Obra “El cavernícola” se despide tras 10 años sobre las tablas del Teatro Luis Poma

Hoy se presenta la comedia más taquillera del Teatro Luis Poma, esa que reproduce, de manera meticulosa, el modo en cómo se relacionan mujeres y hombres. Tras una década de exhibirse, el recinto teatral ha decidido ponerle un punto y final; con la promesa de que algún día pueda volver a montarse.

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El actor Fernando Rodríguez fue escogido por el director Roberto Salomón para interpretar al único personaje de la comedia ???El cavernícola???. / Foto Por Cortesía René Figueroa

Por Sara Castro

2019-10-10 5:00:21

Esta comedia fue creada entre 1988 y 1991 por el comediante estadounidense Rob Becker. Su trama sobre los malentendidos en las relaciones entre mujeres y hombres pronto cautivó a la audiencia y las críticas. La onda expansiva no tardaría en llegar a diferentes partes del mundo.

El director Roberto Salomón también encontró en este guion un buen gancho para atraer al público salvadoreño. Y lo sedujo.

“El cavernícola” se ha convertido en una de las producciones del Teatro Luis Poma más aclamada y solicitada y hoy se cierra un ciclo de ella sobre las tablas de este recinto.

El Diario de Hoy conversó con Fernando Rodríguez, el actor que ha interpretado a ese “macho de la caverna” durante diez años consecutivos y nos cuenta cómo ha sido este viaje teatral que pone al descubierto las abismales diferencias en los comportamientos de hombres y mujeres.

¿Cómo fue ese momento cuando te dijeron que ibas a realizar esta comedia unipersonal?
Estaba almorzando con don Roby (Roberto Salomón) cuando me dijo “he pensado hacer ‘El cavernícola’, es un monólogo internacional”. Y yo le dije que ya sabía, porque lo estaban haciendo en México. “¿Cómo sabés?”, me dijo él. Le comenté que curioseando seguía a César Bono, el artista que lo hace en México. “Voy a traerla”, me comentó. Y pensé que traería a alguien y le pregunté “¿con quién la va hacer?”, y me dijo: “con vos”. A mí me dio risa y no le creí. Dudé. Me dijo que quería hacer una versión con un matrimonio joven. Le dije que si él confiaba en mí, yo confiaba en él. Porque de verdad confío en su dirección y en que consigue lo que quiere. Sentía la camisa grande. Sentí de entrada que no daba el ancho, más que todo por la edad (tenía 27 años la primera vez que la interpretó) y pensaba que no había vivido lo que expone la obra. Leí el guión y empezamos a ver formas de montaje.

Roberto Salomón, director de la obra y del Teatro Luis Poma. Foto EDH / Archivo.

¿Cómo se prepararon para un monólogo de una hora?
Nos dieron dos versiones, una gringa y una chapina. Nos dijeron que las viéramos para tener una idea, porque es una franquicia. Te dan todo: formas de cómo hacer un video de introducción, apoyos para el video, la ropa y los colores que podés usar, hay gente que ha utilizado, incluso, un traje de cavernícola. Roby decidió que yo no vería lo videos y me dijo que quería que yo consiguiera lo mío. Es un guion y hay cosas que podés adaptar para que se entienda. Al guion Roby le quitó media hora, porque había toda una parte del cavernícola con su familia y sobre sus hijos. Ahí, Roby siente que baja el ritmo de la obra. Esa edición la hizo quedar en una hora.

¿Cómo fue la experiencia de pararte en el escenario con “El cavernícola” y hablar vos solo durante una hora?
La primera vez hubo un momento que sentí que no avanzaba. Recuerdo estar a mitad de la obra y pensar “¡rayos, falta tanto!”. Justo después de ese quiebre me dije “no importa, lo estoy disfrutando”. La gente estaba muerta de risa. Esa primera vez quería llorar. Roby subió al escenario y yo no podía creer lo que estaba pasando. Era una emoción maravillosa, y todavía sigo sintiendo esas emociones.

