El esposo era celoso y varias veces la había amenazado a muerte a la hermana; sin embargo, esperábamos que la situación cambiara, pero vino a terminar en esta tragedia”, explicó un servidor consejero de la iglesia donde se congregaba una de las víctimas de feminicidio agravado de la semana anterior en nuestro país. Y esta historia se ha repetido por más de una década en El Salvador. Pastores, sacerdotes, consejeros matrimoniales, líderes de ministerios de matrimonios, personas en autoridad en las diferentes iglesias, no importando su denominación, han conocido de primera mano los testimonios de mujeres víctimas de violencia de sus esposos, compañeros de vida. Incluso pastores y dirigentes de diferentes iglesias ejercen violencia psicológica, física o sexual. La respuesta más frecuente y tradicional ha sido: “La mujer debe estar sometida a sus propios maridos”, seguida de frases como “que debe aguantar y esperar” a pesar de ser testigos de primera mano de todo tipo de abusos y maltratos.
Es momento que las iglesias en El Salvador asuman su papel y que se rompa también con esquemas machistas donde hombres sin sabiduría deciden ejercer su poder cubriéndose del manto de protección que le proporciona una denominación o iglesia. No solo él como líder de esa organización perpetúa el maltrato hacia las mujeres de esa iglesia, sino que lo transmite hacia su equipo de servidores más cercano y hombres de esa congregación.
Fue indignante escuchar y ver las declaraciones de este líder espiritual proporcionando detalles de la prensa de cómo él sabía y conocía de los maltratos y vejaciones a esa mujer que ahora forma parte de las estadísticas de feminicidio agravado. ¡Qué falta de sabiduría, empatía, falta de amor por su más próximo, en este caso su aconsejada! Pero no es solo de él; ha sido la historia que se repite en cada escena de feminicidio agravado. A pocos metros de distancia comienzan las historias, comentarios, declaraciones de que mucha gente cercana conocía los detalles de maltrato, pero siempre estuvo presente el mal consejo, la palabra carente de sabiduría y hasta encubrimiento de diferentes maltratos que esa miembro de la iglesia recibía.
En El Salvador usualmente los consejeros o guías espirituales de diferentes denominaciones son los primeros en conocer de los maltratos, agresiones, humillaciones y más que sufren mujeres en colonias, residenciales, cantones, caseríos, comunidades. En esta violencia no importa el nivel social, ya que no es el dinero o capacidad económica; es el machismo, el poder patriarcal, que afecta nuestra sociedad salvadoreña y de la cual no escapan ni las mujeres servidoras de diferentes iglesias, incluyendo esposas de pastores y líderes.
Es momento que las diferentes iglesias de todas las denominaciones asuman su rol y puedan hacer la diferencia, que sean luz y sal de esta sociedad salvadoreña y comiencen al menos aconsejar sabiamente a las mujeres que se congregan en sus iglesias; que no sean revictimizadas, que no se les receten versículos cuando su vida está en riesgo inminente.
Si no la van aconsejar que denuncie ante la FGR y PNC, al menos ayúdenle a proteger su vida y las de sus hijos, para que escapen y busquen ayuda del sistema de justicia ya que la iglesia les está negando la consejería oportuna. La asistencia oportuna integral es ahora y no en la velación cantando coros y predicando mensajes toda la noche.
Ciento noventa mujeres han sido asesinadas en El Salvador durante el 2019. ¿Cuántas de ellas pudieron seguir con vida si no se hubiera priorizado la imagen de una iglesia o congregación?
Experto en seguridad y criminólogo