Un proyecto abandonado

Una directiva de una sociedad cooperativa (ahora privada) asegura que el proyecto necesitaba apoyo económico por lo menos siete años más; otros opinan que fue por mala administración de las donaciones por parte de los dirigentes.

Por Jorge Beltrán Luna

2019-09-14 8:30:37

¿Incapacidad? ¿Falta de financiamiento? ¿Corrupción? ¿Sabotaje? ¿Qué de todo eso hizo que el proyecto económico alternativo de la Comunidad Segundo Montes se derrumbara?, les preguntamos. Parece que no hay una sola razón. La gente da varias respuestas.

“Dijeron que iba a haber trabajo para todos y que todos íbamos a tener vivienda digna; pero al final, los mismos dirigentes se encargaron de que esto se destruyera. De repente ya no había tela para elaborar ropa, ya no había materiales pra fabricar zapatos”, recuerda Elia Argueta, quien después de que por muchos años trabajara como maestra popular, ahora se gana la vida como empleada de una biblioteca en la comunidad Hatos 1.

El nepotismo también fue un lastre, afirman. No son pocos los vecinos que aseguran que algunos dirigentes del proyecto comenzaron a colocar como empleados a muchos de sus parientes aunque las plazas no fueran necesarias para la producción o administración.

Ejemplo de ello, afirman, fueron las tiendas comunales que fueron nombradas Súper Montes. Estas fueron cinco en total, una en cada asentamiento que formaba la comunidad: Hatos 1 y 2, caserío El Barrial, San Luis y Los Quebrachos.

“Con los Súper Montes pasó que lo fueron llenando de empleados, familiares de los directivos, y se los fueron acabando porque el dinero que se les inyectaba se iba en pagar sueldos de gente que no hacía nada”, aseguró un vecino y fundador de la comunidad Segundo Montes.

“De repente fuimos viendo que había gente que no hacía nada en las tiendas, nada más por que eran familiares de los directivos, entonces las tiendas fueron decayendo por tanto sueldo que se tenía que pagar a gente que no hacía mucho”, afirmó otro excombatiente de la Brigada Rafael Arce Zablah, asentado en el caserío El Barrial.

Dirigente: faltó financiamiento
Para Dorina García, una de las fundadoras de la comunidad y directiva por muchos años de la asociación comunal, la razón del fracaso fue la falta de financiamiento y hasta sabotaje de quienes reclamaban los inmuebles que el Banco de Tierras entregó a la comunidad.

Sobre la falta de apoyo, Dorina aduce que, incluso, hubo informes de auditoría que señalaron que la asociación necesitaba que continuara recibiendo apoyo económico por lo menos cinco años más.

Sin embargo, poco tiempo después de firmados los Acuerdos de Paz, la cooperación que hasta entonces habían recibido de manera generosas, fue cortada casi de golpe y los proyectos tuvieron que volverse autosostenibles.

En cuanto al reclamo de los inmuebles donde funcionaban algunos proyectos de la asociación, algunos veteranos refieren que tras los Acuerdos de Paz, propietarios de las tierras donde se habían asentado los refugiados retornados de Colomoncagua, comenzaron a reclamar sus propiedades. No hubo más alternativa que devolver algunos.

Sin embargo, para algunos pobladores eso no es del todo cierto. Y aducen que fue una mala administración y corrupción.

Sin atreverse a señalar a alguien en concreto, aseguran que en algunas directivas (casi siempre han sido los mismos) “comenzaron a hipotecar las granjas, hicieron préstamos bancarios pero no hicieron nada con esos dineros, sino que se lo gastaron, se lo comieron, y no pagaron, entonces vinieron los bancos y se reclamaron las propiedades y para recuperar su dinero las subastaron”, aseguró una persona que paga alquiler a Productores Corporados por un local donde tiene un negocio.

Vecinos de Meanguera aseguran que de manera personal, algunos dirigentes reconocidos les han dicho que el proyecto fracasó porque no había operadores para trabajar en las fábricas.

“Eso es mentira. Aquí hay gente trabajadora que le puso empeño a la comunidad y esa misma gente es la que dice que no es justo que unos pocos se hayan quedado con bienes que fueron producto de donaciones para la comunidad o que fueron adquiridos porque todos aquí nos esforzamos”, afirma un lugareño.

Esas mismas voces son las que pugnan porque alguna entidad estatal fije la mirada en esa comunidad para hacer una investigación que revele por qué la Asociación Comunal Segundo Montes fracasó pese a toda la cooperación internacional y nacional recibida.

 

Benito Márquez chicas, hacía zapatos

Primero empezamos haciendo calzado para señoras, niños y hombres, para la comunidad, de ahí dijeron que iban a agarrar un contrato para hacerle calzado a la PNC (Policía Nacional Civil), ahí venía los camiones a cargar.

Lo malo es que vinieron los de la ADOC a que nos asociáramos, que nos iban a pagar bien; pero como nosotros podíamos estar muy de acuerdo pero los principales (dirigentes) no quisieron.

Habíamos unas 35 personas trabajando en el taller de calzado que duró más o menos unos cinco años. Había un extranjero que era el coordinador y él quería hacer el asocio, pero vinieron los dirigentes, se enojaron y le dieron carrera (lo expulsaron).

Había una máquina que en aquel tiempo costaba 70 mil colones. Era para coser el calzado por abajo. Al final la vendieron a unas gentes de San Miguel.

Prudencia Chicas, trabajó en las granjas

Después de trabajar varios años sin percibir salario en las granjas agrícolas, Prudencia se fue a trabajar en la construcción de casas, igual sin recibir pago, sólo con la esperanza de que le dieran una para vivir ella y sus hijos.

Al cabo de un año, su ilusión acabó y las ganas de seguir apoyando el proyecto económico alternativo de la Segundo Montes, también termino.

Cuando se retiró, no le reconocieron nada, asegura. No porque trabajara en las granjas avícolas les daban alguna dotación de huevos o carne. Nada de eso. Era trabajo colaborativo.

Después que decidió ya no seguir trabajando para la comunidad, se dedicó a cultivar la tierra y a hacer otros trabajos; así pudo comprar un terreno y construir su casa. A sus 83 años, aún cultiva la tierra para ganarse el sustento.

Ignacio García, trabajó en granjas de cerdos

Este hombre, que a sus 92 años aún cultiva la tierra, dice sin tapulos que el proyecto de económico alternativo de la comunidad Segundo Montes se terminó porque la gente no quiso trabajar al ver que para algunos era un negocio y para otros, nada.

“Nos mandaban a trabajar a las granjas pero no nos pagaban”, asegura el anciano. Pero Ignacio no solo regaló su trabajo por varios años, también perdió dinero que tenía depositado en el Banco Comunal de Morazán, aunque al decir de él, no fue mucho, como lo que perdió uno de sus hermanos y otra gente que conoce. Este agricultor afirma que no les daban ni alimentos. La leche y la cuajada se las vendían.