La intolerancia es la incapacidad de una persona para sobrellevar o aceptar las opiniones o acciones que son diferentes a las que él cree son correctas. Son sinónimos frecuentes de intolerancia: obstinación, testarudez, fanatismo, terquedad e incluso fanatismo. Vemos la intolerancia en casi todas las actividades de la vida diaria: en la escuela, el trabajo, en el tránsito cuando nos movilizamos al trabajo o de regreso al hogar, en la política y aún más en la religión.
No falta el día en que no nos demos cuenta por las noticias de un tiroteo, matanza o masacre en cualquier parte del mundo, desencadenados frecuentemente por alguna forma de intolerancia. Al momento de escribir este editorial la noticia internacional que acapara la atención es el tiroteo casi simultáneo realizado en las ciudades Midland y Odessa en Texas. Un día previo a ese incidente hubo un tiroteo en la ciudad de Mobile, Alabama, al finalizar un partido de fútbol americano entre dos escuelas secundarias, con un saldo de 15 jóvenes heridos de entre 14 y 18 años. El autor material es un joven de escasos 17 años alumno de una de las secundarias, la causa más probable: insatisfacción por el resultado final del partido.
En esa misma fecha es noticia en el país el hecho de violencia entre un automovilista y dos gestores de tránsito, grabado y transmitido no solamente en las redes sociales, sino que también ampliamente cubierto por la prensa televisiva y escrita. Un ejemplo más de lo que los transeúntes de San Salvador somos testigos cada día: intolerancia en cada cuadra y en cada semáforo.
Ya sea que estas muestras de intolerancia sean exhibidas en forma audible con el famoso “tu-tu-tu” que nos recuerda a la amada progenitora, en forma visual con la famosa “señal del dedo medio” en ocasiones con las dos manos o peor aún en forma de violencia real con agresión entre conductores. Debemos entender que cada una de estas expresiones son manifestaciones de intolerancia y que no existe una forma de “intolerancia leve y otra grave”, sino que toda forma de obstinación irracional nos llevará tarde o temprano a un hecho sangriento.
Sin duda cada uno de los salvadoreños tiene sus historias que contar al respecto. La que yo comparto este día sucedió un domingo en el portón de salida de un templo religioso localizado en San Salvador. Uno de los feligreses intentaba salir en su vehículo por el portón que indicaba “salida” en el mismo momento que otro feligrés intentaba entrar con su vehículo por el portón de salida. Muy rápidamente se hicieron dos filas de vehículos, unos tratando de entrar y los otros tratando de salir por el mismo portón. El evento continuó con la acción del conductor que quería entrar por la salida, quien resolvió apagar el motor del vehículo. En cuestión de minutos el embotellamiento nos afectó a todos los que transitábamos por el lugar, haciéndonos “espectadores obligados”.
No podría decir exactamente qué fue lo que me impresiono más de ese acontecimiento, si el hecho de que la intolerancia lo llevara a apagar su vehículo y no pensar en los otros automovilistas afectados por un embotellamiento mayúsculo o el hecho de que ocurría en la salida del paqueo de un templo después de un oficio religioso y cuyos participantes eran “feligreses cristianos” (en el amplio sentido de la palabra seguidores e imitadores de la vida de Cristo).
Lo que sí es cierto es que no podemos esperar una conducta diferente en las calles si presenciamos esto frente a una institución religiosa. Este es uno de los tantos ejemplos sobre las diferentes expresiones de la intolerancia. No son solamente intolerantes religiosos los musulmanes radicales que asesinan cristianos, también se vuelven intolerantes religiosos los dos conductores ”cristianos” descritos anteriormente.
La intolerancia nos mueve a la irracionalidad y ésta a la violencia. Por ese motivo no podemos replicar con más intolerancia. Tenemos que intentar mantener la calma y ser tolerantes. Si alguien tiene que ceder debe ser el que se mantiene racional en estas circunstancias. Recordemos que en estos casos el detonante de violencia es mínimo o inexistente, pero las consecuencias siempre son permanentes.
Médico