en que “no se responsabilizan de sus estados emocionales, con el consiguiente esfuerzo interno que ello supone, y nunca asumen que la solución de lo que les pasa está en sus manos, o al menos su gestión emocional”, aclaró Conde.
Mediante esa trampa los afectados evitan tomar decisiones esperando a que otros resuelvan sus problemas, reciben más atención de quienes les rodean, pero ese interés se manifiesta en forma de preocupación, consiguen aquello que esperan sin poner esfuerzo de su parte y se sienten cuidados y apoyados.
Conde aseguró que existen algunos rasgos o indicios de alguien que se hace la víctima y que pueden ayudarnos a detectarlo.
Uno de los más característicos consiste en utilizar las emociones negativas para expresar sus peticiones o pedir ayuda a los demás.
Además, señaló que “a través del miedo, la ansiedad o la tristeza el individuo genera pena o lástima en la persona que lo escucha”, posteriormente acaba realizando acciones acordes a los deseos o supuestas necesidades del otro por compasión.
“Quienes son así suelen mostrar en su discurso frases del tipo: ‘mira todo lo que tengo encima…’, ‘¿Por qué a mí?’, ‘no es justo…’ y cuando tienen que responsabilizarse de algo, recurren a sus estados emocionales y a sus circunstancias para no hacerlo”, indicó Conde.
La psicóloga describió frases, actitudes, reacciones y conductas típicas y explicó cómo afrontar la situación de manera positiva, evitando que esa persona nos manipule y ayudándola psicológicamente. Algunas de esas situaciones están a continuación, así como la manera de actuar adecuadamente.
Cuando la mejor ayuda consiste en no ayudar
Actitud victimista: Esperar a que otros le ayuden.
Cómo afrontarla: “Cuando una persona pide ayuda a través de la manipulación o cree que no puede hacer algo que, en realidad, podría hacer, es preferible no ofrecerle ayuda, reforzando la actitud de que consiga lo que se propone por sí misma y piense en cómo se sentirá cuando lo haga”, aconsejó la psicóloga Pilar Conde.
La trampa de las expectativas insatisfechas
Reacción victimista: la persona se enfada porque esperaba que le ayudaran o que la gente estuviera más pendiente de ella.
Cómo afrontarla: Conde aconseja respetar el enfado de la persona y decirle que, cuando quiera hablar sobre cómo se siente, habrá oportunidad, aunque sin insistir en exceso. “Una vez abierto ese canal de comunicación, hay que dejar que la persona dé el primer paso y, cuando quiera hablar, hay que expresarle desde nuestro punto de vista lo que pensamos, escuchándola y apostando por generar una relación de igual a igual, en vez de una de cuidador y cuidado”, señaló Conde.
Trabajando para un supuesto agobiado
Conducta victimista: Al recibir una nueva tarea de trabajo, la persona afirma que está muy agobiada, que no puede más, y pide que, por favor, otro tome su trabajo, siendo consciente de que el reparto de tareas y funciones laborales es equitativo y de que utiliza esa estrategia para no hacerse cargo de más labores profesionales.
Cómo afrontarla: Conde aconsejó utilizar la asertividad, señalando por ejemplo: “sé que estás agobiada por esa tarea, pero como sabes, ambas llevamos igual carga laboral. Vamos a ver lo que tenemos cada una y veremos cómo ajustarlo para que nos impacte a las dos de la misma manera”.