Una cosa es la emoción sobre el escenario, pero ese día, cuando te fuiste al camerino ¿qué pasó?
Roby llegó, me abrazó, me felicitó e inmediatamente después me dio notas de la obra… ja, ja, ja. Roby es así. Me decía “creo que tal cosa la estás haciendo muy rápido” o “te comiste el final de la frase”. Una de las claves del espectáculo es que él está detrás. Como actor no tenés esa mirada externa y pensás que lo estás haciendo bien o igual. Eso permite que se mantenga vigente.

¿Qué es lo que ha cambiado en “El cavernícola” en esta década? ¿Qué ideas has aportado vos?
Desde el inicio la construimos juntos, porque Roby tiene una teoría maravillosa de que él no trabaja con vacas a las que tiene que andar empujando para que se muevan. Él no cree en llevar una idea impuesta, él construye junto con sus actores. Él va dirigiendo y te dice: esta idea no, esto sí. Conforme pasa el tiempo siempre le propongo cambiar algo. A veces no logramos risas donde deberían de haber y nos preguntamos por qué, entonces entramos a la ciencia de la comedia: la pausa va antes, después, el ritmo. Hay una canción que debo cantar y, usualmente, es la canción del momento. En el año del mundial fue el “Waka Waka”, este año quizá sea “Mamarre” ja, ja, ja… ¡No sé! La obra también está compuesta por cosas personales para hacerla mía.

Entonces, ¿qué tanto han influido tus relaciones amorosas en esta puesta en escena?
Ja, ja, ja, ja,… La obra es como una casa, la pintamos a nuestro gusto pero no cambiamos las paredes. No hemos cambiado el texto conforme cosas que creemos que deben o ya no deben de ir. Hay una cosa que sí ha cambiado, en el libreto original dice que hay un macho con una sierra eléctrica y parecía que podía hacerle daño a alguien, y justo ese año se publicó en las noticias el caso de una mujer que habían desmembrado. Le dije a Roby que no me sentía cómodo haciendo ese fragmento. “El cavernícola” ha sido tachado como machista porque es un punto de vista machista, de una realidad que también es cliché. Así fue construida la obra. Rob Becker estudió dos años los comportamientos para poder hacerla. Hay comportamientos comunes y no tratamos de ofender.

¿Podría esta obra perder vigencia por este momento en el que el feminismo trata de eliminar los clichés y reafirmar que somos iguales?
Hay cosas que son de comportamientos humano y de formas de ser de las personas. No es una cosa de género, aunque “El cavernícola” lo plantee como una cosa entre hombres y mujeres, y la mayoría seamos así. Quizá sufra adaptaciones. En este montaje vemos a un hombre que no entiende su nueva etapa de casado. No se está quejando, está descubriéndola. Otras obran exponen un matrimonio viejo, cansado y, por ende, un poco harto, entonces se vuelve una queja. Eso es una diferencia abismal. Se vuelve otra obra.

¿Estudiaron comportamientos de pareja, como Becker?
No, nos fuimos con el libreto. Roby me dijo que esta obra estaba llena de clichés y de grandes comportamientos humanos y así la íbamos a manejar.

La pieza teatral se ha montado en el Poma 20 veces cada mes durante una década. Sin contar las funciones extra. Fotos EDH / Cortesía René Figueroa

¿Te has aburrido haciéndola?
¡No! Deseo hacerla. Quizá se aburrió César Bono, el artista que la hacía en México, porque se presentaba todas las semanas. Él llegó a más de 3,000 presentaciones, algo impensable para nuestra realidad. Como la hacemos en temporadas específicas y una vez al año, me permite que haga otras cosas. Al inicio te diré que tenía celos del cavernícola. Te explico: a veces les decía a mis conocidos “andá veme, estaré haciendo una obra” y su respuesta siempre era: “¿y cuándo vas a hacer ‘El cavernícola’?”. Después pensé que era un fenómeno social. Siempre será una obra querida porque la gente se identifica muchísimo. Ya dejé de pelear.

