El pasado 9 de octubre, Amanda (nombre cambiado) salió de su casa en un cantón de Caluco, Sonsonate, rumbo al penal de Apanteos, en Santa Ana. Llegó a las 7:00 de la noche y alquiló una colchoneta en un negocio cercano a la prisión para pernoctar ahí y ser de las primeras personas en ingresar, por la mañana, a la visita familiar.
Seis días antes, la señora había llegado a la cárcel a entregar la solvencia policial, de antecedentes penales y las partidas de nacimiento de ella y su hijo, quien purga una condena de 26 años de cárcel.
Los empleados penitenciarios le revisaron los documentos, en los que ella gastó más de $15, y le indicaron que llegara el 10 de octubre, porque ese día le tocaba la visita a los reos de las celdas del sector donde está recluido su pariente.
Traslado de reos afecta visita familiar
“Hay quienes vienen a visitas el día que les toca y no los dejan entrar porque han cambiado a los reos de sector. Es injusto porque uno gasta para venir, hasta deja de trabajar”.
Mamá, reo de Apanteos
Amanda solía visitar a su hijo dos veces al mes, pero esa mañana estaba ansiosa por el reencuentro. Era la primera vez que lo vería desde el 5 de junio; pues 15 días después las autoridades decretaron estado de emergencia en 19 cárceles y fue dejado sin efecto el 2 de septiembre.
Tras haber hecho una larga fila, la señora llegó al área de registros, el último paso que debía cumplir antes de ver a su familiar. Pero los trabajadores le dijeron que no ingresaría porque su hijo había sido trasladado a otro sector de la prisión y debía llegar a verlo en otra fecha.
“Es injusto que de un día para otro muevan a los internos a otro sector y uno sin saber. La gente viene con ansias de ver a sus hijos, gasta dinero en los pasajes de bus, en comida y pierde el tiempo para que salgan con esto”, reprochó la mujer con voz entrecortada.