Golpe de Estado del 79, la antesala de la guerra

Hoy se cumplen 40 años del último golpe de Estado en el país, un suceso que marcó el devenir de la guerra de los años 80.

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Por Mario González

2019-10-15 3:45:02

Esa tarde plomiza de frío octubre la frenética rutina de los comerciantes y transeúntes, con el rumor de multitudes, el rugir de motores y la música callejera, se vio rota en el centro de San Salvador por los rumores de un golpe de Estado y noticias de que un avión sobrevolaba Casa Presidencial y disparaba hacia el interior.

El tráfico y el movimiento comercial se mantuvieron en una tensa normalidad, en espera de noticias oficiales. Para los capitalinos no era extraño un cuartelazo, pues los habían visto por décadas, y uno contra Romero se veía venir debido a la intensificación de la represión contra los grupos de izquierda, masacres como las de mayo en el centro de la capital, los cateos en viviendas y las capturas de opositores y el hecho de ser considerado un gobierno espurio, producto de un fraude electoral. Era cuestión de tiempo también porque cada vez eran más frecuentes las protestas de organismos internacionales de derechos humanos e incluso del Gobierno de los Estados Unidos.

Lesionado durante disturbios entre las fuerzas de seguridad y un grupo de integrantes del ERP y LP28.

El arzobispo de San Salvador, monseñor Óscar Arnulfo Romero, ahora San Romero, denunciaba con energía desde la YSAX los abusos y masacres cometidas por las fuerzas de seguridad, incluso a las puertas de iglesias, pero también los cometidos por las organizaciones guerrilleras y sus bases militantes, tales como asesinatos y secuestros de empresarios y personas vinculadas al gobierno.

Ese 15 de octubre de 1979, los disparos desde el avión no eran razón de sobresalto, pues la gente se había acostumbrado a que de repente las células subversivas se liaban a tiros con los militares, pero esa tarde eran motivo más que suficiente para estar temprano en casa. A las 7:00 de la noche se anunció una cadena nacional de radio y televisión, en la que un grupo de militares jóvenes confirmó la salida del presidente, general Carlos Humberto Romero, al exilio en México, así como la instalación de un “gobierno revolucionario” con un pliego de reformas, en un afán de robarle banderas de cambio radical a la incipiente pero dividida guerrilla y sus organizaciones populares, encabezadas por el Bloque Popular Revolucionario (BPR).

Los oficiales estaban liderados por los coroneles Adolfo Arnoldo Majano y Jaime Abdul Gutiérrez, quienes formaron una Junta Revolucionaria de Gobierno con los civiles Guillermo Manuel Ungo, del socialdemócrata Movimiento Nacional Revolucionario (MNR); Román Mayorga Quiroz, exrector de la Universidad Centroamericana (UCA), y Mario Andino, por el sector privado.

A la mañana siguiente, células del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y su organización de masas, las Ligas Populares 28 de Febrero (LP-28), lanzaron débiles ataques en el área de Mejicanos en rechazo al golpe, no tanto porque simpatizaran con el general Romero sino porque lo interpretaron como una jugada de los Estado Unidos para neutralizar a la subversión marxista y evitar que tomara el poder como acababa de lograrlo en Nicaragua con los sandinistas, el 19 de julio de ese año.

Los oficiales jóvenes fundaron un Consejo Permanente de las Fuerzas Armadas (COPEFA) para mantener el pensamiento reformista en el estamento, ordenaron la disolución del grupo paramilitar Organización Democrática Nacionalista (ORDEN) y buscaron la extinción del Partido de Conciliación Nacional (PCN), hasta entonces en el gobierno.

Integrantes de la Democracia Cristiana mostraron su respaldo a la Junta de Civiles y Militares que sustituyó al general Carlos Romero.

El gobierno se integró con representantes mayoritariamente provenientes de la intelectualidad, los partidos de la Unión Nacional Opositora (UNO) y el Foro Popular, una convergencia de organizaciones y movimientos de centro y centroizquierda, que no lograron convencer a la izquierda radical, cuyos grupos en la Universidad Nacional y el campo se lanzaron a repudiar a la Junta en las calles.

En seguida vino el contragolpe, el cual fue denunciado en El Diario de Hoy por Schafik Handal, secretario general del Partido Comunista Salvadoreño (PCS), quien declaró que militares duros estaban retomando el mando y esto quedó evidenciado cuando días después un desfile bufo de universitarios fue masacrado en el centro de San Salvador y se disolvió el COPEFA. A esto siguieron semanas de tensión, enfrentamientos en el centro de la capital y el campo, tomas de iglesias y embajadas, incendio de buses y edificios por las organizaciones de masas y en enero, tras una crisis insalvable, las fuerzas de izquierda y centroizquierda abandonaron el gobierno tras no lograr garantías de que se siguiría el programa original de reformas y que cesaran la represión y la violencia.

Los militares se aliaron entonces con los democristianos para formar otra junta y lanzar la reforma agraria y la estatización de la banca.

Después de tres meses de más masacres y enfrentamientos entre el Ejército y la guerrilla que se estaba unificando, con un San Salvador que se veía arder desde cualquier punto de la periferia, es asesinado monseñor Romero. Esa fue la chispa que detonó el polvorín de una guerra que duró 12 largos años.

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Los hechos que marcaron el antes y después del golpe de Estado de 1979 en El Salvador

Un movimiento de oficiales jóvenes, dirigido por dos coroneles y un comandante, dieron golpe de Estado en El Salvador el 15 de octubre de 1979, derrocando al general Carlos Humberto Romero. Una Junta de Gobierno tomó el control.

A 40 años del golpe que marcó la antesala de la guerra y la destrucción

En su proclama, los golpistas alegaron que su movimiento erradicaría la corrupción en el Estado y en la justicia, pero sobrevino una anarquía sin precedentes, una impunidad generalizada y una espantosa corrupción