La pieza teatral se ha montado en el Poma 20 veces cada mes durante una década. Sin contar las funciones extra. Fotos EDH / Cortesía René Figueroa
¿Te has aburrido haciéndola?
¡No! Deseo hacerla. Quizá se aburrió César Bono, el artista que la hacía en México, porque se presentaba todas las semanas. Él llegó a más de 3,000 presentaciones, algo impensable para nuestra realidad. Como la hacemos en temporadas específicas y una vez al año, me permite que haga otras cosas. Al inicio te diré que tenía celos del cavernícola. Te explico: a veces les decía a mis conocidos “andá veme, estaré haciendo una obra” y su respuesta siempre era: “¿y cuándo vas a hacer ‘El cavernícola’?”. Después pensé que era un fenómeno social. Siempre será una obra querida porque la gente se identifica muchísimo. Ya dejé de pelear.
¿Podés contarnos una anécdota que te ha pasado durante estos 10 años de montarla?
Una anécdota preciosa fue un día que vino mi madre y mi hija, y yo estaba cumpliendo años. Rebeca, mi esposa, organizó que ambas salieran dándome un ramo de flores y justo cuando estaba en lobby despiendo a la gente, comenzaron a cantarme el ‘Feliz cumpleaños’. El público no hace eso si no le da la gana, se enamoran tanto del espectáculo, que lo hacen, y estoy agradecido. Ese es uno de mis momentos que cuando estoy triste saco la capsulita del recuerdo y me la trago.
Y tengo un recuerdo duro, fue cuando me quedé en blanco. Levaba 15 minutos la obra y faltaba bastante. Me quedé en blanco, completamente. Le pregunté a la gente “¿qué sigue?” y la gente riéndose, y les dije: “en serio, no recuerdo qué sigue, pero ustedes sigan riéndose”. Y la gente seguía riéndose de lo que yo decía. Yo trataba de buscar y recordar y no sabía que seguía. Roby siempre tiene la teoría que la memoria está en los pies, y uno marca todo, para este lado digo esto, para este otro lado hago esto. Volví sobre mis pasos, volví a la última parte donde me acordaba del texto y repetí lo último que había dicho y vino todo de pencazo.
¿Por qué crees que pasó eso?
Porque hay algo que puede distraerte… y eso me pasó. Me quedé en la última risa, me quedé pensando en ella y cuando quise retomar me perdí y ya no encontraba la información. Es una desconcentración full y pasa. Debo estar totalmente concentrado y estar claro en lo que sigue. Yo voy cosiendo un guion, por bloques, por remates, si en un puente me distraigo y no fijé el puente entonces puedo perder ese hilo.
¿Te has confiado alguna vez en la preparación de “El cavernícola” después de 10 años?
Jamás. No puedo. Para mí es bien exigente. Tengo un compromiso no solo conmigo, con Roby, con la imagen del teatro y, sobre todo, con el público, quien ya tiene una expectativa. Y creo que ahora es peor que antes porque no puedo bajar de esa expectativa. Te imaginás salir de ver “El cavernícola” y que digás: “ah, me habían dicho que era chiva, pero nah, no me gustó, no sentí que el chavo estuviera conectado”. Sería la muerte. Dicen que, normalmente, de algún hecho, tres personas hablan bien y siete hablan mal, y eso es lo que más se multiplica. ¿Imaginate que yo baje la guardia? Siempre pienso en eso. La calidad del espectáculo deben mantenerse. El público merece algo bueno, por eso pagan.
¿Es tu personaje favorito?
No. Tan, tan, tan tan… (hace un sonido de suspenso). No es el más querido, pero sí es uno de los favoritos. Hay gente que dice que me parezco al cavernícola, pero no se parece a mí. Lo que pasa es que me gusta mucho “Carburo Clown”, porque el clown te permite conectar con la gente y con los niños. Esa obra me ha llevado a todo El Salvador y he actuado en escuelas, canchas polvosas, teatros. Es un personaje que me ha dado muchísimo y me llena de formas impresionantes.
¿Cómo te sentís, oficialmente, con la última presentación de “El cavernícola”?
Nervioso. Nostálgico desde ya. Siento extraño, es como despedir a alguien, me da cosa… ya voy a chillar. Me siento muy emotivo (Rodríguez tiene los ojos llorosos). Es una obra que me ha acompañado diez años de mi vida. Me ha abierto las puertas como no tenés idea. Esta obra también me dio la oportunidad para ser presentador en muchos eventos y después fue una ola expansiva de bendiciones. Pensar que esta es la última temporada, me halás las fibras del corazón.
¿Qué ha significado para el Teatro Luis Poma “El Cavernícola”?
Ha significado traer público que después se queda siendo fan del teatro y se quedan viendo otras cosas. “El Cavernícola” es una buena puerta para que después los salvadoreños consuman teatro. En el Poma, nosotros vamos creando al público. Hay gente que ahora soporta ver “Rosa Mexicano”, una obra muy densa, muy fuerte, y no es de fácil consumo. “El Cavernícola” sí lo es, invita a reírse.