El gobierno actual lleva un poco más de cien días y diversos medios y analistas se han dado a la tarea de evaluar su joven gestión.
Sin embargo, pocos se han detenido a pensar en el otro lado de la moneda: la oposición. Y es que un gobierno solo puede llegar tan lejos como sus opositores se lo permitan. Si estos son férreos, le mantendrán controlado y ceñido a la ley. Si son caprichosos, entorpecerán su trabajo. Pero si son serviles, lentos o tímidos, le dan carta abierta para gobernar como desee.
Para discutir dónde se ubica la oposición salvadoreña, El Diario de Hoy abordó al politólogo Álvaro Artiga, catedrático de Sociología y Ciencia Política de la UCA, quien compartió su visión sobre los límites que partidos y otros actores están poniendo al presidente Nayib Bukele. Esto es lo que el experto compartió con nosotros:
En 100 días se ha hablado poco de la oposición. ¿Qué impresiones le da?
Primero hay que definir cuál es la oposición a evaluar. La oposición tiene lugar en la Asamblea Legislativa, pues ahí están los partidos que compitieron en la elección y perdieron: ARENA, FMLN, PCN, PDC y podríamos incluir al CD y al diputado no partidario. Lo que hay que examinar es qué ha pasado con estos partidos desde que se supo el resultado electoral.
Por ejemplo, entre el FMLN y ARENA suman 60 diputados, una fuerza nada despreciable si se considera numéricamente. Entonces hay que ver para qué sirve esa fuerza parlamentaria y juzgar el papel de la oposición. Podemos resaltar que la principal función de la oposición es el control del gobierno para que no abuse de la autoridad delegada. No es oponerse por oponerse, sino ejercer control sobre los actos y desempeño de funciones del gobierno para que se den a cabo dentro de la legislación. Por eso, la oposición debería tener un rol bastante activo.
¿Lo ha tenido?
Quizá por el resultado del 3 de febrero y el temor a uno peor en 2021, en estos 100 días parece que la oposición no existe en el país.
Como que esos 60 diputados están más preocupados por lo que pasa dentro de sus partidos, pues además les ha tocado hacer elecciones internas y eso les ha puesto la atención hacia dentro y no hacia la relación con el Ejecutivo, una relación que han sido hasta cierto punto de subordinación. Ni siquiera ha sido conflictivo pese a la retórica del presidente. Los diputados y la Asamblea se han doblegado y subordinado a los deseos que vienen del Ejecutivo.
Por ejemplo, hay cosas que podrían ser interesantes como cuando el presidente pidió permiso para ir a Guatemala a la reunión del SICA y no fue a esta. Fue a Guatemala, se reunió con el presidente Jimmy Morales, pero no fue a lo que pidió permiso. La Asamblea tendría que haberle llamado a explicar por qué no fue, en pleno ejercicio de funciones de oposición, pero no lo hizo. Por eso el presidente ha sacado ventaja a pesar de no tener un grupo parlamentario importante.
Ambos partidos (FMLN y ARENA) enfrentaron procesos internos. ¿Cómo quedan tras estos?
Ambos procesos son muy diferentes. Estaba más competitivo y reñido el proceso del FMLN que el de ARENA. Ha cambiado la orientación de quién dirige el partido pero la Comisión Política está repartida en dos grupos. En ARENA parece que los contendientes no han sido figuras de peso en el partido, si bien uno fue precandidato presidencial. No tienen una gran trayectoria en otro puesto.
Pareciera más bien que en ARENA los que han tenido el control sobre el partido están abandonándolo o no perdiendo mucho tiempo en lo interno, en la medida en que el poder está en otro lado y quizá están pendientes de su relación con el Ejecutivo y los ministros, no de lo que pasa en ARENA.
El futuro de ambos partidos no se ve que tenga una incidencia que recuperen popularidad. Pesa más bien lo que hace el grupo parlamentario de cada uno y eso hace sombra sobre todo el partido. Y como están nulos en la Asamblea parece que no recuperan la popularidad que tuvieron.
Dentro de la Asamblea, si bien hay un rol tímido, ¿quién parece tener la voz más fuerte?
A pesar que el grupo parlamentario de 60 (23 para el FMLN y 37 para ARENA), no hay un liderazgo claro dentro del grupo parlamentario a pesar de sus jefaturas. Están como ensimismados tratando de mantener lo que tienen sin arriesgar y en ese sentido no hay una beligerancia. Antes de las elecciones uno jugaba el rol de oposición y el otro de gobierno, con lo que su beligerancia era mayor y eso les traía mayor visibilidad.
Como ambos están en oposición, no terminan de asimilarlo, porque estando en la misma posición más requieren alianzas que disputas entre ellos. Eso ha hecho que baje el nivel de confrontación entre ellos y no confrontan al presidente, que les daría visibilidad, por temor a que en 2021 pierdan más. Van con mucha precaución a la hora de pronunciarse sobre algo que haga el presidente.
¿Hay vínculo de este miedo con la frase “los mismos de siempre” que popularizó el presidente?
Eso es lo que les amarra, pues al hacer una alianza legislativa para hacer oposición, le daría la razón al presidente cuando les dice que son lo mismo. No son lo mismo pero necesitan sumar votos para avanzar su función de control. Discursivamente el presidente lo aprovecha y las dirigencias no saben reaccionar.
Y por el miedo a un mal resultado en 2021, no confrontan directamente al presidente. Ahí cometen un error porque si bien pueden tener resultado adverso si lo confrontan, así como va evolucionando sin confrontación igual van a tener un resultado negativo. Sabiendo que el resultado puede ser el mismo, deberían arriesgar. Es mejor perder arriesgando que perder por no hacer nada. Yo creo que no saben manejar una situación que es inédita.