¿Podés contarnos una anécdota que te ha pasado durante estos 10 años de montarla?
Una anécdota preciosa fue un día que vino mi madre y mi hija, y yo estaba cumpliendo años. Rebeca, mi esposa, organizó que ambas salieran dándome un ramo de flores y justo cuando estaba en lobby despiendo a la gente, comenzaron a cantarme el ‘Feliz cumpleaños’. El público no hace eso si no le da la gana, se enamoran tanto del espectáculo, que lo hacen, y estoy agradecido. Ese es uno de mis momentos que cuando estoy triste saco la capsulita del recuerdo y me la trago.

Y tengo un recuerdo duro, fue cuando me quedé en blanco. Levaba 15 minutos la obra y faltaba bastante. Me quedé en blanco, completamente. Le pregunté a la gente “¿qué sigue?” y la gente riéndose, y les dije: “en serio, no recuerdo qué sigue, pero ustedes sigan riéndose”. Y la gente seguía riéndose de lo que yo decía. Yo trataba de buscar y recordar y no sabía que seguía. Roby siempre tiene la teoría que la memoria está en los pies, y uno marca todo, para este lado digo esto, para este otro lado hago esto. Volví sobre mis pasos, volví a la última parte donde me acordaba del texto y repetí lo último que había dicho y vino todo de pencazo.

¿Por qué crees que pasó eso?
Porque hay algo que puede distraerte… y eso me pasó. Me quedé en la última risa, me quedé pensando en ella y cuando quise retomar me perdí y ya no encontraba la información. Es una desconcentración full y pasa. Debo estar totalmente concentrado y estar claro en lo que sigue. Yo voy cosiendo un guion, por bloques, por remates, si en un puente me distraigo y no fijé el puente entonces puedo perder ese hilo.

¿Te has confiado alguna vez en la preparación de “El cavernícola” después de 10 años?
Jamás. No puedo. Para mí es bien exigente. Tengo un compromiso no solo conmigo, con Roby, con la imagen del teatro y, sobre todo, con el público, quien ya tiene una expectativa. Y creo que ahora es peor que antes porque no puedo bajar de esa expectativa. Te imaginás salir de ver “El cavernícola” y que digás: “ah, me habían dicho que era chiva, pero nah, no me gustó, no sentí que el chavo estuviera conectado”. Sería la muerte. Dicen que, normalmente, de algún hecho, tres personas hablan bien y siete hablan mal, y eso es lo que más se multiplica. ¿Imaginate que yo baje la guardia? Siempre pienso en eso. La calidad del espectáculo deben mantenerse. El público merece algo bueno, por eso pagan.

¿Es tu personaje favorito?
No. Tan, tan, tan tan… (hace un sonido de suspenso). No es el más querido, pero sí es uno de los favoritos. Hay gente que dice que me parezco al cavernícola, pero no se parece a mí. Lo que pasa es que me gusta mucho “Carburo Clown”, porque el clown te permite conectar con la gente y con los niños. Esa obra me ha llevado a todo El Salvador y he actuado en escuelas, canchas polvosas, teatros. Es un personaje que me ha dado muchísimo y me llena de formas impresionantes.

¿Cómo te sentís, oficialmente, con la última presentación de “El cavernícola”?
Nervioso. Nostálgico desde ya. Siento extraño, es como despedir a alguien, me da cosa… ya voy a chillar. Me siento muy emotivo (Rodríguez tiene los ojos llorosos). Es una obra que me ha acompañado diez años de mi vida. Me ha abierto las puertas como no tenés idea. Esta obra también me dio la oportunidad para ser presentador en muchos eventos y después fue una ola expansiva de bendiciones. Pensar que esta es la última temporada, me halás las fibras del corazón.

¿Qué ha significado para el Teatro Luis Poma “El Cavernícola”?
Ha significado traer público que después se queda siendo fan del teatro y se quedan viendo otras cosas. “El Cavernícola” es una buena puerta para que después los salvadoreños consuman teatro. En el Poma, nosotros vamos creando al público. Hay gente que ahora soporta ver “Rosa Mexicano”, una obra muy densa, muy fuerte, y no es de fácil consumo. “El Cavernícola” sí lo es, invita a reírse.